Único

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El reflejo en el espejo es alguien que no reconoce.

¿Quién es esa persona?, o, ¿quién era?, la mitad del extraño es reconocible, el ojo de un iris amatista cristalino, piel pálida y de cabellos blancos como la sal que los miembros de su casa portan con orgullo; esos son rasgos inconfundibles. Pero, ¿y la otra?, las cicatrices se lo han comido vivo, cicatrices que se extienden desde la mitad de un rostro deforme hasta el nacimiento del cabello, desapareciendo casi por completo lo que alguna vez fue una oreja para seguir extendiéndose por el cuello y perderse más allá de las telas en rojo y negro que lo recubren.

No, ese no es él.

"Majestad, levante un poco la cabeza, por favor"- le pide la criada cuyo nombre, si es que fue mencionado, ya no recuerda. La chica es joven, viva y sin imperfecciones a la vista. Ella también es una beta sin escudo familiar en las ropas y sin ninguna joya valiosa a la vista -"necesito acomodar el dobladillo de su cuello"

Su vista vuelve al espejo donde el extraño le devuelve la mirada mientras ambos levantan el mentón en tándem y con orgullo.

¿Por qué continúa mirándolo?

"Está listo, majestad, ¿está lo suficientemente apretado o necesita un cambio?"- pregunta la beta.

Otra criada se les acerca, en las manos lleva un joyero abierto donde las únicas piezas dentro son doradas con piedras rojas como la sangre y el fuego. Sin verse afectada ante su falta de respuesta la beta que lo ayudó a vestir se aleja hacia la otra criada, hablando con ella mientras examina las joyas.

El reflejo sigue inquietándolo, ¿acaso es el único que lo ve?, las demás mujeres en la habitación, cuatro, todas betas; no parecen perturbadas ante el extraño.

"Majestad, estas combinarán perfectamente con su atuendo de bodas"- la mujer se para junto a él y le enseña las piezas a través del cristal, acercando las piezas al cuello del extraño y simulando cómo se verían en ese cuello cicatrizado -"pertenecían a nuestra difunta reina, su majestad el rey pidió que las usara para su boda. Tiene todo el cofre para elegir, pero estas quedan perfectas con el resto del tocado, ¿qué le parece?"

Rhaenyra, la difunta reina Rhaenyra, las joyas de Rhaenyra; eran las joyas de la puta.

"No"

La criada mira a los ojos del extraño, su rostro pierde la sonrisa mientras lo hace, ¿finalmente es consciente de esa atrocidad? -"disculpe, majestad, pero el rey ordenó que escoja una, por favor-"

"¡No!"

¿Por qué tiene que gritar?, él dijo que no, es un príncipe y dijo que no, no, no, no, no, no...

"No seas difícil, Aegon"

Su madre, Reina viuda Alicent, le reprende suavemente desde su lugar, sentada en una de las sillas de la mesa de centro en la habitación. Es una locura, todo es su culpa, pero él la escucha quedándose en silencio. Puede escuchar los pasos suaves siendo amortiguados por la tela que recubre la tarima, en el reflejo puede ver a su madre frotar los hombros del extraño incluso cuando es él quien siente el incómodo gesto de consolación. La sonrisa de la omega es apacible y pequeña, un gesto aprendido que le dirige a través de un reflejo.

¿A cuál de los dos le está sonriendo?

No es una bonita sonrisa, no se siente lindo, no está bien.

"Estas joyas de la difunta reina Rhaenyra son las mismas que usó en su juramento como heredera, es un honor que las utilices. Un gesto simbólico de quién será tu esposo en tan solo unos momentos"

Por favor, cállate; por favor, desaprende todo lo que te enseñe; por favor, no hagas algo imprudente; por favor, no nos mates; por favor, vive y sirve o vive para servir.

Cicatrices || JacegonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora