CAPITULO 12: Siempre Será Ella

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No importa cuántas veces esté con Susana, Luna no sale de mi cabeza. Tanto es así que la secretaria comenzó a aburrirme. Ya no quería verla, escucharla o tocarla. Era un asunto más allá del ego; yo en serio la quería, a como diera lugar. No sé dónde debo prender una vela para tenerla, pero sé que algún día lo lograré, y eso no lo cambiará nadie.

El tiempo seguía pasando, y nada, no lograba hacer que ella centrara su atención en mí. De alguna manera, eso me frustraba, claro que sí. Ahora, para emparejar todo, mi hermano decidió atender al tipito ese, pero en lugar de hacerlo él solo, me pidió que nos turnáramos porque, según él, soy el ejemplo claro de buen samaritano. En fin, decidí aceptarlo, y aquí estoy, sentado frente a un psicópata que cree que me va a intimidar. Muy buen chiste, de hecho. Los peores monstruos llevan las mejores máscaras. Pero aquí estamos, en mi oficina: él, sentado frente a mí, y yo, medio sentado en el escritorio, con las manos sobre el mismo, esperando a que él analice toda la habitación. Esto me trae recuerdos de cuando hice mis pasantías en la estación de policía.

Allá, en tiempos de juventud, cuando apenas empezaba mis estudios de psiquiatría, después de haber estudiado psicología, recibí un mensaje que decía que necesitaban pasantes en la estación de policía. Fui un joven problemático en la adolescencia, así que, obviamente, esto sería pan comido.

—Viniste por voluntad propia, ¿a qué se debe? —preguntó el capitán de la policía.

—Vine por las pasantías, esta vez cero problemas. Lo prometo —dije, y de hecho, así fue. Soy un hombre de palabra. Con métodos poco éticos disfrazados de presión, hice confesar a más de 70 criminales en menos de tres meses.

Volviendo al paciente, aquí estamos los dos. No es un tipo fácil; si lo fuera, esto sería más aburrido que estar con Susana.

—¿Ya terminaste de analizar la habitación? —mi pregunta lo toma desprevenido. Idiota.

—Se supone que otro doctor me vería. Aunque seas su copia exacta, lamento decirte que no eres él —esto será divertido, y mucho. Está jugando a la ofensiva, pero no tiene idea de mi nivel de paciencia.

—Venimos de a dos —lo miro con superioridad—. Me gustaría conocer tu historia, saber por qué estás aquí. Quiero que hagas esto lo más cómodo para ti. Lo que quiero decir es que no necesitas mi aprobación para hablar. Es más, si quieres, puedes fingir que soy un amigo más.

—Bueno, si prometes no involucrar a la policía ni a ningún ente legal, incluidos hospitales psiquiátricos, podemos o no tener un trato —qué niño más quisquilloso, de verdad que sí. Le sonreí de lado y lo tomó como una respuesta positiva de mi parte. Qué ingenuo.

—Empezaremos cuando te sientas más cómodo. Recuerda, esta sesión será grabada porque pediste que no escribiera nada, y eso haré.

—Está bien, es una historia de hace unos nueve o diez años, aproximadamente. Una chica nueva llegó a la escuela donde estudiaba. Ella era realmente bella, pero cometió muchos errores. Dime, ¿quién tiene el coraje de querer dejar a su novio porque este tenga una aventura? —Esa no era una pregunta retórica. Él realmente quería que le respondiera.

—La verdad, no se me ocurre nadie, ¿por qué? —pregunté, metiéndolo en mi juego.

—Esta loca sí lo hizo. De hecho, hizo todo un drama por eso. Qué tonta fue, no tenía idea de con quién se estaba metiendo. Solo nos tomábamos de las manos, por ella aguanté que solo nos tomáramos de las manos, uno que otro beso, pero la idiota no quería pasar de ahí. Yo quería más. Había visto muchas películas para adultos —hizo una pausa y me miró. Idiota, esto es muy aburrido. Quiero que revele el verdadero motivo por el que está aquí. Sin embargo, finjo demencia y espero a que siga. Asiento y continúa—. Yo quería acción, no a Shakespeare. Quería más, pero ella no lo supo ver, así que aproveché las vacaciones con quien sí quería todo lo que yo. Esto va más allá. Una mañana, estando todos en receso, subí con Claudia. Ese era su nombre. En fin, ella y yo pasamos todas las vacaciones teniendo sexo. Eso era lo que yo quería.

—Kenzo, alguien nos puede ver aquí —dijo ella entre risas—. Basta, me sonrojas —yo quería más de ella y no podía parar. No quería parar. Tampoco quería hacerlo, doc. Usted debe saberlo, ¿o es de esos hombres que se mantienen célibes hasta que la muerte los separe? —preguntó burlón, creyendo que le seguiría el juego. Le sonreí y continuó.

—Hoy te sonrojo, eso no era lo que decías en las vacaciones. Déjame besarte de nuevo, ¿sí? —Ella quería más juego y yo más acción. Era la verdad. Estaba en esa edad en la que las hormonas hacían de las suyas y Luna era toda una santurrona. No era lo que yo quería.

—No me puedo negar a tus besos, pero ¿y la sonsa de tu novia?

—No vino hoy. Busqué en la formación y no estaba, así que por ella no te preocupes. —Sabía que no había ido, pues por lo general ella siempre me buscaba en el salón y no fue. Eso me hizo creer que así era, pero estaba equivocado.

Ella salió como un tornado luego de escuchar eso. Mi corazón se aceleró extrañamente, no sé por qué. Ella no me importaba como tal, pero verla triste sí me importaba. No puedo negarlo, y a ti tampoco. De hombre a hombre, ¿qué hubieras hecho: irías por ella o te quedarías con la que estabas en ese momento?

—Tienes que ver las cosas desde otra perspectiva que no sea la tuya. Las personas a tu alrededor también sienten. Por ejemplo, ¿cómo sabes que esa chica no salió lastimada?

—Oh, sí salió lastimada, pero no por eso —dijo el muy imbécil—. Verá, doctor, las cosas se iban complicando más en esa falsa relación. Ella me evitaba, lo hizo por meses. Yo decidí seguir viendo a Claudia en secreto e ignorarnos frente a cualquiera que supiera de nuestra relación en la escuela, mientras intentaba "reconquistarla" sin que nadie se lo dijera. Eso funcionó, pero ella no confiaba del todo en mí. Al final, me enteré de que la cambiarían de escuela. No la tendría cerca, y eso no me gustaba. No me gustaba nada. Acabó el año escolar y perdí comunicación con ella.

—¿Te hace sentir mejor decirme lo que hiciste? —pregunté, y su rostro cambió de sereno a incómodo.

—No me hace sentir mejor, pero tú y tu hermano deben saber todo lo que pasó. Después de todo, la están atendiendo, ¿o solo él? —Maldito, juro que algún día lo voy a asesinar y no voy a dejar rastro de él.

—Solo lo hace mi hermano. Yo no sé de quién me estás hablando. Aunque no lo creas, mi hermano y yo no compartimos todo. Sin embargo, si algo de lo que digas aquí le ayuda con la paciente que mencionas, le diré solo lo necesario. —Me observó, pero no dijo nada. Repito, algún día lo asesinaré.

Luego de que él saliera, me puse a analizar todo lo que había dicho. Me senté en el computador y empecé a generar un nuevo archivo. Después de las otras dos sesiones, el sociópata tendrá unas sesiones con mi hermano. Luego de eso, resolveré el enigma y ayudaré a mi chica.

Mi Acosador Virtual [Reescribendo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora