★Capitulo Único★

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“Cuando enamoras al artista, siempre estarás en su arte.”

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Deslizando con elegancia el pincel con sus delgados dedos sobre el lienzo, creaba una nueva pintura, salida de un no tan viejo recuerdo.

Trazaba, pintaba, y plasmaba lo que sentía en el lienzo en blanco, o al menos eso intentaba.

Akutagawa Ryuunosuke solo tenía dos formas de verse en paz completamente: pintando a su musa, y estando junto a su musa. Y en este momento, estaba haciendo lo primero.

Después de más de una hora sentado en medio de aquella habitación, con olores y colores diferentes por todos lados, terminó su obra.

Se levantó del taburete en el que anteriormente se encontraba, analizando el resultado.

Sonrío, satisfecho, pensando en que era de sus mejores trabajos, y no por la calidad, sinó por lo que estaba plasmado. Miró cada detalle:

El cabello blanco en movimiento gracias a el viento que, en ese momento, envolvió a ambos.

En el retrato, los ojos estaban cerrados, pero sabía que en ese momento sus ojos brillaban más que incluso el sol que se ocultaba detras del chico.

Y, su sonrisa. Su hermosa sonrisa, capaz de cegar a cualquiera con toda su luz, y otorgarle la más grande paz y felicidad a cualquiera de solo verla.

Esa sonrisa que era más brillante y hermosa que las estrellas que veía todas las noches.

Akutagawa Ryuunosuke sabía que la sonrisa de Atsushi Nakajima era su más grande y hermosa perdición.

                               ★★★

Caminando hacia la playa, deseando verlo ahí como en cada tarde.

Llevaba, como ya era costumbre, un lienzo, pinceles y pinturas, para pintar los lindos paisajes que vía ahí.

Al llegar a la banca de siempre, preparó todo lo necesario para empezar una nueva obra. Levantó su mirada hacia el mar, y allí lo vió: Atsushi estaba jugueteando en la orilla del agua cual niño visita el mar por primera vez. Ryuunosuke sonrío sinceramente, era una vista que realmente nunca se cansaría de ver.

Sí, unos muy lindos paisajes.

Tomando pincel en mano, empezó a pintar lo que añoraba tocar.

Trazo tras trazo, color tras color, todo empezó a tomar forma. Era una pintura un poco simple, al menos para él, pero ésta no perdía su belleza de igual forma. Consistía en el paisaje del mar con el atardecer detrás, y a Atsushi riendo en él, jugueteando con el agua.

Concentrado en los últimos detalles, no se percató de la reciente compañía hasta que levantó la vista y lo vió frente a él. Se sintió repentinamente nervioso.

—Hola, Ryuu.—Sonrió con su habitual felicidad, y fué suficiente para que los nervios abandonen su cuerpo y den paso a felicidad y el, ya común, calorcito en su pecho.

—Hola, pequeño jinko.

La sonrisa de Nakajima aumentó frente a él, para que luego este se sentara a su lado en la banca, curioseando la pintura.

La musa del artista. | shin soukokuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora