@msg4andre
Cuando empezaste a trabajar en Cognito, tenías que trabajar con todos los demás, pero con el tiempo conseguiste una oficina para ti sola gracias a tu arduo trabajo. Claro que un espacio para ti sola esta bien, pero no compensa la cantidad de mierda que has visto mientras encubrías las conspiraciones del mundo para el gobierno en la sombra. Así que era seguro decir que no estabas muy emocionada.
Eso fue hasta que conociste a Brett Hand... La actitud de Golden Retriever de Brett te excitaba enormemente, cada vez que entras a alguna habitación en donde el se encuntre, sus ojos se posaban inmediatamnte en ti, esperando como un buen chico. ¿Querías café? De inmediato, ¿Necesitas verificar los hechos de los documentos? ¡Llamaste a hombre correcto!
¿Querías darle una recompensa por ser tan buen chico?
—P-por favor, por favor... Lo quiero—.
Brett gimió, dejando caer la cabeza hacia atrás contra la silla de tu oficina, sus caderas e levantaron contra tu centro húmedo mientras tus manos acariciaban más su cuello.
—Estas muy duro ahora mismo, Brett— susurraste justo cuando bajabas tu coño vestido contra el bulto de Brett. Duro.
Echaste la cabeza hacia atrás, gimiendo por la forma en que tu clítoris se frotaba contra su polla tan deliciosamente. Frotaste tus pliegues contra él a un ritmo salvaje, tu habla se volvió incoherente justo cuando comenzaste a perderte en el placer.
Brett lloró, estaba tan cerca y tus lindos ruiditos lo volvían loco. Te frotabas y casi te corrías contra él, usándolo como tu juguete personal para tu propio placer pervertido. Tus bragas empapadas ya no contenían tus dulces secreciones, lo que dejó un rastro pegajoso en los pantalones negros de Brett mientras movías tu núcleo palpitante de un lado a otro en su regazo.
Brett se imaginó comiéndote en esta misma oficina. Sofocándose en tus paredes aterciopeladas, con la lengua girando alrederor de tu punto dulce. Estabas tan caliente que probablemente se tocaría con la mano mientras te daba placer con su lengua. Sin embargo, el placer al rojo vivo lo trajo de vuelta.
Los ojos de Brett se le salían de las órbitas.
—Oye, si sigues así, yo... oh... ¡Me voy a correr, _____!— Brett echó la cabeza hacia atrás y, con una última embestida, se corrió en sus pantalones. El semen caliente y pegajoso hizo un desastre en sus calzoncillos. Te corriste poco después, sosteniendo a Brett en tus brazos mientras te estremecias encima de él.
Después de eso, descubriste una nueva apreciación por tu oficina privada.