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La luz del sol filtraba sus rayos entre los altos árboles del bosque, llenando de un resplandor cálido la pequeña cabaña donde Yesung y Ryeowook vivían juntos. Era un lugar apartado, rodeado de naturaleza en su estado más puro, donde los días parecían eternos y las preocupaciones del mundo exterior no tenían cabida. Aquí, en su refugio, todo era calma.
Ryeowook estaba en la cocina, tarareando suavemente una melodía mientras preparaba el desayuno. Los aromas del café recién hecho y el pan tostado llenaban el aire, creando una atmósfera reconfortante. Yesung, aún adormilado, bajaba las escaleras con una sonrisa en el rostro, sus ojos medio cerrados mientras se frotaba el cabello desordenado.
—Buenos días, dormilón —le dijo Ryeowook con una sonrisa radiante, girándose hacia él con una taza de café en la mano.
Yesung rió suavemente, acercándose para recibir el café, pero en lugar de tomarlo, envolvió a Ryeowook en sus brazos, inclinándose para besarle la frente.
—Buenos días a ti —murmuró contra su piel—. ¿Qué haría sin ti?
Ryeowook soltó una pequeña risa, apoyando su cabeza en el pecho de Yesung.
—Probablemente te morirías de hambre. No sé cómo sobrevivías antes de que yo llegara —bromeó.
El sonido de la risa de ambos llenó la habitación, envolviendo el aire con una calidez que parecía eterna. Todo era tan simple, tan perfecto. Los días pasaban con una paz que se sentía casi irreal. La rutina de su vida en el bosque era una coreografía de afecto mutuo: Yesung cortaba leña, Ryeowook cocinaba; Yesung salía a cazar o pescar, y Ryeowook limpiaba la casa; por las tardes, paseaban juntos por el bosque, a veces en silencio, otras veces compartiendo anécdotas y sueños.
—Deberíamos plantar un jardín —sugirió Ryeowook un día mientras caminaban por un sendero cerca del lago—. Sería bonito tener nuestras propias flores.
Yesung lo miró con cariño, sus ojos brillando con suavidad.
—Si quieres flores, tendrás flores —dijo, su voz baja y serena—. Pero prefiero verte a ti cada día. Ninguna flor se compara.
Ryeowook se sonrojó levemente, bajando la mirada mientras su corazón latía más rápido.
—Siempre sabes qué decir —murmuró, aunque la sonrisa en sus labios revelaba lo mucho que aquellas palabras lo conmovían.
El tiempo en el bosque transcurría sin sobresaltos, en una especie de burbuja idílica. Los problemas del mundo exterior no existían para ellos. Si alguna vez los había habido, no importaba, porque ahora solo estaban el uno para el otro. Sus noches eran tranquilas, envueltos bajo las estrellas que brillaban a través de la ventana de su habitación, y sus días estaban llenos de risas, de conversaciones largas junto al fuego, de pequeños gestos que reforzaban la certeza de que estaban hechos para estar juntos.
A menudo, Ryeowook se detenía a observar a Yesung mientras trabajaba, preguntándose cómo había tenido tanta suerte. En esos momentos, el mundo se reducía a la silueta de Yesung, a su rostro concentrado, a sus manos fuertes y a su mirada que parecía contenerlo todo. Y en esas noches, cuando el silencio del bosque se hacía más profundo, se acurrucaba más cerca de él, como si temiera que esa paz pudiera desvanecerse.
—¿Estás feliz aquí? —le preguntó una vez, en voz baja, mientras se recostaban juntos en la cama, con las estrellas brillando a través de la ventana abierta.
Yesung se giró hacia él, sus ojos oscuros brillando con ternura.
—¿Cómo no podría estarlo? Tengo todo lo que necesito justo aquí —dijo, rozando el rostro de Ryeowook con su mano, acariciando suavemente su mejilla—. No quiero nada más.
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𝕾𝖚𝖕𝖊𝖗 𝕵𝖚𝖓𝖎𝖔𝖗 [One Shot Collection]
FanfictionEmbárcate en un viaje a través de emocionantes y variadas historias con este conjunto de one shots dedicados a los miembros de Super Junior. En estas narrativas, los integrantes se convierten en personajes únicos en mundos y situaciones diferentes...