Chapter 1: Avanzaremos juntos

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A pesar de que el mundo mágico parecía celebrar con una nueva familiaridad tras la derrota de Voldemort, Draco Malfoy no sentía ni una pizca de alegría. Para él, la victoria se sentía como el preludio de otra lucha, una más aterradora, lenta y tortuosa. Nadie está realmente preparado para enfrentarse a sus propios demonios.

Draco, el joven que había sobrevivido para vivir una vida ya trazada para él, se encontraba perdido tras su papel como doble espía durante la Segunda Guerra Mágica. A diferencia de Harry Potter, quien había emergido con un claro sentido de dirección y pertenencia, Draco estaba atrapado en la incertidumbre.

Todos esperaban que estuviera agradecido.

Aunque Draco había colaborado con su familia durante la guerra, los demás solo veían la Marca Tenebrosa en su brazo. Para ellos, él seguía siendo un mortífago, marcado por su pasado para ganarse la confianza del Señor Tenebroso y obtener información. Aun así, era tratado con indiferencia y desdén.

Como le había dicho su padrino en uno de sus raros momentos de consejo: "No malgastes tus emociones en quienes no las merecen. No eres un niño para que te importen las opiniones triviales de los demás." Tras la guerra, había tomado un tiempo fuera de su labor como maestro, alegando que necesitaba un respiro de la constante presencia de niños felices y asfixiantes.

Él sabía que ya no vivía para enorgullecer a su padre, especialmente después de haber hecho pasar a su familia un infierno debido a sus malas decisiones. Ahora, su modelo a seguir era su distante padrino y su querida madre. Siguiendo ese consejo, intentó seguir adelante con su vida.

Regresó a Hogwarts para su último año, y a pesar de los altibajos, se destacó como el mejor de su generación, ganando el premio anual, superando incluso a Hermione Granger, quien estaba visiblemente ofendida por perder su trono en el último año. A Draco no le importaba mucho, especialmente después de conseguir notas perfectas y recomendaciones envidiables, un logro considerable para alguien que llevaba el peso de un apellido manchado por la Marca Tenebrosa.

Cuando llegó el momento de la graduación y le preguntaron qué haría ahora con su vida, él respondió sin dudar que sería medimago. Tal vez, pensaba, al ayudar a las personas y sanar sus heridas, podría también sanar lo que estaba roto en él. Cada vez que paraba una hemorragia o hacía crecer huesos, sentía que calmaba sus propias lágrimas y fortalecía su corazón dañado. En su mente, aliviar el dolor de los demás era una forma de enfrentar el vacío que sentía dentro de sí mismo.

Después de la graduación, Draco se dedicó a su formación como medimago con una determinación renovada. Había conseguido ser el aprendiz de un medimago de avanzada edad, que le enseñaba y lo apoyaba en su recorrido con la academia de medicina. Sin embargo, a pesar de su éxito académico y profesional, sentía un vacío persistente en su vida. El trabajo en el hospital le daba propósito, pero no podía llenar el hueco dejado por sus propias emociones no resueltas.

La amistad con Harry, que había comenzado como una chispa de camaradería durante la guerra, se volvió más regular. Harry, ahora en formación para convertirse en auror, seguía siendo una presencia constante en la vida de Draco. Se encontraban frecuentemente para tomar té o simplemente hablar, en encuentros que Draco comenzó a apreciar cada vez más. Aunque Harry estaba ocupado con su entrenamiento y sus nuevas responsabilidades, siempre encontraba tiempo para Draco, demostrando una lealtad y amistad que Draco no había esperado.

Una tarde, mientras estaban sentados en una cafetería mágica en las afueras de Londres, Harry observó a Draco con una preocupación silenciosa. Las arrugas de inquietud en la frente de Draco no pasaron desapercibidas para él. Aunque Draco intentaba ocultar sus emociones tras una fachada de calma, Harry podía ver más allá de la superficie.

—No tienes que hacer esto solo, Draco —dijo Harry suavemente, mientras ambos disfrutaban de sus bebidas. —Estoy aquí para ti, ¿sabes?

Draco miró a Harry, sorprendido por la sinceridad en su voz. El alivio en sus ojos fue breve, reemplazado rápidamente por una sonrisa forzada.

—No quiero ser una carga —respondió Draco, evitando el contacto visual. —Simplemente tengo que seguir adelante.

Harry dejó su taza y se inclinó hacia adelante, su mirada fija en Draco con una intensidad que el rubio no había visto antes.

—No eres una carga —dijo con firmeza. —Eres mi amigo. Y un amigo no te deja solo cuando más te necesita.

— Estoy bien —respondió, carraspeando—. Solo me cuesta avanzar.

— A todos nos cuesta, Draco, pero lo haremos juntos. Nosotros avanzaremos juntos.

A medida que pasaban los meses, la amistad entre Draco y Harry se fortalecía, aunque Draco seguía luchando con sus demonios no resueltos. Harry, con su natural habilidad para captar los estados de ánimo ajenos, hacía todo lo posible para brindar apoyo sin presionar demasiado. Draco lo agradecía en silencio, no quería ser presionado, no más de lo que lo hacía su madre y padrino.

— Me mudaré a un pueblo muggle —comentó, jugando con la taza en la mesa—, no creo que pueda seguir viviendo en la mansión.

— ¿Tú? ¿En el mundo muggle? —cuestionó, divertido—. ¿Estás bajo imperio? ¿Debo llevarte a San Mugo?

Draco rodeo los ojos, bufando con desgane— Cállate, cararajada. Estoy tratando de avanzar, nada más.

— Bueno, entonces avísame si necesitas ayuda con la mudanza.

— Que tú no sepas transporta de todo en un bolso no me hace igual de inepto que tú, Potter.

— Lo que tú digas, Malfoy.

Silently Consumed by LoveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora