Capítulo 1

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-NARRA LARA-
Entré en casa después de la jornada de mañana del viernes. Me dolían los pies a rabiar después de haber estado 5 horas en una operación, y lo único que me apetecía era sentarme a comer con mi familia.

- ¡Ya estoy en casa!

Me acerqué a la cocina de donde provenía un delicioso olor a comida. Mi precioso marido estaba cocinando, de espaldas a mí y con el delantal puesto. Después de haber abandonado su carrera como futbolista, se había aficionado a cocinar mucho, y desde entonces casi siempre era él en encargado de mantenernos alimentados.

- Hola, amor -sonrió girándose hacia mí.

Me acerqué hacia Pablo con una enorme sonrisa en mi rostro y pasé los brazos por su cuello, dejando que me abrazase. Levantó la cabeza segundos después y besó mis labios con cariño.

- ¿Qué tal tu día? -preguntó sin soltarme, apoyando las manos sobre mi cintura.
- Agotador -suspiré- me muero de hambre.
- Tranquila, en seguida estará listo.
- Mm huele genial.

Pablo sonrió, volviendo a besar mis labios. Me tembló el cuerpo al sentir la calidez de su lengua contra la mía. Habían pasado más de 20 años desde que me había casado con este hombre y cada día lo amaba más que el anterior. Nuestra vida era perfecta, con tres hijos maravillosos, los cuales escuchamos entrar en la cocina cuando se quejaron ver a sus padres besándose.

- Que asco -escuchamos a Leo- cortaos un poco.

Me separé de mi esposo y me apoyé contra la encimera a su lado, cruzándome de brazos y riendo al ver la cara de asco de mis tres hijos, que acababan de volver de clase.

- Nos estábamos dando un beso -dijo Pablo- es lo que hace la gente que se quiere.
- Sí, pero no delante de sus hijos -dijo Noah.
- Deberíais agradecer que vuestros padres se sigan queriendo después de tanto tiempo -reí.
- Eso -dijo la pequeña Gala- la mayoría de mis amigas tienen padres separados, a mi me gusta que los míos se quieran.
- Lo veis -sonrió Pablo- aprended de vuestra hermana pequeña.

Los dos chicos rodaron los ojos y los tres ocuparon sus respectivos sitios alrededor de la mesa. Ayudé a Pablo a emplatar la comida y se la fui pasando a mis hijos, que empezaron a comer casi sin respirar.

- Tranquilos -rio su padre- nadie os va a quitar la comida.

Mi marido se quitó el delantal y nos sentamos junto a nuestros hijos. Mientras comíamos, aprovechamos para hablar de cómo les había ido la mañana en clase. Estábamos en Marzo y pronto tendrían vacaciones de Semana Santa. Normalmente solíamos irnos de vacaciones en familia en esas fechas, pero este año habíamos decidido quedarnos en casa e invitar a sus abuelos a pasar aquí la semana. Belén y Pablo padre estaban encantados de poder pasar el mayor tiempo posible con sus nietos, en general, no solo con los de nuestra parte sino también con las dos niñas que tenía Aurora, Maya y Carla, de 10 y 9 años.

- Mamá -dijo Noah- me gustaría preguntaros algo.

Pablo y yo miramos a nuestro hijo mayor. Había cumplido 18 años hace 2 meses. No iba a mentir, había llorado al ver lo rápido que estaban creciendo. Hace nada estaba pariendo a Noah y ya era un adulto. Por no hablar de Gala, que estaba entrando en la adolescencia y parecía ayer cuando pintaba dibujos. Noah era un calco de Pablo, era como si se hubiese fotocopiado. A veces cuando lo observaba, me recordaba a su padre con su edad. Ojalá pudiese volver a atrás, a esa época donde ambos éramos unos niños locos enamorados. Aún así, no cambiaría mi vida de ahora por nada. Leo también se parecía mucho a Pablo, pero no tanto como su hermano mayor, tenía más rasgos parecidos a los míos. Y Gala era como una mini copia mía de cuando tenía su edad. Cada uno de nuestros hijos era único.

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⏰ Última actualización: Aug 21 ⏰

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