[𝗲𝗽𝗶𝘀𝗼𝗱𝗶𝗼 𝟭]

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Buenos aires, argentina...
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1 hora antes del suceso...
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En una de las tantas calles de Buenos Aires, se alzaba una panadería que, aunque pequeña, no pasaba desapercibida. Las paredes exteriores eran de un color crema desgastado, con algunas manchas oscuras que el tiempo había dejado como testigos de los inviernos húmedos de la ciudad. Sobre la puerta de madera, colgaba un letrero de hierro forjado que decía "Panadería San Juan", con letras doradas que, aunque algo deslucidas, aún brillaban lo suficiente como para captar la atención de los transeúntes.

La puerta se abrió con un suave chirrido, y la campanita en lo alto tintineó, llenando el aire con su sonido familiar. Un chico entró, sacudiendo la ligera humedad que el aire porteño había dejado en su chaqueta de cuero oscura. Su cabello marrón castaño caía desordenadamente sobre su frente, y sus ojos verdes, ocultos bajo un parpadeo de cansancio, escanearon el interior con una mezcla de curiosidad y familiaridad.

El interior de la panadería, cálido y acogedor, lo recibió con una ola de aromas irresistibles: pan recién horneado, dulces con azúcar glas, y un tenue olor a café que parecía susurrar promesas de confort. Las estanterías de madera clara estaban repletas de baguettes doradas y facturas esponjosas, que relucían bajo la suave luz amarillenta que colgaba del techo. El suelo de baldosas, marcado por el paso de incontables clientes, crujió suavemente bajo sus zapatillas, que aunque viejas, mostraban signos de un cuidado meticuloso.

El chico avanzó lentamente hacia el mostrador, sus pasos resonando en el pequeño espacio, donde el murmullo de la radio se mezclaba con el crujido del pan. La chaqueta de cuero oscura, algo gastada en los bordes, se ajustaba a su figura de manera casual, dejando entrever una camiseta gris sencilla que contrastaba con la calidez del entorno. Sus jeans, descoloridos y ajustados, acariciaban suavemente sus piernas con cada movimiento, mientras sus ojos verdes se enfocaban en el hombre detrás del mostrador.

El panadero, un hombre de rostro amable y bigote canoso, levantó la vista cuando escuchó los pasos acercarse al mostrador. Con una sonrisa que mostraba las arrugas en los bordes de sus ojos, inclinó ligeramente la cabeza en un gesto de bienvenida. Sus manos, aún manchadas de harina, descansaban sobre el mostrador de vidrio mientras observaba al joven con una mezcla de curiosidad y familiaridad.

-¿Qué te gustaría llevar, muchacho? -preguntó con voz cálida, que resonó en el pequeño espacio como si fuera parte de la misma atmósfera acogedora de la tienda.

El chico, que había estado mirando los panes alineados detrás del vidrio, levantó la vista hacia el panadero. Se tomó un segundo antes de responder, sus labios apretados en una ligera línea de indecisión. Finalmente, esbozó una media sonrisa, aunque sus ojos mostraban un brillo de incomodidad.

-Me... me preguntaba si podría llevar un poco de pan -dijo, su voz firme pero con un matiz de humildad-. La verdad es que ahora mismo no tengo dinero para pagarlo.

Mientras hablaba, sus manos, que había metido en los bolsillos de su chaqueta, se tensaron ligeramente, apretando el forro interior con una mezcla de nerviosismo y esperanza. Su mirada se mantuvo fija en el panadero, buscando alguna señal en el rostro del hombre que le indicara cómo respondería a su petición.

El panadero, al escuchar la solicitud del chico, dejó que su sonrisa se desvaneciera un poco, dando paso a una expresión de lástima. Sus ojos, antes brillantes, ahora mostraban una mezcla de compasión y resignación.

-Me gustaría ayudarte, de verdad... -dijo, su voz más suave, como si lamentara lo que estaba a punto de decir-, pero también me sale caro hacer el pan. La harina, la levadura... todo cuesta, ¿sabes?

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⏰ Última actualización: Sep 05 ⏰

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𝙏𝙝𝙚 𝙇𝙖𝙨𝙩 𝙃𝙚𝙧𝙤𝙚𝙨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora