UNA LUZ SE APAGA, OTRA SE ENCIENDE

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Su familia nunca fue muy devota, más bien lo contrario. De corazón bondadoso, pero pocas veces habían pisado una iglesia.

El olor a madera vieja y cera derretida es agobiante, y la energía del lugar es más pesada de lo que se suponía. En realidad tiene ganas de irse, pero no lo hace porque su objetivo está justo ahí, frente a todos esos pobres creyentes.

En su mente, imaginó que jamás podrían poner un pie en la casa de Dios, pero no: el cielo no oscureció, los crucifijos no se invirtieron, los cimientos no ardieron y ellas estaban intactas, allí sentadas al final.

Los murmullos de todos rezando van al unísono, junto a la voz cantante subida en el altar, con la cruz a sus espaldas y la figura del crucificado.

Mira a Jennie de reojo, esta concentrada analizando cada movimiento del joven pastor que oraba por todas las almas descarriadas.

Por la manera en que asienten a cada palabra, es notable la admiración y respeto que le tiene el pueblo entero, sin lugar a duda. Se siente privilegiada sabiendo que esa gente solo alababa a otro monstruo que eliminarían pronto.

De todos ellos, Lisa se percata de una monja que parece ser su mano derecha, sin embargo, hay algo más en sus miradas cada vez que se cruzan. Lo deja pasar, no es asunto suyo.

Finalmente Jennie le dice algo tan bajito que no la entiende de primeras.

—Dije que ya no necesito ver más. Vámonos. No soporto este sitio —Se pone de pie sin hacer ruido.

—Qué alivio, pensé que era la única —dice saliendo tras ella hacía el coche—. ¿Y cuál es el plan? ¿Adónde vamos?

Jennie da vuelta de llave dejando la parroquia atrás en cero coma—: vi una tienda, busquemos provisiones y salgamos lo menos posible hasta que anochezca.

La última parada es nuevamente el motel, Lisa entra indignada tras Jennie, que le ordena guardar la compra. Ante esa inquietud también se le queda viendo a su sirvienta, que solamente se dedica a juzgarla con la mirada.

—Llevas con esa cara de culo desde que salimos de la tienda. ¿Qué bicho te ha picado?

—¿Era necesario que manipularas al dependiente para no pagar? Me pregunto si hiciste lo mismo para conseguir esta habitación.

—Obvio, ¿qué tiene de malo ahorrar en gastos innecesarios?

—Eso está mal —insiste Lisa.

—Lisa, asesinamos a gente. ¿No te parece peor?

—Es distinto.

—No lo es, cualquiera de estas acciones siempre le causan dolor a alguien. ¿Qué más te da? Nadie se arruinará por esto. Guarda ya mi helado, no te irá bien si se me estropea por tus mierdas de concienciación hipócritas.

Lisa acata, guardando las cosas. Jennie se sienta en la meseta, su mirada juguetona trama algo y lo sabe, pero prefiere dejar que ella misma suelte la sopa.

—En lugar de centrarte en mí, debería molestarte cuán asqueroso y manipulador es el cura de este pueblo. ¿No me vas a preguntar a qué se dedica cuando nadie le ve?

—La verdad es que me hago una idea. Ya sabes, la fama precede.

—Muy predecible, cierto. Pues sí, por ahí van los tiros. Pero al final, ¿a quién le creerían siempre? ¿A un puñado de chicas o al hombre que representa la fe y la verdad?

—Lo sé. Tiene el poder absoluto de este pueblo —Abre su helado y se sienta a comerlo—. ¿Iremos a por él está noche?

—Sí, hoy es el único día que se queda sólo por la noche, tenemos que aprovechar.

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