Varios años atrás, Ayrton narró la vida de su esposa, Eliana, una aristócrata de gran renombre, cuya imagen pública irradiaba perfección, empatía y dulzura. Sin embargo, tras esa fachada se ocultaba una líder autoritaria, manipuladora y sádica, capa...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Nací el 6 de septiembre de 1966, producto de una infidelidad. Soy la sexta hija de mi madre y la séptima de mi padre. Todos decían que yo era la favorita de Eliana, tal vez porque era tan similar a ella. Heredé sus amados ojos verdes, brillantes y con esa característica mirada infantil, su piel blanca como la porcelana, delicada y sin imperfecciones. Mi cuerpo también era frágil, y mi cabello, largo y rubio casi blanco, caía en suaves ondas hasta mi cadera. Parecía una muñeca casi perfecta, un reflejo de la belleza de mi madre. Casi, porque ese "casi" era el recordatorio constante de Eliana. Quizás si hubiera tenido una nariz más respingada, unos muslos ligeramente más gruesos y un coeficiente más alto, hubiera sido la princesa perfecta que ella deseaba.
Eliana eligió mi nombre, Lucrezia, basándose en su admiración por Lucrecia Borgia, mujer que había encarnado la combinación de belleza, poder y manipulación que mi madre tanto veneraba. Mi segundo nombre, Matilda, fue en honor a mi verdadero padre, Matt, el hermano de Ayrton y uno de los múltiples amantes de Eliana. Cada vez que escuchaba mi nombre completo, me preguntaba por el cinismo de mi madre, cómo alguien podía ser tan descarada. El hecho de que Eliana eligiera nombres con tanto significado solo reforzaba su complejo de superioridad y control. Al nombrarme así, no solo honraba a sus ídolos y amantes, sino que también dejaba una marca de su propia historia en la mía, reafirmando su capacidad para moldear la realidad a su antojo. Cada vez que alguien pronunciaba "Lucrezia Matilda", era como si pronunciara las palabras de un hechizo, un hechizo que podría perjudicar a los más débiles.
A menudo me preguntaba si Ayrton alguna vez sospechó la verdad detrás de mi nombre, si alguna vez se dio cuenta de la ironía cruel que representaba. Sin embargo, su devoción ciega hacia Eliana y su amor incondicional hacia mí lo mantenían en la oscuridad. Eliana, por su parte, se complacía de su habilidad para manipular a todos a su alrededor, incluso a través de algo tan simple como un nombre que celebraba sus conquistas.
Luego de mi larga presentación, creo que debí comenzar hablando de mi infancia. Desde pequeña, supe que el amor de mi madre era algo que debía ganarse. En mi caso, no tuve que hacer muchos sacrificios; bastaba con parecerme a ella. Mientras mis hermanos eran tratados con frialdad e indiferencia, yo recibía una atención especial, casi sofocante. Esta preferencia, sin embargo, no era más que una vía para un control más estricto y una manipulación más sutil. Su atención me mantenía bajo una vigilancia constante, cada cumplido y cada gesto de cariño ocultaba un cúmulo de demandas. Aunque era el centro de su mundo, sabía que esta atención venía con un precio: la necesidad de cumplir con sus rigurosos estándares y de mantenerme en línea con sus deseos.
Por su parte, Ayrton parecía amarme incluso más que Eliana; él se desvivía por complacerme y comenzó a llamarme "la pequeña princesa". Sabía que podía obtener cualquier cosa que deseara con solo pedirlo. Puedo describir a Ayrton como un padre amoroso y comprometido con su papel como patriarca de nuestra familia. A diferencia de mi madre, él no hacía diferencias entre mis hermanos y yo; nos trataba a todos con el mismo amor y respeto que cada uno merecía. Su amor por nosotros no conocía límites, y siempre buscaba formas de mostrar su afecto y apoyo.