𝙋𝙧𝙤𝙡𝙤𝙜𝙤

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El cambio llegó de manera silenciosa, casi imperceptible al principio. Nadie podía explicar cómo o por qué sucedió, pero la humanidad empezó a dividirse. Un pequeño porcentaje de la población comenzó a manifestar habilidades que desafiaban las leyes de la naturaleza. Algunos podían mover objetos con la mente, otros alterar la forma de su cuerpo o manipular la energía a su alrededor. No eran muchos, pero su existencia era innegable.

Al principio, el mundo los recibió con asombro, curiosidad y, en algunos casos, con esperanza. Pero pronto, la admiración se tornó en miedo. Las habilidades, tan variadas y desconocidas, se convirtieron en una amenaza a los ojos de la mayoría. Los noticieros los bautizaron con nombres grotescos: "mutantes", "monstruos", "abominaciones". Y así, lo que pudo haber sido un don, se convirtió en una maldición.

Aquellos que habían despertado con estos poderes se encontraron despreciados, perseguidos y, en muchos casos, cazados. La sociedad, temerosa de lo que no comprendía, decidió que era mejor exterminar el problema antes de que creciera. Familias fueron separadas, comunidades destruidas, y aquellos con habilidades se vieron obligados a esconderse, a vivir en las sombras, disfrazando su naturaleza o negándola por completo.

Pasaron cinco años desde que los primeros manifestaron sus habilidades, y el mundo continuó su curso, aunque marcado por la desconfianza y el temor. Sin embargo, en un día nublado y aparentemente normal, algo ocurrió que cambiaría el curso de la historia.

El día comenzó como cualquier otro. El cielo estaba cubierto por nubes grises, y una ligera brisa anunciaba una tormenta inminente. Nada parecía fuera de lo normal... hasta que el sonido llegó.

Un estruendo resonó por todo el mundo, un eco profundo que hizo vibrar los edificios y estremeció a la humanidad entera. En cuestión de segundos, el clima se volvió caótico. Las nubes se oscurecieron, tiñendo el cielo de un gris casi negro, y la lluvia comenzó a caer con furia. Pero eso solo fue el principio.

De repente, sobre cada país del mundo, aparecieron gigantescos hologramas, cubriendo ciudades y campos por igual. Las imágenes eran borrosas, interrumpidas por estática, pero pronto comenzaron a estabilizarse, revelando una escena surrealista.

En lo que parecía ser una oficina elegantemente decorada, un hombre se encontraba sentado detrás de un escritorio. Vestía de manera impecable, con un sombrero de ala ancha que proyectaba sombras sobre su rostro. Sin embargo, su rasgo más inquietante era la máscara blanca que llevaba, una máscara que mostraba una sonrisa eterna y siniestra, ocultando su verdadera identidad.

El hombre tomó un micrófono, y cuando habló, su voz resonó con una distorsión que la hacía parecer inhumana, un eco que penetraba hasta los huesos.

—Hola, seres de la Tierra. Veo que he interrumpido su día perfecto. Bueno, la causa de esta interrupción es simple: su pequeño e insignificante planeta está en peligro. O, mejor dicho, se acerca el fin de los tiempos. El fin del mundo, el cataclismo, el apocalipsis... ustedes me entienden.

—La sonrisa en su máscara parecía ampliarse mientras continuaba—.

Sería muy aburrido acabar con todos en un instante, así que les daremos una oportunidad. Tienen tres meses y dos días para prepararse, para defenderse... o para rendirse. Eso es todo. Buena suerte.

Con esas palabras, el hombre hizo una ligera reverencia, y los hologramas se apagaron al unísono. La lluvia continuó cayendo, pero ahora era una lluvia de desesperación. La gente, presa del pánico, comenzó a correr, a gritar, como si intentar huir de lo inevitable pudiera salvarlos.

Y así comienza nuestra historia...

𝙏𝙝𝙚 𝙇𝙖𝙨𝙩 𝙃𝙚𝙧𝙤𝙚𝙨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora