El cielo sobre la ciudad se había vuelto gris, una capa opresiva de nubes que parecía reflejar el estado de ánimo de sus habitantes. La represión de las autoridades se sentía en cada rincón, pero la prensa, siempre vigilante, intentaba seguir adelante, aunque a un alto costo.
La represión era como un puño de hierro que aplastaba la verdad, cada golpe resonaba en los corazones de quienes intentaban informar al público.
Emily, con su pasión por la verdad, se encontraba en la mira de las autoridades, que veían en su voz un peligro. Los agentes del gobierno se movían como sombras, acechando a los periodistas que se atrevían a escribir sobre la realidad del país.
Emily sentía el peso de la vigilancia constante. Cada paso que daba, cada artículo que publicaba, era seguido de cerca por aquellos que querían silenciarla. Su lucha por la verdad era como una llama en medio de un vendaval, siempre a punto de ser apagada, pero siempre resistiendo.
La persecución que Emily enfrentaba era como una sombra que la seguía a todas partes, un eco de pasos detrás de los suyos que nunca se alejaba. Cada vez que escribía, sentía que las palabras eran flechas lanzadas contra un enemigo invisible, un enemigo que respondía con amenazas y presiones, intentando hacerla retroceder.
El coraje de Emily era como un roble en medio de la tormenta, sus raíces se hundían en la verdad y su tronco resistía cada embate. Sabía que su voz era necesaria, que no podía callar mientras el país se sumía en la oscuridad. Aunque las sombras la acechaban, su luz interior brillaba con fuerza, guiándola a través de la tempestad.
Mientras tanto, Aiden, conocido por su incorruptibilidad como abogado, comenzó a enfrentar su propia lucha. En su trabajo, la presión aumentaba. Sus colegas, muchos de los cuales habían caído bajo la influencia de Nyx, comenzaron a verlo como una amenaza. Ser un abogado correcto en un sistema corrupto lo convertía en un blanco fácil.
La discriminación que Aiden enfrentaba era como un muro invisible que lo aislaba del resto, un obstáculo que intentaba detener su avance.
Cada vez que defendía la justicia, sentía que las miradas de odio se clavaban en su espalda, como flechas envenenadas.
El ambiente en su oficina se había vuelto tóxico, una atmósfera enrarecida donde la luz de la justicia era sofocada por la negrura de la corrupción y la lujuria, ya que su rechazo a las propuestas indecentes de todas sus compañeras lo volvían un objeto del deseo más bajo y sombrío.
Fuera de las oficinas y las redacciones, la ciudad estaba al borde del colapso. Los disturbios se habían convertido en parte de la rutina diaria, una muestra de la desesperación que impregnaba la vida de los ciudadanos. La violencia era palpable, una energía oscura que recorría las calles y se manifestaba en cada esquina.
La violencia en las calles era como un río de lava que se desbordaba, quemando todo a su paso. Los gritos de desesperación se alzaban como un coro trágico, resonando en las avenidas llenas de humo y destrucción. Cada ventana rota, cada edificio en llamas, era un recordatorio del caos que se había apoderado de la ciudad.
El caos en la ciudad era como una tormenta descontrolada, su furia se sentía en cada rincón. La tensión era tan densa que casi se podía tocar, como una nube negra que se cernía sobre la ciudad, amenazando con desatar su furia en cualquier momento. La paz era solo un recuerdo lejano, reemplazada por el constante sonido de sirenas y el eco de los disturbios.
En medio de todo esto, Nyx no perdió la oportunidad de aumentar la presión sobre Aiden. El líder de los Hijos del Caos comenzó a oscurecer los corazones de los compañeros de trabajo de Aiden y Emily, convirtiendo a quienes alguna vez fueron aliados en enemigos. Aiden podía sentir cómo la oscuridad se cernía sobre él, intentando corromper todo lo que tocaba.
