kim

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Cuando le conocí a usted, niña de rizos dorados y grandes ojos color oliva, me encontré con una espectadora. Preparada para todo, casi lista e imperturbable ante la nada. De voz fuerte, presencia imposible de ignorar, y un corazón lleno de pasiones hechas de cristal.

Usted que se cree ajena de talento alguno, déjeme decirle que es todo lo que yo no soy y no sé si algún día podré ser, pues mientras a mí me tiembla la voz al hablar y me late el corazón tan rápido que en cualquier momento me puedo desvanecer, a usted la escucha el mundo.

Yo se de sus frustraciones y sus sueños, la he conocido en público pero también en privado. Por eso, me voy a tomar el atrevimiento de pedirle un favor, no se haga más daño con las cosas que piensa sobre usted misma.

Yo le enseñaré a sentir menos para que no se derrumbe ante la buena crítica que la desarma, que destruye sus anhelos e ilusiones inocentes. Pero no sé le olvide compartirme un poco de su valentía, seguridad, su manera de convencer a cualquiera de lo que sea, su desbordada forma de amar y optimismo.

Ojalá algún día pueda ver sus talentos y cambiar su percepción del tiempo. Espero que no deje de disfrutar de las cosas simples como comer, dormir, y escuchar música. Mientras, siga disfrutando de sus dieciocho casi diecinueve años. Encuentrese y sea feliz, no tenga miedo de perderse, pues eso es pasajero.

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