Así fue

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Sigo tirado en ese viejo sillón que antes dignificaba mi llegada a la casa después de trabajar y ahora es el único sitio en el que paso mis días. Estoy desparramado en este asqueroso sitio el cual poca diferencia tiene a un chiquero y yo hago juego perfecto con él, parezco un cerdo: estoy gordo, sucio y paso la mayor parte de mi día revolcado en mi propia mierda. Me doy asco.
Paso el tiempo viendo sin prestar atención la pantalla a la que pocas veces antes siquiera miré, pongo lo que sea que encuentre en las plataformas de streaming que tú pagaste por adelantado y que sinceramente no creo que siquiera creas que las esté utilizando. Nunca fui bueno para ver algo en ellas, siempre viví con prisa y el simple hecho de estar acostado viendo algo me parecía una perdida de tiempo ¡Qué estúpido! Era solamente un pretexto para mantenernos cerca acurrucados uno al otro y quizá una buena fuente de tema de plática para la hora de la cena o en algún momento de privacidad. Quizá por eso decidiste irte, nunca entendí la importancia de esos momentos, bueno lo entendí tarde, qué lástima.
Estoy en ropa interior, no recuerdo la última vez que me bañé, probablemente en la semana y creo que hoy es viernes, más no estoy seguro. A mi alrededor hay todo tipo de envases tirados, comida tras comida y bebida tras bebida, todos los desechos se mantenían junto conmigo en la habitación, quizá buscando llenar el vacío que abundaba en la casa y en mi corazón o quizá como reflejo de la peor versión de mí y la basura que era como persona. Busco el control de la pantalla, la estúpida plataforma me pregunta si aún sigo viendo la estúpida serie de documentales que puse “evidentemente aquí sigo, puta aplicación de mierda, no me he ido en… ¿Cuánto tiempo llevo aquí?” Ni yo mismo podría decir cuánto tiempo llevaba repitiendo ese ciclo de vida sedentaria y basurienta.
Sigo manoteando a mi alrededor con el deseo de casualmente tomarme con el control, Pero solamente basura logro percibir en mis manoteos “qué asco, creo haber de tocar un pegajoso resto de lo que alguna vez fue un charco de refresco” continuo manoteando hasta topar con una hoja de papel que se pega a mi mano sucia. “Puta madre, es la copia del acta de divorcio “me le quedó viendo, maldito sea el momento que me obligaste a firmarla con la excusa de no poder continúa juntos por nuestro sistema de vida, ironía, desde entonces me la vivo en la casa. Reconozco tu firma, tan característica, con forma de barco y tus iniciales claras. Es lo último que tengo de ti.
Por fin diviso con el tacto el puto control, aprieto los botones aleatoriamente esperando que se mantenga la proyección, pero en vez de eso un apagón seguido de interferencia se me presenta en la pantalla “puta madre, estúpida televisión” veo hacia control que sostengo con la mano y no lo reconozco, aun así mantengo los botones apretados aleatoriamente, tras la última opresión a los botones dejo de ver “puta madre que no puedo ver’
Un ruido metálico se escucha, me mareo y al momento de poder volver a abrir los ojos me veo en un área de hospital rodeado por 5 incubadoras con bebés en su interior.
No hay nadie, parece que es muy tarde, todo se ve viejo, pero no desgastado, los equipos médicos, el mismo aspecto del hospital. Soy médico, pero siempre me causo ansiedad quedar a cargo de bebés y más aún los recién nacidos como todos los pequeños que me rodean, por el aspecto de todos sospecho son prematuros, pequeños desproporcionadamente, piel delgada y tendiente a lo marmóreo, así como peso bajo con costillitas marcadas al momento de respirar. No hay ni una enfermera, ni un medico que esté supervisando el lugar, no es lo usual en estas áreas. Un monitor empieza a resonar, es una alarma de saturación que viene de la incubadora 4 ”Alguien que llame a un médico”, pensé siendo yo uno, pero teniendo mas de 10 años que no le ponía la mano encima a un neonato, nadie acudía al sonoro llamado de la alarma, mi preocupación aumentaba, un bebé no podía ser ignorado así, menos en peligro, me acerqué y vi que la alarma consistía en una grave desaturación, el oxímetro de pulso marcaba menos de 90% de saturación y la onda correspondiente a la respiración no se marcaba en la pantalla “Quizá tuvo una apnea, son prematuros” sin mayor conocimiento del que tenía de interno respecto a bebés mi primera acción fue intentarlo hacer reactivo con tacto y estímulo. Me daba mucha pena ver a ese frágil ser batallar con algo tan simple como respirar, aún con mil dudas, el estímulo dio frutos, increíble como una simple caricia y tacto pueden salvar una vida, me quedé embobado con el frágil bodoque rosa que tenía debajo de mi mano. Volteo a la ficha clínica con los datos del bebé “RN Fuentes Gallegos, 03/07/98, mujer”
“No puede ser, son los datos que corresponden a ti…”
Los demás monitores comienzan a chillar, ruidos semejantes a pasos y voces se escuchan a lo lejos
“probablemente ya vienen los encargados del área, debo salir…”
Volteo a mi alrededor, encuentro la entrada a la unidad de cuidados neonatales, abro la puerta hacia afuera y golpeo a un sujeto que por el aspecto con el que vestía el equipo de protección y la meticulosidad temerosa con la que lavaba sus manos sabía que no era parte de la plantilla del hospital.
-Fíjate, ya me hiciste ensuciar mis manos y ahora las enfermeras estarán molestándome para que las vuelva a lavar- se quejaba el hombre- y mira, tú ni traes de la ropa especial para entrar, esto es injusto.
Cuando ví la cara del joven que hablaba era tu papá. Era él, sus orejas y nariz regordetas, voz más aguda y juvenil, así como mucho más cabello y sin canas.
-Perdona, es algo traumático estar ahí dentro, verlos tan pequeños y ya sabes, tan frágiles, cuida muy bien de la tuya- Salí muy rápido sin voltear a ver la cara ni al resto de familiares que hacían fila para ponerse equipo de protección y lavar sus manos.
Mi corazón sentía que reventaba, latía furiosamente rápido, repleto de miedo, repleto de incertidumbre “¿Qué es lo que acabo de ver?” Hasta que por fin sentí estar lo suficientemente lejos de la unidad de cuidados neonatales, me recargue contra la primera esquina que encontré y me dejé caer cubriendo mi cuerpo con mis rodillas al pecho y mi cara contra mis brazos. Hubiese querido desear no estar ahí, tener más miedo, pero la sensación que predominaba era gusto, sabía que estabas viva, mínimo eso creía y que existías en algún momento y lugar en el espacio y tiempo, la verdad ni siquiera comprendía que estaba viendo y viviendo.
Intenté averiguar qué sucedía y dónde estaba, busqué mi celular en el bolsillo de mi pantalón y este no existía. Me levanté siguiendo las indicaciones de salida de emergencia hasta llegar a la calle, estaba en el Hospital Ayala, en efecto ahí sabía que habías nacido, todo era actualmente viejo, retro en vida, los autos, el aspecto de todo en la calle, la gente, caminé y encontré teléfonos de monedas y tarjetas, llegué frente a un puesto de revistas y periódicos y confirmé que todos los encabezados se acompañaban con un 5 de Julio del 1998.
Seguía caminando sin entender cómo es que estaba a 30 años del día en que yo solía vivir.
“¿Ahora a dónde podré ir, si en teoría tengo meses de nacido?” Sabía que mi familia no era opción y todos mis amigos eran unos lactantes.
Caminé lo suficiente hasta llegar al andador Chapultepec o muy antiguamente conocido como Lafayette, no sabía cómo era en este año, pero algo de lo que no estaba consciente era lo mucho que mejoró con el paso de los años, en mi actualidad es un sitio para reunirse, beber y caminar entre vendedores de libros de segunda mano y artesanías callejeras, en esta actualidad es una calle con un andador y fuentes nada más. Encuentro al fondo un supermercado, recordaba que hacía mucho tiempo lo habían demolido, entré para darme cuenta que funcionaba con suma normalidad, caminé viendo productos que en mi actualidad ya no se encuentran, entre ellas veo lo horriblemente incómodos, grandes y caros que eran los electrodomésticos, mira que una televisión todavía con caja posterior y pantalla de cristal duro, tenían botones físicos de plástico duro, uno para cada función diferente, la definición era mas que mala, Pero quizás para los habitantes de esta época sea la mejor calidad, pues veo que la pantalla es Sony, oprimo los botones como un niño pequeño descubriendo para qué funcionan
-Oiga no esté tocando ahí- una voz me sorprende y junto a ella la estática de la pantalla me descarga energía y me hace dar un salto para atrás, pese que esa orden no iba para mí, volteo de nuevo hacia la pantalla la cual no tiene señal, oprimo los botones y me dan otra descarga aun mas fuerte, cierro los ojos y al momento de abrirlos el supermercado se había ido y ahora estaba al frente de un grupo de niños de preescolar, el olor a niño y plástico de cuadernos forrados recientemente era demasiado penetrante, casi como las voces chillones y tiernas de los infantes.
-Cállate, tonta, a parte de fea, eres tonta- gritaba una niña en un medio círculo que rodeaba a otra niña
-Tú estás gorda y hueles a culo- respondió la niña montoneada por el grupo, la cual se cubría la cara mientras las lágrimas salían
-Por eso nadie es tu amiga, eres rara, ojos de moco- la niña empujó con todas sus fuerzas a la que estaba en medio del grupo hasta hacerla caer.
Cuando pude verle su cara, entre los cabellos rubios alborotados por la caída, empapada en lágrimas y roja de coraje me di cuenta que eras tú
-Ya déjala, ella no te hace nada- respondió una voz chillona de una niña afrodescendiente que destacaba en el grupo de niños
-Tú cállate, Juana, eres negra, igual de fea que la gargajo- la negrita se empoderó y se abalanzó contra la tirana y la jaló del cabello como si el objetivo fuera arrancarle el cuero cabelludo, sin embargo el resto del grupo de atormentadoras preescolares entraron a la pelea y contra ellas la pequeña tú, que mas que molesta parecidas aterrada. La presión de ser el único adulto en el lugar me hizo intervenir.
-A ver, se me separan, mocosas insoportables- grité sin saber cómo hacer frente a la situación, prontamente mi voz de adulto y mi altura hizo voltear a las niñas y rápidamente separarse.
-Ellas empezaron- resongó la niña que molestaba a Juana y a ti desde un inicio
-Silencio, no hables hasta que yo te dirija la palabra ¿Entendiste? Y menos para decir mentiras- la niña con la cara fruncida y miedo obedeció.
-Juana, Minerva, por favor salgan del salon y quédense en la entrada hasta que vaya a hablar con ustedes.
-Todas ustedes, la mitad pónganse a escribir la fecha que está en el pizarrón como plana, llenen la hoja entera y no se detengan hasta que tengan la mitad de un cuaderno llena.
La otra mitad se pone a saltar en su lugar gritando no debo molestar a mis compañeras hasta que yo lo ordene, si veo que dejen de saltar les voy a colgar su mochila y van a saltar con ella- la verdad nunca había castigado a nadie, hoy siendo primera vez creo que fui muy duro y probablemente podrían acusarme de maltrato infantil, Pero da igual, ni siquiera soy de esta época.
Salí del salón para encontrarme con Juana y contigo
- A ver niñas, primero que nada creo que nunca más las van a molestar esas insoportables niñas, sin embargo, Juana, golpear a las personas no siempre es la mejor opción, sin embargo te diré que hiciste algo más bueno, defendiste a tu amiga de un grupo de gente mala que se aprovechaba de ser más para hostigar, así que tú castigo es perdonado, una acción buena y una acción mala compensada.
Minerva, quizá tu mamá te regañe por defenderte a mano propia, quizá tu papá te motive a hacerlo, quizá me equivoqué, Pero no debes de permitir que te hagan daño ¿De acuerdo? Dile a la gente mayor, dile a los demás, si no te hacen caso, ahí si piensa en defenderte por tu propia mano.
No dejen que las hagan menos, ustedes no son feas, no son raras, su aspecto quizá sea diferente al resto de las niñas, Pero eso las hace especiales, son como los tazos que salen en las papas que son de metal y brillan, los demás somos como tazos de plástico y sin brillo, somos mas comunes, pero no por eso mejores ¿Me entienden? Es más ¿Ya se inventaron los tazos?
- Sí, señor- respondieron a la par
-Muy bien, ahora entren al salón- las acompañé dentro, me dio mucho gusto acariciar tu cabeza de pequeña mientras regresabas a tus atareadas funciones de niña de tercer año de preescolar. Maldosamente me hizo sonreír ver a las niñas saltar y escribir.
-No se detengan porque si dejan de escribir me tendrán que traer mañana el cuaderno completo lleno de la fecha de hoy y si dejan de saltar porque se les cansaron las piernas, las pondré a saltar con los brazos- las niñas chillaron una queja y yo me fui en seguida porque pasos con tacones se escucharon acercarse, me metí en el primer salón vacío que encontré, voltee a mi alrededor buscando algo que no sabía que era y aun así sin poderlo encontrar.
Un pizarrón, la fecha de este hoy “11 de septiembre de 2004”, varios anaqueles con libros, escritorios colocados para formar mesas largas, una gran televisión empotrada a la pared en una jaula que la sostenía y evitaba su robo “qué curiosas estas épocas los proyectores aún son muy caros y se necesita un televisor supuestamente gigante, porque es del tamaño promedio de una televisión de mi actualidad y debe estar encerrada en un cuarto especial y dentro de una jaula”
-Todos los niños a la biblioteca, prendan el televisor y pongan las noticias, estamos por iniciar a vivir la tercera guerra mundial.
“¿Pero qué carajos?” Volteé de nuevo hacia mi alrededor y primero estaba en la biblioteca, frente a la televisión, debía esconderme y “¿Cómo que la tercera guerra mundial, eso no sucedía en mi mundo” después recordé la fecha y me di cuenta que estaba siendo nuevamente testigo del atentado contra las torres gemelas
“Ahora cómo salgo de aquí?”
El espacio era pequeño, no había mucho lugar para poderme meter, pasos y voces se acercaban al salón en el que estaba, ninguna puerta o ventana que me diera escape, así que por acto reflejo y esperando que se me permitiera salir de ahí de la manera que entré, prendí la televisión, se proyectaba en todos los canales la misma secuencia de imágenes: unos edificios gemelos en llamas y un avión estrellándose súbitamente contra ellos, gritos, súplicas a Dios en inglés y el miedo colectivo de que se tratara de el mismo fin de los tiempos “Qué subjetivo es el dolor ¿No? Pese que el fin de los tiempos era en efecto para aquellos que iban muriendo en el suceso para el resto del mundo era un evento morboso que generaba expectativas y dejaba correr la imaginación”. Pasando de canales se empieza a perder la señal
- ¿Quién es usted y qué hace aquí? - una voz aguardientosa se dirigió a mí, esas voces características de maestras viejas y amargadas. Seguí presionando botones desesperado hasta que por fin el ruido de la estática fue ensordecedor y me consumía la imagen de las líneas y puntos grises que me obligaban a cerrar los ojos.
Por fin el ruido de la televisión se había ido y encontraba la paz del silencio, me encontraba en una habitación que reconocía, era la sala de tus abuelos “Puta madre, ahora si alguien me ve iré directo a la cárcel o peor, me van a querer matar por andar dentro de casa ajena” Afortunadamente, no parecía haber nadie, me dirigía hacia la puerta de la casa con el deseo de no ser visto, con el corazón corriendo al mil por hora y sudor frío corriendo por mi espalda
- No tan rápido, ratero ¡Abuela, un señor se ha metido a la casa! - escuché la voz aguda y que arrastraba la lengua característica de un niño. Al voltear con cara larga, color pálido y nariz redonda, una infantil versión de tu primo Ramón, acusaba mi presencia.
- Ramón, cállate, tu abuela no necesita saber que estoy aquí, ella lo sabe, ella me abrió la puerta- intenté engañar al niño
- ¿Cómo sabes mi nombre?
- Ah, los niños de ahora ¿Crees que esta es manera de tratar a tu tío?
- ¿Quién eres?
- Soy tu tío Macario, claro que no me recuerdas, la última vez que te vi estabas del tamaño de mi mano, pero qué grosería que me dejes aquí con harta sed y no me traigas un vaso de agua ¿Me lo quieres traer? - el niño se me quedó viendo con sospecha, pero ¿Acaso un ratero o malandro mantiene la calma y pide incluso un vaso de agua para quedarse más tiempo?
- De acuerdo… señor
- Tío Macario, de acuerdo tío macario…- el niño engañado corrió hacia la cocina, mientras yo aprovechaba la oportunidad para salirme por la puerta del frente. Salí corriendo después de suavemente cerrar la puerta, seguida de mi salida la voz del niño volvió a hacer un estruendo
- ¡Tío macario!
Saliendo del cancel que divide la calle de la cochera ya había logrado casi mi cometido de escapar, ya estaba en la calle, caminando cuadra abajo casi en la esquina que llevaba al parque que daba a la puerta trasera de la casa de tus abuelos aceleré el paso, descuidado por la prisa, solamente sentí el golpe que generé al arrollar a un pobre sujeto que en el descuido también daba la vuelta en la esquina que cruzaba
- Perdone, no me fijé- extendí la mano al seño que acababa de arrollar, el cual al voltear hacia mí, maldiciendo quedito y acomodándose los lentes fijó su mirada de ojos verdes en mí, unos ojos muy parecidos a los tuyos y probablemente origen de los tuyos- Pero perdóneme, Profe, qué vergüenza haber lastimado a mi maestro- volví a mentir para suavizar las cosas, sabiendo que tu abuelo habiendo sido maestro de la universidad de Guadalajara por mucho tiempo no se resistiría a una disculpa de un ex alumno, ni a la alabanza de su reconocimiento.
- ¿Y a ti de dónde te conozco?
- Bueno, digamos que uno de sus tantos alumnos de ciencias económico-administrativas- lo ayudé a levantarse, le levanté su mochila que lo acompañaba- ¿y cómo están sus hijos?
- Así que no solamente eras mi alumno, si no también mi espía ¿Cómo sabes de mi familia?
- También soy vecino de la zona, maestro
- Pues qué te digo, con sus problemas de adultos, uno se me está divorciando y la otra le encontré un churro de marihuana ¿Cómo he de sentirme con eso?
- Bueno, tenga algo de paciencia, hombre, mire, usted como padre no litigue como si un juez fuese, no, mejor acompáñelos, detrás de esas cosas hay dolor, quizá fue hace un buen tiempo o quizá ni recuerda haberlo hecho, el sentarse con ellos a saber cómo están, ofrecerles apoyo y no digo el del dinero, eso es algo a parte, darles un trabajo, digo algo que solo usted como padre pueda darles… ¿Qué? No lo sé, pero piénselo, algo habrá y tranquilo por lo que diga el mundo, para el final todos los que juzguemos o veamos estaremos muertos, al igual que usted, mejor aprovechar ahorita que puede estar con ellos- le tomé la mano en manera de despedida, estaba fría y en su rostro se dibujaba una cara de entre rabieta y sorpresa, espero que eso haya despertado su imagen paterna y quizá mucho de los problemas de tu padre con su padre se hayan solucionado antes y con ello tú no tuvieras que cargar con ellos.
Me refugié en el parque detrás de la casa de tus abuelos hasta que un pequeño automóvil Chevrolet se estacionó en la puerta de atrás, de él bajó otra figura conocida, tu padre llegaba, sin embargo, sin saber si ya vivía de nuevo con ellos o no y tú con ellos, esperé a que entrara a la casa, si regresaba contigo al auto no vivían ahí, si no salía ahora vivías ahí. Al ver la figura alejarse en el interior de la casa, me acerqué a gatas al auto, con una botella rota que recogí del parque me encargué de ponchar las llantas traseras del auto de tu padre, así con dos llantas ponchadas de poco serviría la hipotética refacción y podría acercarme e interactuar.
Pasaron alrededor de 45 minutos y no pareciera que fueran a salir “probablemente ya viven ahí”, cerré los ojos, pero el ruido del cancel de la puerta trasera de la casa de tus abuelos me alertó de tu salida, era tu padre con un par de maletas, tus abuelos acompañándote detrás de él y ú llorando “¿Qué estará pasando? ¿En qué momento de su historia estaré?”

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