Capitulo único

117 9 53
                                    

Hürrem hacia muerto de una rara enfermedad sin cura en los brazos de Suleiman. El pido ver todo su sufrimiento y jamás la olvido, pero decidió que ya era hora de olvidarla que lo tenía que hacer y con quién mejor que con firuzen una mujer que casi la destrona.

.
.
.
.
.
.
.
.
.
.

Quién le diría a nuestro sultán que eso solo sería una tortura que el jamás olvidaría a la hermosa pelirroja y eso le costaría mucho. El juró jamás traicionarla, no abstente faltó a su promesa. Quién dice que no pueden romperte el corazón después de morir. Si es verdad si o no, no lo sé, pero si pueden lastimar, herir hacer sufrir un alma pura allá en el cielo...

.
.
.
.
.
.
.
.
.

Suleiman ya había tomado la decisión y había mandado a llamar a firuzen, cuando la vio desde su terraza su corazón dio un vuelco de emoción y alegría. Pensó que lo estaba logrando olvidarse de Hürrem.

{ Quién será el valiente de decirle que solo se está hundiendo en la desesperación por su amada.}

Firuze si lo amaba y no iba a desaprovechar esa oportunidad así que se hunto el perfume con el que lo hechiso

       ༶•┈┈⛧┈♛ ♛┈⛧┈┈•༶

La habitación estaba bañada en una luz suave, y Firuze se acercó lentamente, sus ojos fijos en él.

-No puedo dejar de pensar en ti -dijo, su voz temblando ligeramente.

Él sintió cómo su corazón latía con fuerza. La distancia entre ellos se desvanecía, y cuando sus manos finalmente se rozaron, un escalofrío recorrió su cuerpo.

-Firuze... -susurró él, atrapado en la intensidad de su mirada.

Ella se inclinó un poco más cerca, sus labios casi rozando los de él. Un gemido suave escapó de sus labios, un sonido que encendió la chispa entre ellos.

-Esto es lo que quiero -murmuró Firuze, sus ojos brillando con deseo.

Él tomó su mano, acercándola a su pecho.

-Tú me haces sentir vivo -respondió, sintiendo cómo la conexión crecía entre ellos.

Un nuevo gemido brotó de Firuze mientras él la miraba intensamente. La tensión era palpable, y cada palabra que intercambiaban parecía cargar el aire de promesas no dichas.

-No sé cuánto más puedo resistir -dijo ella, su voz apenas un susurro.

Él sonrió, acercándose aún más.

-Entonces no lo hagas -respondió, su aliento cálido contra su piel.

En ese instante, el mundo exterior desapareció. La intimidad crecía, y cada gesto era un lenguaje propio que hablaba de deseo y anhelo.

La atmósfera se cargó de electricidad. Firuze sintió cómo su corazón latía con fuerza, cada pulsación resonando en sus oídos. La mirada de él la envolvía, y en ese instante, el resto del mundo se desvanecía.

-No puedo imaginar mi vida sin ti -dijo ella, su voz apenas un susurro, pero cargada de una urgencia que la hizo temblar.

Él se acercó aún más, sus labios a un suspiro de distancia. La tensión era palpable, como si el aire mismo ardiera entre ellos.

Dulce engañoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora