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-El sol de la tarde caía suavemente sobre el parque, donde los árboles grandes proyectaban sombras largas sobre el césped verde. En una banca, Perú estaba sentado con un cuaderno viejo en sus manos. El cuero marrón que lo cubría estaba desgastado por el tiempo, y las páginas amarillentas en su interior contenían más que palabras; contenían recuerdos.

Bolivia, Argentina y Chile estaban a su lado, pero en lugar de jugar como siempre, esta vez los tres miraban con curiosidad el diario que Perú sostenía. Había algo en ese cuaderno que los intrigaba, algo en la forma en que Perú lo agarraba, como si estuviera protegiendo un tesoro.

—Oye, Perú, ¿qué es ese cuaderno que siempre llevas contigo? —preguntó Bolivia, inclinándose un poco para verlo mejor. Su tono era curioso pero también preocupado; nunca había visto a su amigo tan concentrado en algo.

Perú levantó la vista lentamente, como si hubiera sido despertado de un sueño profundo. Sus ojos color miel cual dorado se encontraron con los de sus amigos, y por un momento, no supo qué decir. El diario era algo muy personal, un lugar donde había vertido sus pensamientos más profundos, sus miedos, y también sus alegrías. Pero al ver la sinceridad en los rostros de sus amigos, decidió que quizás era el momento de compartir un poco de lo que guardaba en su interior.

—Es... un diario —respondió finalmente Perú, acariciando la portada con cuidado—. Aquí escribo todo lo que siento, lo que me pasa... cosas que a veces no sé cómo decir en voz alta.

Argentina, siempre el más entusiasta, se acercó un poco más, inclinando la cabeza para mirar las páginas.

—¿Y qué has escrito ahí? —preguntó con una sonrisa—. ¿Alguna aventura secreta? ¿O un tesoro escondido?

Perú sonrió un poco, aunque no era una sonrisa de felicidad completa. Había aventuras en ese diario, sí, pero también había dolores que preferiría no revivir.

—Hay de todo un poco —respondió con una ligera sonrisa—. Cosas buenas y malas... cosas que no siempre son fáciles de contar.

Chile, que hasta ese momento había estado callado, observando desde la distancia, se acercó y se sentó junto a Perú. Puso una mano en su hombro, dándole un pequeño apretón de apoyo.

—No tienes que contar nada si no quieres, cuysito —dijo con suavidad—. Pero si decides compartirlo, estamos aquí para escucharte.

Perú miró a Chile con agradecimiento. Sabía que no era fácil para él hablar de cosas profundas, pero su gesto significaba mucho. Miró de nuevo el diario, y después de un momento de silencio, decidió abrirlo. Las páginas se desdoblaron con un susurro, revelando letras escritas con esmero, pero también con emoción. Algunas páginas estaban llenas de tachones, como si las palabras no hubieran salido bien la primera vez.

—Aquí escribí sobre mi madre  —dijo Perú en voz baja, señalando una página con su dedo—. Fue después de que... bueno, ustedes saben.

Los amigos asintieron en silencio. Sabían lo difícil que había sido para Perú perder a su madre, y aunque habían estado a su lado, también entendían que había cosas que él solo podía expresar en ese diario.

—Escribí sobre los días que pasé con ella, cómo cuidábamos a los animales juntos, y cómo sentía que el mundo se detenía cuando ella ya no estaba... —continuó Perú, su voz temblando un poco—. Pero también escribí sobre cómo ustedes me ayudaron a seguir adelante.

Bolivia, que siempre intentaba ver el lado positivo de las cosas, sonrió con ternura.

—Siempre estaremos aquí para ti, Perú. Eso lo sabes, ¿verdad?

—Sí, lo sé —respondió Perú, asintiendo lentamente—. Y por eso, también quiero que sepan que este diario no es solo triste. También he escrito sobre nuestras aventuras, como cuando exploramos la montaña detrás de la escuela y encontramos ese árbol gigante. ¿Recuerdan?

Los ojos de Argentina brillaron al recordar.

—¡Claro que sí! —exclamó, riendo—. ¡Ese día casi me caigo de la rama más alta!

—Y cuando fuimos a la feria y ganamos ese enorme oso de peluche en el juego de dardos —agregó Chile, sonriendo por primera vez desde que habían empezado a hablar del diario.

Perú asintió, sintiendo cómo el peso en su pecho se aligeraba un poco al compartir esos recuerdos. Era bueno recordar las cosas felices también, no solo las tristes. Y con sus amigos a su lado, se sentía un poco más fuerte, un poco más capaz de enfrentar lo que el futuro pudiera traer.

—Entonces, ¿quieres leer algo del diario para nosotros? —preguntó Bolivia con una mirada esperanzada.

Perú lo pensó por un momento, y luego asintió. Abrió el diario en una página en particular, una que había escrito hace poco, y comenzó a leer en voz alta. Las palabras fluían de sus labios con suavidad, y mientras leía, sus amigos lo escuchaban con atención, como si cada palabra fuera un secreto valioso que ahora compartían entre ellos.

Y así, en esa tarde tranquila bajo el sol que se escondía lentamente, Perú, Bolivia, Argentina y Chile se unieron más que nunca, compartiendo recuerdos, risas y lágrimas, todo gracias a las páginas de un viejo diario que guardaba más que solo palabras. Guardaba la esencia de su amistad, de su vida, y de todo lo que estaba por venir, pero aún asi, él mismo sabia que su diario no se lo puede confiar a cualquiera, pero son sus amigos, confia en ellos, no lo traicionarían ¿Verdad?

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⏰ Última actualización: Aug 14 ⏰

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