Capitulo VIII

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Dylan permanecía en silencio en la sala, su mirada perdida mientras observaba un punto fijo en la pared. Su respiración era pausada, casi mecánica, como si se hubiera convertido en una rutina más que en una necesidad. A su alrededor, los Dálmatas se movían en un constante estado de ansiedad y preocupación. Cada uno de ellos buscaba la manera de ayudarlo, pero la distancia emocional que emanaba de Dylan era palpable.

Doug, que había estado observando a su hijo desde la esquina de la sala, suspiró profundamente. Su corazón se rompía cada vez que veía a Dylan así, tan diferente al cachorro vibrante y lleno de vida que siempre había sido. Delilah se acercó a su esposo, colocando una pata en su hombro.

—No podemos rendirnos, Doug —dijo ella en voz baja—. Tiene que haber una manera de llegar a él.

Doug asintió, aunque la desesperación estaba comenzando a hacer mella en él. Sabía que Delilah tenía razón, pero cada día que pasaba sin un progreso tangible lo llenaba de temor. La idea de que podrían perder a Dylan, no físicamente, sino emocionalmente, lo aterrorizaba.

—¿Qué podemos hacer? —preguntó Doug, con la voz temblorosa—. Hemos intentado todo, y él sigue… así.

Delilah miró a Dylan con tristeza antes de volverse hacia Doug.

—No podemos detenernos —repitió ella, con más firmeza—. Tenemos que seguir intentándolo. Quizás deberíamos buscar ayuda fuera de la familia, alguien que tenga más experiencia con casos como este.

Doug la miró, considerando sus palabras. Aunque siempre habían sido una familia que resolvía sus problemas juntos, sabía que en esta ocasión podría ser necesario acudir a alguien más.

—Quizás tengas razón —admitió finalmente—. Pero, ¿quién podría ayudarnos? ¿Quién podría entender lo que está pasando por la mente de Dylan?

En ese momento, Dawkins entró en la sala, con una expresión de determinación en su rostro. Había estado investigando incansablemente desde el accidente, tratando de encontrar alguna solución que pudiera revertir los efectos del golpe que Dolly le había dado a Dylan.

—He estado pensando en lo que sucedió —dijo Dawkins, atrayendo la atención de sus padres—. El golpe que Dolly le dio fue en un área del cerebro que controla las emociones. Pero hay algo más. Creo que podríamos estar lidiando con un bloqueo emocional, más que con una pérdida permanente de sus sentimientos.

Doug y Delilah se acercaron a Dawkins, intrigados por lo que decía.

—¿Un bloqueo emocional? —preguntó Doug, frunciendo el ceño—. ¿Cómo podemos superar algo así?

Dawkins miró a Dylan, su mirada llena de una mezcla de preocupación y esperanza.

—He leído sobre terapias que utilizan estímulos emocionales fuertes para romper esos bloqueos —explicó Dawkins—. Cosas que pueden evocar recuerdos poderosos o sentimientos intensos. Pero no es algo que podamos hacer solos. Necesitamos a alguien con experiencia en este tipo de situaciones.

Doug y Delilah intercambiaron miradas, procesando la información.

—Entonces, necesitamos a alguien que entienda de emociones y cómo funcionan —dijo Delilah, reflexionando—. Quizás un terapeuta, o alguien que trabaje con traumas.

Dawkins asintió.

—Exacto. Pero no podemos perder más tiempo. Dylan está… desconectado, y cuanto más tiempo pase así, más difícil será traerlo de vuelta.

Doug tomó una decisión. No podían esperar más.

—Hablaré con Dylan —dijo, decidido—. No sé si responderá, pero tengo que intentarlo. Mientras tanto, Delilah, podrías buscar ayuda en la ciudad. Quizás haya algún especialista que pueda vernos hoy mismo.

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⏰ Última actualización: Aug 11 ⏰

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