Nyx era como un veneno que se infiltraba en el agua, insidioso e invisible, corrompiendo todo lo que tocaba. Sentía que la sombra de Nyx lo seguía a todas partes, intentando invadir su mente, su corazón, y cada aspecto de su vida. Los compañeros que antes lo respetaban, ahora lo miraban con desdén, sus corazones oscurecidos por las maquinaciones de Nyx.
Una noche, cuando finalmente se dejó caer en el sueño, Nyx encontró una grieta en la fortaleza mental de Aiden. Desde las profundidades de la oscuridad, Nyx indujo una pesadilla en la mente de Aiden, una visión tan real y aterradora que lo dejó sin aliento. En la pesadilla, Aiden estaba atrapado, inmóvil, mientras su padre Gabriel era torturado por la oscuridad.
La pesadilla era como una prisión de sombras, cada rincón estaba lleno de las imágenes más aterradoras que su mente podía conjurar. Gabriel, el ángel que siempre había sido su protector, estaba encadenado, sus alas doradas y blancas cubiertas de oscuridad, sus gritos eran como dagas que atravesaban el corazón de Aiden.
El dolor que Aiden sentía en la pesadilla era como una ola que lo arrastraba hacia un abismo sin fondo, una sensación de impotencia tan abrumadora que lo dejaba sin aliento. Intentaba moverse, intentar hacer algo, pero su cuerpo no respondía, como si estuviera hecho de piedra. La oscuridad que envolvía a su padre era densa, un manto negro que parecía succionar toda la luz del lugar.
De repente, Aiden despertó con un grito, su cuerpo empapado en sudor y temblando incontrolablemente. El dolor de la pesadilla todavía latía en su pecho, y durante unos segundos, no pudo distinguir la realidad del sueño. Pero la cálida presencia de Emily lo sacó de esa oscuridad.
El despertar de Aiden era como emerger de un lago helado, su cuerpo temblaba como si todavía estuviera atrapado en las garras de la pesadilla. Su respiración era rápida y superficial, sus ojos aún llenos de las imágenes de terror que Nyx había plantado en su mente.
El miedo que sentía Aiden era como una sombra que se negaba a disiparse, aferrándose a su alma con uñas y dientes. Pero cuando Emily lo abrazó, ese miedo comenzó a desvanecerse, reemplazado por la calidez de su amor.
Emily, quien había despertado al escuchar el grito de Aiden, lo abrazó con fuerza, sus alas doradas lo envolvieron como un manto protector. Ella susurraba palabras de amor y consuelo, intentando calmar su mente perturbada. Sentía el temblor en el cuerpo de Aiden, y sabía que Nyx estaba detrás de todo, intentando quebrarlo.
El consuelo de Emily era como un bálsamo para las heridas de Aiden, su voz era suave como una brisa cálida, acariciando su alma atormentada. Las alas doradas que lo envolvían eran un escudo contra la oscuridad, una barrera de luz que mantenía a raya las sombras que intentaban volver a entrar en su mente.
El amor de Emily era como una llama que nunca se apaga, su calor disipaba el frío que la pesadilla había dejado en el corazón de Aiden. Con cada susurro, con cada caricia, sentía que la luz volvía a llenar su ser, empujando la oscuridad fuera de su mente.
Aiden, temblando todavía, se aferró a Emily como si fuera su ancla en un mar tempestuoso. Sabía que la batalla con Nyx estaba lejos de terminar, pero con Emily a su lado, se sentía más fuerte. Sin embargo, la imagen de su padre siendo torturado seguía grabada en su mente, un recordatorio de que el peligro era real, y que Nyx no se detendría hasta destruir todo lo que Aiden amaba.
Padre....Gabriel no vengas aquí. Es demasiado peligroso para tí. Quedate en el cielo, en los brazos de Luzbel. Por favor te lo pido...papá.
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El Guardian Del Equilibrio (Libro V)
FantasíaSAGA ARCÁNGEL (TOMO V) En un mundo donde la luz y la oscuridad luchan constantemente por el dominio, Aiden, el hijo de los poderosos arcángeles Gabriel y Luzbel, se enfrenta a su destino como el Guardián del Equilibrio. Tras una épica batalla contra...