La idea

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Y en la guerra, como en la guerra, los cartuchos, el vodka y el polvo son un bien escaso.
La guerra no es un trabajo fácil, pero dispárate o te matarán.
Y en la guerra, como en la guerra, amigo, acuérdate de mí.
Y en la guerra, las horas son desiguales, tal vez para nosotros, solo para nosotros.

Kombat (Lyube)

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―¡Necesitamos cuerpos para las prácticas de medicina!

―¿Vas a desenterrar cadáveres o asesinar personas para conseguirlos?

Entre los compañeros de Louis, Lestat es de quien menos espera una intervención sobre los hechos, siendo quien menor atención prodiga a las discusiones que se dan en el aula, él solo está ahí cuando hace falta una idea avergonzante, como esta. Su compañero es el único con el atrevimiento de formular la pregunta que todos tienen en la cabeza; son necesarios los cuerpos, quisieran ellos o no estar enterados de cómo conseguirlos. París no es lo suficientemente grande, ni con la cantidad de defunciones adecuada, para que la proporción en aumento de intelectuales estudiantes del cuerpo humano puedan aprender dónde va cada cosa dentro de cada quién.

No es que Louis crea que Lestat esté mal, más bien ambos siempre están chocando por sus personalidades, pero allí donde Louis es aplicado, Lestat lo compensa con imaginación, así que algunas veces se han hecho un muro de infranqueable terquedad ante el poco interés real de sus colegas por algunas prácticas médicas.

Ahora, mirando la gradería vacía y la mesa de operaciones limpia, es evidente que también son ellos quienes más sangre fría tienen al respecto. Aunque Louis no matará a nadie, mientras pueda, no sabría como contarle aquello de la profanación de tumbas a su nuevo a su confesor.

―Es más sencillo el robo. ―El profesor Pierre Charles habla desde su lugar, detrás del escritorio lleno de pequeñas partes en conserva―. Si empiezan a asesinar personas, yo tendré que delatarlos.

El hombre es meticuloso y pragmático, ha expulsado de su clase a al menos veinte estudiantes en el último año y tiene una conocida rivalidad con la mayoría de los médicos en Europa por sus nuevos métodos.

―O podemos pagar ―sugiere uno de los estudiantes más jóvenes, el amante de un adinerado italiano que lo deja en la academia como si se tratase de una agencia de nanas―. Seguro hay suficientes muertos en las fronteras y las granjas como para hacernos con ellos.

El profesor se levanta de su sitio. Louis endereza su espalda por reflejo, los días del ejército aún resuenan en su actitud.

―Si van a hacer algo, al menos haganlo ustedes mismos ―sentencia el hombre, antes de comenzar a caminar hacia la salida―. La próxima práctica será el sábado, le daré puntos extra a quien consiga el cuerpo con el que podamos trabajar, sea donado, robado o comprado. Eviten matar a cualquiera.

La broma queda atada al sombrero de copa sobre el cabello. El profesor Pierre, desaparece en la puerta. Solo con eso, el silencio se instala entre los seis asistentes de la sala, cada cual menos preparado para decir algo. Es otra vez Lestat quien orilla las cosas a un plano extraño.

―Habrá que programar un día de excavación, ¿o noche? ―Los ojos azules brillan con diversión caminando un poco hacia la salida, aunque sin real entusiasmo.

Daniel y Armand le miran un momento, como esperando una declaración de su parte.

―Si lo hace, lo hace solo. Tengo mucho más que hacer.

Louis decide que no se preocupará por ello, no mientras la crisis por la falta de cuerpos no sea tan grave. El último solo fue visto una semana antes, donado desde uno de los reclusorios de las afueras, seguramente encontrarán otro de algún sanatorio, o de una prostituta que nadie quiera reclamar; en el peor de los casos, alguna disputa callejera podrá proveerles de materia prima. No es algo que se pueda discutir fuera del salón de clases, a los parisinos les escandaliza el saber que sus jóvenes meten las manos en las entrañas de desconocidos asesinados o muertos en condiciones de podredumbre.

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