Capítulo 1: La ley de Say

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El museo del Louvre iluminaba París de forma singular esa noche. Los vehículos de la casa Rolls Royce invadían la avenida cargando individuos valorados en millones de euros. Focos de una cegadora luz blanca eran encendidos, el sonido del flash de las cámaras retumbaba sobre la alfombra roja, y las perfectas sonrisas blancas de ricos empresarios eran objeto de importancia aquella noche. La ocasión desde luego lo merecía: la Gala del Galardón Prestige. 

Todos los años cientos de empresarios franceses se reunían en cierta noche del año para honrar, o más bien, envidiar, el esfuerzo de alguno de ellos. Una estatua bañada en oro del empresario Jean-Baptiste Say provocaría, una vez cada doce meses, las más grandes controversias en el panorama empresarial de la nación. Sin embargo, esta noche también es aprovechada para establecer nuevos negocios en el mercado. 

Una vez más, las empresas Devenementiel y Goldreamz se enfrentaban por el galardón. Sin embargo, las encuestas indicaban hacía un favorecido Devon Okere. Tales eran las suposiciones, que la empresa se encargó de pagar todos los gastos de aquellos trabajadores invitados a acompañar al director. Para algunos, una bonita forma de felicitar a sus compañeros por el trabajo realizado, pero para otros, una táctica nacida del egocentrismo de un empresario que solo quiere ser elogiado por el esfuerzo de sus empleados. 

   — Mads, ayúdame a subirme la cremallera del vestido. 

Elenda había elegido para la ocasión un sólido dos piezas naranja, la parte de arriba sin mangas unido por una aparatosa cremallera que le estaba dificultado su existencia. 

   — Tu puedes sola, si solo soltaras tu móvil por un momento... 

Madison Bonnet, la nueva incorporación de Okere y joya del último proyecto, era desde luego la más destacable del grupo de invitados. Aun habiendo elegido un simple vestido esmeralda de corte en V, que complementaba perfectamente con su cabello pelirrojo, conseguía opacar a todas las mujeres de lugar.

   — Se rumorea que Castiel hará una aparición sorpresa en la gala. ¡Puedo tener la oportunidad de conocerlo! — explicaba la ilusionada chica, mientras evitaba que su teléfono no escapara de sus manos por los temblores de sus nerviosos dedos. — No puedo desaprovechar esta oportunidad, tengo que estar pendiente de sus últimos movimientos. 

   — No se hasta que punto esos rumores son ciertos, lo que si es un hecho es que si no bajamos en diez minutos a la recepción del hotel, Amanda nos echara la bronca de nuestras vidas. — bromeó su compañera.

Las chicas usaron el ascensor para bajar hasta el lobby. Allí las esperaban sus compañero, también vestidos con sus mejores prendas para la ocasión. 

Los halagos llovieron en el grupo de compañeros, varones a mujeres y viceversa. A Mads se le hizo extraño encontrarlos así. Devon se había preocupado tanto por priorizar la comodidad en la empresa que arreglarse para una gala era casi un pensamiento que nunca se cruzaría por sus cabezas. Además, al ser relativamente nueva, todavía se estaba ajustando a la convivencia de ésta.

   — Bueno señoritas, he de admitir que todas lucís espectaculares, pero es hora de irnos. El furgón llegó hace unos minutos. — anunció Roy, quien vestía con su pelo recogido en una coleta y un traje azul marino, sin corbata. 

El trayecto hacia el Louvre fue ameno, su hotel no se ubicaba lejos del museo, así que fue un camino relativamente corto. El único inconveniente que podían encontrarse era la acumulación de masas por la alfombra roja, pero afortunadamente ellos accederían al lugar por otra entrada. Por otro lado, Devon habría quedado con ellos una vez en interior del lugar, puesto que este tenía que posar para las cámaras. 

El gran salón preparado para fiestas estaba vestido de blanco, el cual era indiferente puesto que las luces de colores violetas y azules colocados en la sala opacaban su tonalidad. Este fue decorado con mesas redondas asignados para las distintas empresas, en cada una de estas posaban unos lirios del mismo color que gran parte de la decoración del lugar. Un gran escenario asomaba al final de este, con dos grandes estatuas iguales al diseño del galardón en sus extremos. 

En la línea de fuego | Jason CDMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora