Prólogo

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El eco de mis pasos resonaba en el pasillo vacío, mezclándose con el zumbido lejano de las luces fluorescentes. Caminaba lentamente, sintiendo el frío de las baldosas a través de mis zapatos. Había algo inquietante en el silencio del hospital a esas horas de la madrugada, como si el edificio entero estuviera conteniendo la respiración.

Llegué a la puerta de la sala de terapia y me detuve. Miré la placa de policía en mis manos, los bordes dorados reflejando la luz tenue. Era mi única conexión tangible con un pasado que no podía recordar. Con un suspiro, empujé la puerta y entré.

La psicóloga, una mujer de mediana edad con ojos amables y una sonrisa tranquilizadora, me esperaba en su silla habitual. Me dejé caer en el asiento frente a ella, sintiendo el peso de mi propia mente como una carga imposible de soportar.

"Alejandra," dijo la psicóloga, su voz suave y reconfortante, "¿cómo te sientes hoy?"

Tomé un momento para responder, mi mirada perdida en algún punto más allá de la ventana. "Es difícil de explicar," murmuró finalmente. "A veces los recuerdos son como piezas de un rompecabezas que no encajan. Otras veces, son como escenas de una película que nunca vi."

La psicóloga asintió, animándome a continuar. "¿Puedes hablarme de tu situación actual con la amnesia? ¿Cómo te afectan esos recuerdos revueltos y confusos, especialmente en tu deseo de volver a tu trabajo?"

Apreté la placa de policía en mi mano, como si el objeto pudiera darme la claridad que tanto necesitaba. "No sé si los recuerdos son verdaderos o si mi mente los está inventando solo para llenar esos vacíos. Es como si estuviera caminando en la niebla, tratando de encontrar algo sólido a lo que aferrarme. Pero recuerdo ser policía, y eso es lo único que parece claro. Quiero volver, pero tengo miedo de no ser eficiente por mi amnesia."

La psicóloga hizo una pausa, permitiendo que el silencio envolviera el espacio entre nosotras. "Es natural sentirse así, Alejandra. La mente tiene una forma de protegerse, de intentar hacer sentido de lo que no puede comprender. Pero aquí estamos para desentrañar juntas esos hilos. Poco a poco, iremos descifrando lo que es real. ¿Qué te motiva a querer regresar a la policía?"

Asentí lentamente, aunque la incertidumbre seguía pesando en mi pecho. "Es lo único que me queda de mi vida anterior. Ser policía me dio un propósito, una identidad. Pero no puedo dejar de pensar en lo que podría olvidar en una situación crítica, en lo que podría costar."

La psicóloga tomó nota, sus ojos nunca alejándose de mí. "Vamos a explorar ese recuerdo juntas. ¿Cómo te sentiste cuando viste tu placa de policía por primera vez después del accidente?"

Cerré los ojos por un momento, buscando en la nebulosa de mi mente. "Fue un destello de algo, quizás orgullo o alivio. Pero no estaba claro. Todo está tan borroso... Y eso me asusta

La psicóloga hizo una pausa, permitiendo que el silencio envolviera el espacio entre nosotras. "Es natural sentirse así, Alejandra. La mente tiene una forma de protegerse, de intentar hacer sentido de lo que no puede comprender. Pero aquí estamos para desentrañar juntas esos hilos. Poco a poco, iremos descifrando lo que es real."

La sesión continuó, mientras la psicóloga y yo navegamos por las aguas turbias de mi mente, buscando respuestas en medio del caos. Cada palabra, cada recuerdo, era un paso más hacia la verdad que desesperadamente anhelaba recuperar, y hacia la vida que anhelaba reconstruir, tanto personal como profesionalmente.

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