Capitulo único

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Una figura alta avanzaba por las calles desiertas bajo la luz de la luna. Su cabello negro azabache, tan oscuro como la noche misma, caía en mechones ligeramente desordenados sobre su frente. Llevaba un traje del mismo tono que su cabello, cada uno de sus pasos resonaba sobre el pavimento.

Sus ojos, de un color púrpura profundo e inusual brillaban con intensidad.

Finalmente, sus pasos se detuvieron frente a un edificio solitario, cuyo muro estaba sucia y con enredaderas secas. La estructura parecía abandonada, un lugar olvidado por la vida misma, pero el chico sabía que habia actividades por dentro a pesar de su apariencia.

Extendió una mano hacia la puerta, sus dedos rozando la madera áspera antes de golpear suavemente. Mientras esperaba, su mirada se deslizó con cautela hacia ambos lados, asegurándose de que nadie lo observaba. Unos segundos después, la puerta se abrió con un crujido, revelando una figura.

—Adelante —murmuró el joven guardián, inclinando la cabeza en una muestra de respeto.— Señor Duxo.

Al escuchar su nombre, un destello de diversión cruzó el rostro de Duxo, aunque sus labios permanecieron inmutables. Siempre, en cualquier lugar donde estuviera, su presencia era reconocida, como si el aire mismo lo susurrara a quienes lo rodeaban.

El interior del edificio era tan oscuro como el exterior, apenas iluminado por un parpadeo de luces rojas y doradas que tintineaban como estrellas moribundas. El ambiente era denso, cargado con un aroma a humedad y algo más... recordaba a una discoteca, pero con un toque mucho más siniestro y morboso.

No había ventanas, solo gruesas cortinas de terciopelo que bloqueaban cualquier rayo de luz externa. Las paredes, aunque bien cuidadas, estaban salpicadas con manchas sospechosas de un líquido blanco y espeso, una firma inconfundible de aquel lugar.

Duxo caminaba con pasos firmes y pesados, el sonido de sus botas resonando en el pasillo estrecho. Finalmente, se detuvo frente a una cortina roja que ondeaba con el ritmo de la música distante.

Con un suspiro casi inaudible, Duxo extendió su mano y apartó la cortina, dejando que el ruido y la vibrante energía del lugar lo envolvieran. Dio un paso al frente, levantando la vista hacia el espectáculo.

Las luces tenues danzaban sobre las paredes. Mientras sus ojos recorrían el lugar, se detuvieron, inevitablemente, en los más inexpertos; aquellos que aún no habían aprendido a esconder la inocencia detrás de una máscara de indiferencia.

Entre todos ellos, uno captó su atención. Era un chico de cabellera color marrón, sentado en un rincón apartado. Había algo en su postura tímida, en la manera en que evitaba la mirada de los demás, que lo hacía invisible para todos... excepto para Duxo. Nadie lo miraba, nadie lo notaba, pero para Duxo, era imposible no verlo.

Con una decisión silenciosa, Duxo se acercó, sus pasos ligeros para no llamar la atención. Al llegar junto a él, se inclinó ligeramente y, en un tono bajo que parecía una caricia en medio del bullicio.

— Hey, muchacho...— susurró extendiendo su mano en el hombro del contrario, rozando su melena ondulada

El castaño levantó la mirada lentamente, siguiendo el sonido de la voz que lo llamaba. Sus ojos color miel avellana, asustados, se encontraron con unos orbes de un púrpura que parecían penetrar hasta lo más profundo de su trasero. La intensidad de esa mirada lo desarmó por completo; el calor subió rápidamente a sus mejillas, pintándolas de un sonrojo evidente. Incapaz de sostener ese contacto visual, apartó la vista con torpeza, mientras una mezcla de terror y vulnerabilidad se agitaba en su interior.

Temblaba ligeramente, no solo por el frío que lo envolvía, sino también por el miedo latente de estar en un lugar como aquel, rodeado de personas y situaciones que apenas comprendía. Tragó saliva, intentando encontrar su voz, que parecía haberse perdido en algún rincón de su garganta.

Hey Hey, special Boy! // 𝐃𝐔𝐗𝐈𝐍𝐎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora