Lunes 19 de agosto del 2024.
Santiago, Chile.
Querido lector:
Decidí iniciar este escrito de capricho, para sentir que logré algo en la vida, un sentimiento que casi nunca me invade, si soy sincera, entonces se siente muy extraño. Lo anterior era una exageración, ¿o no lo era?
Quizá si lees esto no recuerdes quién soy, pero yo sí te recuerdo, pero primero tengo que hablar sobre mí, para dar contexto a esta carta, y para contar el extraño suceso que ha sido mi vida. Se supone que es una carta dedicada a la pequeña niña que solía ser hace muchos años, pero lo dejo aquí por si estás interesado en leer, o por último leer el chisme.
Soy la chica más normal y común con la que te podrías topar, nada extraordinaria, excepto por su mente y sus múltiples deseos de soñar. Sus múltiples ganas de hacer cosas, sus muchas ganas de avanzar haciendo cosas, pero que, lamentablemente, le ha costado mucho conseguirlo, porque se paraliza del miedo, o de otra cosa llamada ansiedad.
Siempre fui una niña, hasta los dieciocho años, que era la mejor en todo lo que se proponía, las mejores notas, bien educada, solidaria y respetuosa con todo el mundo; y aun así existió gente que me molestó por ello, que me criticaba y hablaba mal a mis espaldas. Vivía acomplejada de mi apariencia, de mi forma de ser, a pesar de ser la más extrovertida que había en mi clase, me sentía llena de desconfianza y miedo en el interior, dejaba que los demás me derrumbaran sin que ellos lo supiesen, todo en silencio.
Sufro en silencio, todas las cosas que me han pasado las he guardado para mí, creo que se me ha hecho imposible el verbalizar en voz alta lo que quiero decir, o las cosas que me gustarían decir, y mi mente siempre me jugaba malas pasadas, imaginando millones de escenarios posibles para un solo problema, en donde todo terminaba mal para mí y bien para los demás.
Me costó mucho entender que esos comentarios que me hacían las demás, porque casi todos venían de las mujeres, nacían de la envidia, y el problema está en que, cuando me pasan cosas malas, suprimo esos recuerdos, creo que me defendí un par de veces de forma verbal, tal vez, quien sabe, pero siempre recuerdo escuchar lo que se decía de mí con una sonrisa en la cara, de las personas que más adoraba, mis hermosas amigas.
He ahí el dilema, quizá las cosas que hacían o decían no eran tan potentes como para molestar a alguien, pero en mí incrementaron las inseguridades a niveles incontrolables para mí, a tal punto de creer cosas sobre mí que no eran ciertas, pero llegando al punto de creerlas y confiar en ellas totalmente.
Algo más que debes saber de mí es que tuve una familia, que cambió profundamente de la noche a la mañana, y eso me destrozó, pero me cambió. Crecí con un papá presente, pero que no se involucraba con mi crianza y con una mamá altamente exigente, pidiendo la perfección y viviendo de la aprobación externa para alcanzar mi felicidad, y con mi pequeña hermana que es mi adoración, a la cual defendí profundamente de tener que vivir de la misma forma, poniéndome al frente para recibir los golpes, los comentarios, y cualquier tipo de situación que podría llegar a afectarle.
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Peace | Carta a mi antiguo yo.
Non-FictionSi algo tuviese que decirle a mi antigua yo, sería algo como esto.