Félix y Hyunjin se conocieron en un otoño. En ese momento, establecieron un vínculo especial que iba más allá de la amistad. Sin embargo, Hyunjin no le quedaba mucho tiempo de vida.
Historia hecha por aburrimiento mientras escuchaba Foruth Of July x...
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En una pequeña ciudad rodeada de montañas y bosques, donde las estaciones marcaban el ritmo de la vida, vivían dos chicos que parecían haber nacido para encontrarse. Félix y Hyunjin. Aunque el destino les tenía preparado un desenlace doloroso, su historia quedó grabada en la memoria de todos los que los conocieron.
Félix había llegado al pueblo en uno de esos otoños que parecían eternos, cuando las hojas doradas caían en espiral y el aire tenía un toque fresco y melancólico. Había venido de una ciudad grande, huyendo de la rutina, de los ruidos ensordecedores y del bullicio que lo asfixiaba. Buscaba paz, un lugar donde pudiera sentir que pertenecía a algo más que al concreto y a la prisa. La casa en la que se instaló estaba al borde del bosque, con una vista que se extendía hasta el horizonte, donde el sol se ocultaba cada tarde en un espectáculo de colores cálidos.
Hyunjin, en cambio, siempre había vivido en ese pequeño pueblo. Conocía cada rincón, cada sendero en el bosque, y tenía un don especial para encontrar la belleza en lo que otros no notaban. Su risa era contagiosa y su presencia, luminosa. Tenía una forma de ver la vida que hacía que todo pareciera más simple, más puro. A pesar de sus diferencias, había algo en Hyunjin que atrapó a Félix desde el primer momento que lo vio.
Se conocieron una tarde de octubre, cuando el cielo comenzaba a teñirse de un naranja profundo. Félix estaba sentado en un banco cerca del lago, perdido en sus pensamientos, cuando Hyunjin apareció corriendo con un grupo de niños, jugando a atraparse entre ellos. Félix lo observó, fascinado por su energía, por cómo su cabello negro se movía al viento, por la luz en sus ojos. Hyunjin, al notar su mirada, se detuvo y, sin dudarlo, se acercó.
-Hola, soy Hyunjin -dijo con una sonrisa radiante.
Félix sonrió también, aunque con timidez.
-Hola, soy Félix. Acabo de mudarme aquí.
Hyunjin se sentó junto a él sin que Félix lo invitara, como si fuera lo más natural del mundo. Hablaron durante horas, sobre todo y nada en particular. De alguna manera, sin darse cuenta, Félix sintió que su vida había cambiado en ese instante, como si algo en su interior hubiera despertado al conocer a Hyunjin.
Los días pasaron y la amistad entre ambos creció de forma tan natural como las hojas caían en otoño. Pasaban las tardes caminando por el bosque, explorando lugares secretos que Hyunjin conocía como la palma de su mano. Félix, que solía sentirse abrumado por el silencio de la naturaleza, comenzó a encontrar consuelo en esos momentos, especialmente porque Hyunjin estaba a su lado. Compartían sueños, miedos y secretos, creando un vínculo que iba más allá de las palabras.
Sin embargo, con el tiempo, ese vínculo comenzó a transformarse en algo más profundo, algo que ambos temían nombrar. Félix se encontró a sí mismo buscando a Hyunjin en cada cosa que hacía, pensando en él incluso cuando no estaban juntos. Hyunjin, por su parte, evitaba encontrarse a solas con Félix, temeroso de lo que su corazón le estaba gritando en silencio. Ambos sabían que lo que sentían no era simplemente amistad, pero ninguno de los dos tenía el valor de admitirlo.
