1 Melinoe

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Toque la puerta un par de veces, hasta que la voz de Afrodita me invito a entrar a la habitación, al abrir la puerta la luz de un gran ventanal me cegó por unos instantes, envuelta por la luz ahí estaba, con un vestido ceñido de encaje con un escote marcado por claveles blancos, marca la figura de mi amiga a la perfección y la pequeña cola del vestido le daba el toque de elegancia que a ella tanto le encantaba vestir, tenia su largo pelo rubio, en un semirecogido un poco despeinado, pero a la diosa mas hermosa todo la quedaba bien.
Se giro con delicadeza, para asi no afectar a su vestido, y me extendió los brazos en busca de un abrazo mio, no me gusta expresar cariño muy a menudo, pero era el día que mi mejor amiga se casaba, podía soportar un abrazo ese día. Note que Afrodita estaba apenada, la separe de mi con cuidado, -Afrodita, ¿estas bien?- La pregunte y me miro con desconcierto, se giro deliberadamente dándome la espalda y dirigiéndose a un largo espejo de pared, que permitía que se viese en totalidad, cruzo los brazos en una posición de inseguridad, y comenzó a mirarse de arriba a abajo. Afrodita desconfiada de su físico, imposible, pensé, me acerque a ella por la espalda, en el espejo ahora se nos veía a ambas, yo llevaba un largo vestido semi ajustado de color un color dorado viejo, vestido que Afrodita me había obligado a llevar por ser su dama de honor, en mi pelo una pequeña diadema a juego con la suya, que se apoyaba en mi pelo negro y blanco recogido en un moño muy despeinado, -Mel...- Afrodita era la única a excepción de mi abuela que me llamaba así- No estoy del todo segura de tomar esta decisión- se giro hacia mi- No crees que es irónico que yo me valla a comprometer, la diosa de amor y de la seducción, la diosa mas bella, puedo tener a cualquiera- suspiro y se volvió a girar mirándose al espejo, sentía que iba a comenzar a llorar en cualquier momento- Afrodita, puedes hacer lo que quieras, nadie te obliga, cásate con el, o no te cases, da igual, solo se feliz y no te amargues como yo- Ella hizo una pequeña mueca con intención de reírse, pero su pena era mayor- No tengo opción, Mel, debo hacerlo, así lo dijo Zeus...- se aparto del espejo y se sentó en un pequeño sofá que se encontraba a los pies de una cama, llevándose las manos a la cara, me acerque a ella, agachándome y quitándole las manos para que me mirara- Vale no tienes opción, pero Zeus tampoco esta para hablar, le pone los cuernos a su mujer casi diariamente, asi que... no digas que te lo estoy diciendo yo, pero y si le complacemos a el y montemos tu felicidad- Su mirada se ilumino- Que me Intentas decir Mel- Intento decirte, que te casas para que los dioses supuestamente no se pelen por ti, ¿no es asi? Pues vale te casas, nadie se pelea por ti porque piensas que estas felizmente casada y si una noche quieres divertirte coges al dios más buenorro que halla en ese momento. Afrodita, te lo digo de corazón, no serás ni la primera ni la ultima. Y así estáis todos felices- Afrodita se levantó de forma firme y segura se dirigió hacia el espejo, y se admiro, se giro hacia mi con un felicidad en su mirada y me dijo entusiasmada -Vamos Mel, que hoy me caso- Esa era la Afrodita que yo conocía, la que amaba como mi mejor amiga y la que admiraba por su seguridad.

Aparecí por la puerta del patio, que estaba preciosamente decorado, miraras por donde miraras gritaba Afrodita, cada detalle estaba muy bien cuidado, Afrodita se había tirado casi 1 año en prepararlo, y se notaba, recorri el pasillo de pétalos que llevan al altar, infinidad de dioses, ninfas y otros seres mitológicos alrededor sentados en las sillas a la espera de que comenzase el acto, me dirigí hacia los asientos de la parte delantera, ahí estaba sentado radiante Apolo, cuando lo vi me dirigió una sonrisa y me senté junto a el, al sentarme me recibió con un breve y dulce beso, y me sostuvo de la mano con dulzura durante toda la boda. Llevaba un lujoso esmoquin que le quedaba como un guante, el pelo lo llevaba meticulosamente peinado, y sus hermosos rizos y ondulaciones rubias brillaban con el sol, era guapísimo, para mi un rayo de luz tanto físicamente como por su personalidad, tenía mucha suerte de tenerle como novio.
Me sobresalto, un sonido fuerte y melódico de arpas y trompetas, dirigi mi atención a la puerta de entrada y ahí estaba rodeada de golondrinas, dos de ellas sujetando su enorme velo blanco, con la seguridad y el entusiasmo propios de Afrodita, se iba dirigiendo conforme se desplazaba al altar a los diferentes invitados, se detuvo en el altar frente a Efesto, Zeus entre ambos, con una sonrisa picara por haber cumplido su objetivo de querer casar a Afrodita, dio lugar al compromiso.

En tierra de diosesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora