Yo no sé en qué momento mi cuerpo y yo decidimos que seríamos enemigos, si siempre habíamos sido inseparables.
Juntos desde que nacimos, juntos nos alimentamos de mamá, juntos al primer día de escuela, juntos jugando a hacer pasteles de lodo, juntos haciendo la tarea con pegamento embarrado en las manos y probando el sabor de los crayones y jugando a brincar la cuerda a la hora del recreo y ganando nuestro primer diploma y saliendo a pasear en bicicleta.
Y de pronto, un día simplemente dejamos de agradarnos. No nos poníamos de acuerdo en la ropa que nos queda bien, nuestras metas no parecían ser las mismas. Mientras yo anhelaba ser una delgadísima y delicada bailarina, mi cuerpo deseaba más bien ser de una mujer fuerte y curvilínea, capaz de hacer actividades dignas de un niño robusto.
Ya no nos gustaban las mismas cosas. Mientras yo deseaba ser la chica linda, popular, siempre a la moda y rodeada de amigos, mi cuerpo se perfilaba para ser una nerd con capacidades literarias frustradas y gusto por la lectura que le daba un aspecto de "ratón de biblioteca".
Nada de lo que hacíamos parecía ir hacia la misma dirección.
Fue por eso que un día me declaré la guerra. Si al fin y al cabo yo soy mi dueña, ¿por qué habría mi cuerpo de decidir por mí?
Peleamos muchas batallas una contra el otro, algunas las gané yo, otras las ganó mi cuerpo. A veces parecía que yo me llevaría el triunfo definitivo, pero al final mi cuerpo tomaba la ventaja...
La guerra se intensificó con el paso de los años, cada vez más encarnizada, al grado de dejarnos la piel hecha jirones, los ojos ensangrentados y la mente destrozada.
Terminamos odiándonos a muerte, incapaces de vernos a los ojos y sintiendo asco uno del otro a cada segundo, sin tregua, entre gritos y lágrimas, impotencia y coraje, ansiedad y melancolía de los días del pasado en que éramos simplemente uno.
Hoy subsistimos por mero instinto de supervivencia, sin entender cómo llegamos a esto y, sin embargo, seguimos aquí, soportando este vaivén de odio, autocompasión, lástima y derrotismo.
Pero así es esto, hay que vivir, hasta que el cuerpo aguante...
