Dolls

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Las muñecas fueron creadas para ser la mujer perfecta. Esas criaturas plastificadas con ojos de vidrio y curvas bien proporcionadas se convirtieron en el invento ideal para todos los millonarios que podían pagarlas. Eran mujeres sin alma y sin corazón, por lo mismo no eran capaces de llorar, de reclamarles, de exigir, de engañarlos; no tenían esa irritante boca que les hacía hablar en los momentos inconvenientes y eran más eficaces que cualquier esclava, ya que tampoco poseían voluntad.

Roseanne Kim nunca fue fanática de esas cosas, le causaban escalofríos.

La familia Kim tenía una interminable fortuna debido a que una de sus antepasadas fue la creadora de la primera que había construido en honor a su fallecida esposa; la muñeca salió con unos defectos lo que la terminó poniendo en clausura en una vieja bodega, sin embargo el invento fue bien recibido y pronto, todas las personas buscaban ganar fortuna para conseguirse una muñeca.

Su madre, Jisoo, había sido la segunda más grande de la familia. Era una mujer callada, sin amistades ni amoríos. Su madre logró sacarla de su taller y hacerla feliz por unos años hasta que se le encontró en su cuarto muerta por consumir amoniaco. Fue un suicidio.

Su madre volvió al taller y se encerraba ahí por días. Cada año sacaba muñecas con menos errores y más atractivas, la perfección de ellas radicaban a que su falta de conciencia no las volvía capaces de rebelarse contra los humanos, dejando en ridículo a todas aquellas películas de ciencia ficción donde la máquina se rebelaba contra el hombre.

Se rumoreaba que Jisoo, la más grande ingeniera de su sangre, estaba encerrada creando por fin a la muñeca perfecta; una con energía ilimitada y vida ilimitada capaz de poderse personalizar en sonidos y forma física por cada cliente. Otros en cambio, decian que la mujer ya habia abandonado esto y que simplemente se dedicaba a criar a su hija y a enseñarle su labor para ser una digna predecesora; cosa que era totalmente falsa ya que Roseanne no pasó ni un segundo de su miserablemente adolescencia a lado de su madre.

La noche era fría y en aquella habitación a penas y resonaba un melancólico violín por las prácticas nocturnas de Roseanne en aquel instrumento. Siendo sincera el instrumento no era algo que le fascinara tocar, pero era la única manera en la que podía mantener feliz a su madre sino quería inmiscuirse en el mundo de las muñecas.

—Señorita Kim, su padre tomó un vuelo a Londres para presentar a Jennie; su más reciente muñeca.—dijo aquella mujer de cabello largo. Era tan fría, tan correcta, de una complexión perfecta y tan eficaz que sino fuera por algún par de ocasiones en donde la había atrapado echando suspiros por su progenitora dudaría que es humana. Negó divertida y deposito el violín en la mesa.

—Que descaro ponerle el nombre de mamá.—negaba con una sonrisa sarcástica.—¿Y qué? ¿Sí se parece a ella?—cuestionó viendo sus zapatos bien lustrados, tratando de ignorar lo mucho que le ardía la noticia en su pecho. La mujer asintió y ella apretó los puños.—La muy idiota perdió la cabeza; ya no sabe la diferencia entre una mujer y una muñeca. Lo único es que voy a tener que soportar que cualquier estúpido lleve a una mujer igual a mi madre por las calles. Genial.—la secretaria apretaba sus labios, se le notaba incómoda. —Voy a mi habitación. —anunció.

—Pero, señorita, su práctica aún...

—No le diga nada a mi madre.—interrumpió sin regresar a verla.—Si no es por usted ni siquiera se entera sobre mi vida.—Y caminó por aquella fúnebre y triste mansión.

Era irónico como una creadora de muñecas había estado tan perdidamente enamorada de una humana y de lo obsesionada que se volvió en replicar la perfección de ella. Su madre se había vuelto alguien macabro cuando su madre murió; alguien quisquilloso y perfeccionista a demasía.

Dolls | Chaelisa OSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora