Capítulo 1

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Barrios bajos de la capital de Fthora, Continente Alther

Tener como casa un callejón oscuro sin saber si podrás comer en los próximos días ¿es la forma en la que las personas deberían vivir?

¿O lo es tener que aguantar insultos y golpes solo por existir? A fin de cuentas nadie pidió nacer con la vida que tiene, es solo cuestión de suerte.

A algunos el destino les bendice con una casa cómoda, una familia amorosa y estabilidad económica. Pero por desgracia, a otros el destino los trata tan mal que los golpea una y otra vez sin descanso.

Jinsel se encontraba en el segundo grupo de personas. Su única familia era su hermana mayor, ambos vivían en las calles y con el limitado dinero que podían ganar entre los dos, no lograba comer más que unas pocas sobras de un restaurante cada unos cuantos días.

A no ser que Jinsel lograra robar algo, como hizo ese día.

Con el rostro cubierto ligeramente, huía cargando un saco de panes de tamaño mediano, mientras intentaba que su capucha no cayera y revelara su negro cabello.

—Maldito mocoso ¡vuelve aquí! —
Su perseguidor, un hombre obeso de unos cuarenta o cincuenta años, gritaba groserías a sus espaldas.

Jinsel se burló en su mente.

Robar no le daba una sensación gratificante, rara vez lo hacía y si no se tratara de sobrevivir en esa sociedad de mierda no lo haría nunca. Pero existía otra razón mucho más personal para realizar este robo en particular: odiaba con todo su ser a ese asqueroso hombre.

La última vez que con meses de esfuerzo, su hermana y él lograron reunir algo de dinero, fueron de compras a su puesto. Era el más barato de los alrededores pero el dueño, el hombre que le perseguía, no dejaba de tocar los senos o las nalgas de su hermana fingiendo que era un accidente. Incluso cuando claramente y a simple vista metía las manos bajo su falda o escote con una sonrisa obscena en el rostro.

Este comportamiento encendió la ira en el pecho de Jinsel, sabía que su hermana sacrificaba su cuerpo para mantenerlos a ambos, pero aún así no lograba calmarse y menos viéndolo con sus propios ojos. ¡Su hermana sólo tenía 17 años! ¿Cómo se atrevía ese viejo depravado a tocarla justo frente a él? El chico apretó los puños tratando de contenerse.

Después de soportar todas las insinuaciones lascivas del hombre, vió a su hermana tomar la comida y despedirse con una sonrisa forzada. Luego tomó su mano y se dió la vuelta para alejarlo de aquel puesto de comida.

—¡Espero en mi cama esta noche, hermosa! —Se escuchó la voz empalagosa a sus espaldas.

—Claro señor —. Dijo la chica actuando coquetamente, utilizando sus encantos para concertar la cita que le permitiría tener comida al menos unos días más.

Y esa fue la gota que colmó el vaso para Jinsel. Su mano se comenzó a calentar rápidamente, sus pupilas se contrajeron y su mandíbula se tensó.

Estaba por volver corriendo a ese maldito puesto a matar a ese viejo vicioso a golpes pero Jianni, su hermana, al notar esto apretó su agarre. Le dió una mirada significativa y negó con la cabeza.

Jinsel entendió lo que quiso decir casi al instante, su hermana se lo había dicho muchas veces ya:

"A mí tampoco me gusta hacer esto, me siento sucia cada vez que esos hombres asquerosos me tocan... pero es necesario, si trabajo como mesera no podremos comer ni una vez en la semana. Y está bien que yo no coma, yo puedo pasar hambre, pero me niego a que tú lo hagas".

Esto hizo sentir culpable a Jin por ser tan inútil y no poder evitar que su hermana pase por tantas cosas. Su situación era difícil ya que, aunque lo había intentado varias veces, no le habían aceptado en ningún tipo de trabajo fijo con una buena paga y estos trabajos hechos por Jia era lo único que los sostenía.

Y tal vez ese cliente que había conseguido ahora sería el que aseguraría sus próximas comidas.

Pero aún así decidió vengarse.

Saliendo de sus pensamientos corrió rápidamente a través de las calles llenas de gente, con su botín regodeándose en la cara retorcida de ira del viejo depravado.

—¡Un ladrón! ¡Ayúdenme! ¡Por favor! — Gritaba, pero todos le ignoraban ya que los robos eran algo común en este lugar.

Después de correr por unos diez minutos sin descanso, todavía no perdió de vista al desagradable dueño del puesto. Para ser tan gordo al parecer tenía muy buena resistencia, seguramente gracias a una píldora espiritual energética.

Cinco minutos después, había llegado a un pequeño parque que resaltaba por sus árboles frondosos, con una red de enredaderas gruesas por encima dándole al lugar un toque místico, al tiempo que brindaba sombra a los bancos bajo ellos.

Se adentró rápidamente en él, se quitó la capucha y la escondió junto al saco de pan robado en unos arbustos fuera de la vista de las personas que estaban ahí. Luego se dirigió hacia un grupo de niños de su edad, que jugaban con una pelota y fingió corretear con ellos.

Jinsel vió con satisfacción que cuando el hombre llegó al lugar, no encontró al chico encapuchado que había estado persiguiendo. Y comenzó a preguntar por él en los alrededores, pero todas las familias y niños que se encontraban ahí compartiendo tiempo de calidad le echaban como si se tratara de una peste por interrumpir el buen ambiente.

Al final el viejo asqueroso no pudo hacer nada más que rendirse y volver reprimiendo la furia que sentía.

—Idiota —.Resopló Jinsel por lo bajo cuando lo vio desaparecer en la calle.

Ya que todo había terminado se volvió para dirigirse a donde había escondido sus pertenencias, pero de pronto una voz suave y tímida lo detuvo:

—Oye, ¿quieres jugar conmigo?

Desde las cenizas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora