Primera parte

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El capitán Sin Toa llevaba años comerciando en esas aguas, y había visto algo parecido antes, lo cual no hizo que en esa ocasión le resultase más fácil.

El pueblo de Bleak Hope era una pequeña comunidad situada en las frías islas meridionales de un extremo del imperio. El capitán Toa era uno de los pocos mercaderes que llegaba tan al sur, y solo lo hacía una vez al año. El hielo que se formaba en el agua prácticamente imposibilitaba la navegación durante los meses de invierno.

El pescado seco, el hueso de ballena y el aceite sin refinar para lámparas extraído de la grasa de ballena era un buen cargamento que alcanzaba precios considerables en Pico de Piedra o Nueva Laven. Los lugareños se habían mostrado correctos y complacientes a su meridional y taciturna manera. Y era una comunidad que había sobrevivido en condiciones muy duras durante siglos, cualidad que Toa respetaba mucho.

Así fue que contempló los restos del pueblo con una punzada de dolor en el pecho. Mientras el barco accedía al angosto puerto, observó los caminos de tierra y las chozas de piedra sin reparar en el menor indicio de vida.

-¿Qué sucede, señor? -preguntó Crayton, su primer oficial. Buen tipo. Leal a su manera, aunque algo deshonesto a la hora de cumplir con su carga de trabajo.

-Este lugar está muerto-respondió Toa en voz baja.

No fondearemos aquí.

-¿Muerto, señor?

-No hay ni un alma.

-Quizá participan en alguna reunión religiosa local -aventuró Crayton-. La gente de tan al sur tiene sus usos y costumbres.

-Me temo que no se trata de eso.

Toa señaló el puerto con un dedo grueso cubierto de arañazos. Había una señal grabada en la madera, pintado en su superficie vio un óvalo negro con ocho líneas también negras que caían de él.

-Qué Dios los guarde-susurró Crayton, quitándose el gorro de lana.

-He ahí el problema señaló Toa-. Que no lo hizo.

Ambos observaron la señal. No se oía nada a excepción del viento frío que jugaba con la larga capa de lana y la barba de Toa.

-¿Qué hacemos, señor? -preguntó el primer oficial.

-Lo que no vamos a hacer es desembarcar, eso está claro. Ordene a los marineros que echen el ancla. Se hace tarde. No quiero navegar a oscuras por estas aguas llenas de bajíos, así que fondearemos durante la noche. Pero que aquí nadie se mueva a error, vamos a volver a alta mar con las primeras luces y nunca regresaremos a Bleak Hope.

Se dieron a la vela a la mañana siguiente. Toa esperaba alcanzar la isla de Páramo de la Galerna en tres días; allí los monjes tendrían suficiente cerveza de buena calidad para que pudiera venderla y cubrir las pérdidas.

Encontraron al polizón durante la segunda noche. A Toa, que dormía en el coy, lo despertaron los golpes que descargaba un puño en la puerta de la cabina.

-¡Capitán! -lo llamó Crayton-. La guardia nocturna. Han encontrado a una... niña pequeña.

Toa lanzó un gruñido. Había tomado más grog de la cuenta antes de retirarse a dormir, y un dolor agudo se le había instalado a la altura de los ojos.

El imperio de las tormentas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora