El Día Del Recuerdo

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La Comarca despertó con un aire festivo en la celebración de la destrucción del Anillo. Era un día que simbolizaba la libertad y el retorno a la paz. Los hobbits, conocidos por su amor por la buena comida y las celebraciones, habían preparado una fiesta de proporciones épicas. Hobbiton estaba decorado con guirnaldas de flores, banderines de colores y farolillos que colgaban de las ramas de los árboles.

La luz del amanecer se coló a través de las ventanas de Bolsón Cerrado, donde Frodo y Sam se habían levantado temprano para ayudar con los preparativos. Sam, con su sombrero de paja y delantal, salía al jardín para recoger las últimas flores que decorarían las mesas, mientras Frodo se encargaba de la cocina, supervisando que cada pastel y cada tarta estuvieran perfectos.

"Hoy parece que todo el mundo está aquí, Sam", dijo Frodo mientras colocaba un ramo de margaritas sobre una de las mesas. Su voz reflejaba la alegría de estar de vuelta en la tranquilidad de la Comarca después de tanto tiempo.

Sam asintió, su rostro iluminado por una sonrisa amplia. "Es un buen día, señor Frodo. Después de todo lo que hemos pasado, ver a todos tan felices es un verdadero regalo."

A medida que avanzaba la mañana, los hobbits llegaban de todas partes de la Comarca. Las familias se saludaban con abrazos y los niños corrían por el césped, jugando y riendo. Los sonidos de la música y las risas llenaban el aire, creando un ambiente de pura felicidad.

El mercado se había convertido en un bullicio de actividad. Se habían instalado puestos que vendían desde manzanas caramelizadas hasta cerveza de jengibre. Los artesanos mostraban sus productos: joyas hechas a mano, tejidos y juguetes de madera.

Frodo y Sam pasearon por el mercado, saludando a todos con calidez. Sam compró un par de tartas de calabaza para su madre, mientras Frodo se detuvo en un puesto de libros antiguos, revisando los títulos con interés.

En uno de los puestos, Merry y Pippin organizaban un juego de "adivina el peso del cerdo". Merry, con una paja en la boca, gritaba: "¡Adivina el peso y gana un premio!" Pippin, mientras tanto, hacía gestos dramáticos para atraer a la multitud. La gente se reunía, intrigada y divertida, mientras los dos hobbits hacían todo tipo de chistes y comentarios ingeniosos.

"¡Creo que ese cerdo pesa tanto como Pippin después de un banquete!" bromeó Merry, provocando risas en la multitud.

Uno de los eventos más esperados del día era el torneo de dardos. Los hobbits se reunieron alrededor de una mesa donde se desarrollaba la competencia. Frodo y Sam decidieron participar, disfrutando de la sana rivalidad. Los jugadores lanzaban dardos hacia una diana de paja, mientras el público los animaba.

"¡Vamos, Sam! ¡Demuestra lo que puedes hacer!" gritó Frodo, animando a su amigo. Sam, con una concentración seria, lanzó su dardo, alcanzando el centro de la diana y ganándose una ovación de los espectadores.

Luego, los niños, junto con algunos adultos, participaron en la carrera de sacos. Sam y Frodo se unieron, riendo mientras saltaban torpemente en sacos de yute. La multitud vitoreaba a cada salto y tropiezo. Aunque Frodo era más ágil, Sam ganó al final, gracias a su determinación y a una pequeña "ayuda" de Frodo, quien fingió tropezar en la última vuelta.

En un rincón del prado, un puesto de tiro con arco de juguete atrajo la atención de los más pequeños. Frodo se unió a los niños, probando su puntería con entusiasmo juvenil. Sam, siempre dispuesto a intentar algo nuevo, tomó un arco y lanzó unas cuantas flechas. Aunque no lograron un tiro perfecto, el sonido de las risas y el buen humor eran el verdadero premio.

Bilbo había enviado una carta desde Rivendel, que fue leída durante el concurso de historias. Con sus palabras, relataba sus propias aventuras y recordaba la valentía de Frodo y sus amigos. 

Frodo y Sam: El Día del Recuerdo en la ComarcaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora