One-shot

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La escuela media era un campo de batalla para Midoriya Izuku. Los pasillos llenos de risas y voces alegres se convertían en su propio infierno personal cada vez que veía a Bakugo Katsuki, su antiguo amigo de la infancia. Pero ahora, ya no quedaba rastro del chico que una vez fue amable con él. En su lugar, Katsuki se había convertido en un monstruo de desprecio, un ser que parecía alimentarse de la desesperación de Izuku.

Ese día comenzó como cualquier otro, pero culminaría en un acto que cambiaría todo para ambos.

. . .

"¡Oye, Deku!" Su voz retumbó en el pasillo. Izuku, como siempre, se encogió al escuchar el apodo que le había dado. Deku, alguien inútil, un desperdicio. Apretó los puños, tratando de no dejar que las palabras lo alcanzaran, pero era inútil. Katsuki siempre sabía cómo atravesar sus defensas.

Bakugo se acercó, con sus ojos llenos de esa ira ardiente que siempre lo acompañaba. Pero hoy había algo más, algo más oscuro que habitaba en su mirada. "¿Qué haces aquí, Deku?" su voz era baja, pero cargada de veneno. "eres un inútil sin quirk, si realmente quieres tener una oportunidad de ser un héroe, deberías lanzarte desde un edificio y rezar para que en tu próxima vida nazcas con un poder."

Las palabras cayeron como un martillo sobre el corazón de Izuku. Siempre había sido consciente de su falta de poder, su falta de un "Quirk". Pero escuchar a Kacchan, alguien que una vez fue su amigo, decir esas palabras tan crueles, lo destrozó. Midoriya sintió que el suelo se abría bajo sus pies, como si todas las dudas y temores que siempre había reprimido se desbordaran de golpe.

El de ojos carmesí lo miró, esperando ver la misma sumisión de siempre en sus ojos. Pero en cambio, lo que vio fue un abismo. Izuku no respondió. No había lágrimas, ni súplicas. Solo un silencio aplastante. Sin más, Katsuki se dio la vuelta y se alejó, ignorando el nudo en su estómago que no entendía por qué estaba allí.

Esa tarde, cuando las clases terminaron, el chico de cabellos verdes subió las escaleras que llevaban a la azotea de la escuela. Sus pasos eran pesados, como si cada uno lo acercara más al borde de la desesperación. Las palabras de Kacchan resonaban en su mente, como un eco implacable. "Lánzate desde un edificio..." Una parte de él sabía que no debía escucharlo, que eran solo palabras dichas en la ira. Pero otra parte, la parte que estaba cansada de luchar, pensaba que tal vez tenía razón.

El viento en la azotea era frío, cortando su piel mientras se acercaba al borde. Sus manos temblaban, no por miedo, sino por la certeza de lo que estaba a punto de hacer. Cerró los ojos, imaginando por un momento que tal vez, solo tal vez, en su próxima vida, podría ser alguien con un Quirk, alguien que Kacchan no despreciaría.

Pero justo cuando se dejó caer, una explosión resonó. Abrió los ojos y giró la cabeza hacia abajo para ver a al rubio impulsarse hacia él, los ojos abiertos de par en par, llenos de algo que Izuku no había visto en mucho tiempo: miedo.

Katsuki lo alcanzó en el aire, envolviendo sus brazos alrededor de él con una fuerza casi desesperada. "¡¿Qué demonios estás haciendo?!" gritó Bakugo, su voz quebrándose. No entendía por qué lo había hecho, por qué había corrido tan rápido cuando vio a Deku en la azotea, pero lo único que sabía era que no podía dejar que cayera.

No respondió. Simplemente lo miró, con los ojos llenos de una tristeza infinita, y en ese momento, Bakugo entendió el peso de sus palabras. El nudo en su estómago se convirtió en una roca en su garganta. Había sido cruel, pero nunca pensó que sus palabras empujarían a Deku tan lejos.

Aterrizaron suavemente en el suelo, y sin decir una palabra, Bakugo aferró a Deku contra su pecho, como si el simple acto de sujetarlo pudiera borrar lo que había dicho. Izuku, sorprendido por el abrazo, dejó que sus lágrimas cayeran finalmente, su cuerpo temblando mientras Kacchan lo sostenía con fuerza.

"Perdóname, Deku... Izuku..." murmuró Bakugo, su voz quebrada. Nunca antes había pedido disculpas a nadie, pero ahora, frente a Izuku, sentía que era lo único que podía hacer.

Izuku lo miró, y por un momento, no vio al chico que lo había atormentado durante años, sino al que había sido su amigo, al que siempre había admirado. A pesar de todo, una pequeña chispa de esperanza comenzó a arder en su interior. Quizás, solo quizás, las cosas podían cambiar.

Lentamente, el chico de pecas levantó la cabeza y, antes de que ambos pudieran pensar en lo que estaban haciendo, sus labios se encontraron en un beso suave, lleno de emociones contenidas. Bakugo no se apartó; en cambio, correspondió, sus propias lágrimas mezclándose con las de Izuku.

El sol se puso detrás de ellos, bañándolos en una luz dorada mientras se aferraban el uno al otro, dos almas heridas encontrando un refugio en medio de la tormenta. Y así, en la quietud del atardecer, comprendieron que no estaban tan solos como pensaban. Habían caído, pero juntos, comenzarían a levantarse.

Fin.

Palabras en la OscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora