Era el día más helado del año, tan frío, pero a penas lo sentía. Las copas de los árboles se encontraban repletos de nieve, el verde a penas se veía en el comienzo del camino. Los pequeños animales refugiados en sus guaridas y cuevas. Nada se escuchaba a excepción de las personas que se encontraban reunidas en el centro del bosque de las hadas. Tuvieron que ir en el grupo más grande posible de magos para poder entrar a ese lugar con seguridad, para que las hadas no se los comieran vivos.
No sabía cuál de ellos se encontraba más nervioso ante tal acontecimiento que décadas atrás no se hacía, ya que en aquellos tiempos no era necesario. Para entrar a ese lugar era necesaria una catástrofe como la que ahora estaba sucediendo, nadie arriesgaría así su seguridad a menos que fuera necesario.
Se suponía que después de la última vez sólo habría paz, se suponía que habían acabado con todo y todos. No podía creer que nuevamente se encontraban en tal situación, justo cuando pensaba que se estaba sintiendo cómodo con el personaje que había nacido como él en este lugar. Se suponía que tenían un trato. Él podría pasar su inmortalidad en paz a cambió de todo lo que dio en la época de guerra. Por todo lo que perdió.
Seis décadas pasaron, un tiempo en el que pensaron no volver a llamar a los Santos, que con el que quedaba sería suficiente para la supervivencia de su tierra, pero no contaban con que las catarsis siguieran y mucho menos a manos de uno de los suyos. En un lugar tan tecnológico y moderno aún era necesaria la presencia de ellos. Que molesto, pensaban algunos. Pedir ayuda a personas que no tienen y no entienden el amor a su hogar. El mundo de ellos. Unos simples extranjeros tendrían que proteger nuevamente lo que estaba bajo su cuidado.
Él nunca pensó que pasaría por lo mismo nuevamente, pero desde una posición completamente diferente. Ahora podía entender a los que en su tiempo lo llamaron, la necesidad en la que se encontraban para depender de unos completos extraños. Quitarles la vida a unos para salvar a otros. Quitarles la libertad a algunos para salvar a los suyos.
Estaban reunidos en cima del monte, en el punto más alto haciendo el ritual de los hijos Ashtir. Los magos se encontraban ya en sus puestos, listos para comenzar. Mientras las palabras comenzaban a pronunciarse un escalofrío recorrió la espalda de Arán. Esta vez deberían llegar 5, a diferencia de la última vez que fueron 7, en donde 2 se quedaron y el resto o volvió de dónde vinieron o murieron defendiendo un pueblo que no era suyo. Se preguntaba a quienes traerían esta vez. Seguramente unos idiotas inseguros y débiles tendrán que empezar desde cero. Sólo esperaba que le alcanzara el tiempo antes de que los Cathares acabaran con todo.
Cuando fue su turno, era aún muy joven, pero no tenía nada en casa así que decidió que si moría le daba igual, aunque termino siendo todo lo contrario. Gracias a sus poderes adquiridos obtuvo la juventud eterna, o al menos hasta que él quisiera. La magia era algo maravillosamente oscura, se podrían lograr muchas cosas con un poco de poder, es por eso por lo que en este mundo no todos la poseían, no al grado que él podía al menos. Esa era su recompensa por su esfuerzo y traumas que conllevó aquello. El año rojo.
Algo simplemente inolvidable. Aún se preguntaba como estarían los que decidieron volver a su mundo, seguramente ya viejos ¿Tendrían familia e hijos?; no, seguramente después de vivir todo aquello y volver a la normalidad, deberían estar encerrados en un manicomio, si es que no se suicidaron antes. Sólo esperaba que esta vez sea una victoria segura. Sólo quería que esta vez los chicos que llegaran fueran más fuertes de que lo fueron ellos. Haría lo posible por que así fuera, aunque tenga que convertirse en un maldito para ellos, estaba dispuesto con tal de que todos salieran con vida, más no esperaba que salieran ilesos, al menos no psicológicamente.
Aún creía a veces que estaba en un sueño... o una pesadilla, mejor dicho. Algunas noches seguía despertando después de estar a punto de morir nuevamente o de oír a sus antiguos compañeros gritar. Hace años debió superarlo, pero son cosas que lo perseguirán por siempre y sobre todo ahora que está volviendo a comenzar un nuevo ciclo.
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Ataraxia
Science FictionUn nuevo mundo, una nueva vida. Un grupo de jóvenes recién llegados para ser los santos de Aleia. Raros, prepotentes, egocéntricos, pervertidos, dispuestos a salvar al mundo, pero obteniendo todo lo que puedan a cambio.