10 | Boyfriend (pt. 2)

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— ¡Es el hilo morado!

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— ¡Es el hilo morado!

— ¡Sus ojos brillan!

— ¡Estarán juntos por siempre y para siempre!

Como siempre, la curiosidad atacó a los niños, comenzaron a gritar sobre nuestro hilo y a hacer preguntas sobre este mismo, Quackity se quiso soltar del agarre de nuestros meñiques pero yo no se lo permití poniendo la excusa de que a los pequeños les gustaba ver nuestros ojos brillando de un rojo difuminado con un morado.

Aunque la verdad, no quería soltar su meñique.

— ¿Cómo supieron que lo tenían?

— B-bueno...

— ¿Es verdad que pueden cambiar el color?

— Pues...

— ¿Qué se siente tenerlo?

— ¡Esperen! — Alcé la voz al ver como llenaban de preguntas al pobre de Quackity una pregunta a la vez, pónganse de acuerdo en cuál y la responderemos — Quackity me agradeció con la mirada.

Los niños formaron una bolita decidiendo que pregunta harían primero.

— ¿Es fácil hacer que cambie el color? — preguntaron al unisono.

— La verdad no — Pato contestó.

— Pero sus ojos están casi rojos — Niki (que también me había dicho que se llama así) analizó.

— Es lento, pero si se puede, nosotros igual estamos sorprendidos — nos miramos entre nosotros y los niños asintieron con expresiones emocionadas.

Preguntaron muchas más cosas, inclusive unas mamás se nos acercaron y preguntaron distintas cosas, algunas vergonzosas que ni nosotros sabíamos, una de esas era que si haciendo cositas podía cambiar a un rojo total.

Dijo la palabra cositas para no traumar a los niños.

Le contestamos que no sabíamos pero tampoco queríamos averiguarlo, era algo demasiado íntimo.

Después de un par de horas (si, horas) contestando sus preguntas quisieron jugar de nuevo a nuestra boda y nos insistieron en que bailemos un vals, creo que a todos les quedó más que claro mi nula habilidad con el baile ya que pisé a Quackity bastantes veces.

El sol se hacía cada vez más caliente indicando que ya era medio día, las madres hablaron a sus hijos y ellos, con mucha tristeza se despidieron de nosotros pero Quackity les prometió que volveríamos algún día.

En serio sería un buen maestro, es como un imán de niños, todos estaban encantados con su belleza y ternura.

— ¿Aún te duelen los pies? — ahora estábamos camino a casa, el autobús nos recogió hace media hora y estábamos a punto de llegar a casa.

— No, no mucho — jugueteó con el pequeño anillo de plástico, decidieron regalárnoslos como un pequeño recuerdo de ellos, inclusive le habían regalado la diadema a Quackity.
— -Lo siento, nunca fui bueno con el baile.

Purple Thread | Spreenckity Donde viven las historias. Descúbrelo ahora