No lo digo, lo demuestro

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Era una locura...

Si, una locura. Por qué... ¿Cómo es qué pasaste de repudiar (y temer) al infame líder de Onychinus... a... a esto?

Su suave cabello se sacudió cuando meció su rostro hacia la izquierda, acomodando mejor su forma dormida en tu cama. Y, claramente, como la mujer madura y para nada afectada por su celestial belleza, no aniquilaste el voraz impulso de sacudir tus piernas y deslizar tus dedos por sus bonitas hebras grisáceas.

Suspiraste, sintiéndote fuera de lugar en tu propia casa. ¡En tu propia cama! Con las cortinas cerradas, intentando de alguna forma eliminar en su mayoría el radiante sol de Linkon al qué tan poco acostumbrado estaba tu... ¿Aliado? ¿Compañero? ¿Amante...?

Cielos, ni siquiera estabas segura de eso...

Si, definitivamente, una locura.

No podías ni intentar darte el lujo de descifrar a Sylus. Por más que te esforzaste en recolectar cada pieza de su complejo rompecabezas... La mayor parte de las veces te sentías en un callejón sin salida.

Culpas a su voz tan bonita, su rasgos afilados pero gentiles, la maldita forma en la que pronunciaba tu nombre y, como actuaba cuando se trataba de ti. ¡Dios, su maldito trato hacía ti...! Que empezó siendo tan frío, casi rencoroso, como si con sus palabras y comportamiento "sutilmente" (¡porque el bastardo no fue para nada sutil!) te demandará recordar algo de lo que él ni siquiera se molestaba en explicar.

Las memorias en tu mente eran confusas, borrosas y melancólicas.

Era extraño...

No recordabas con exactitud ese misterioso pasado, y su "primer" encuentro fue sin lugar a dudas amargo... Y ahora, muy a tu pesar, es el momento donde más sientes que tu relación con él deambula en un plano astral distinto, ¡Completamente ajeno!

Porqué... ¡¿Qué demonios eran ustedes dos?!

Había algo implícito ahí, algo mutuo que, para bien o para mal, ninguno de los dos se había atrevido a pronunciar. Más, se contradecía por completo en momentos como estos. Donde las palabras se extinguen, los muros se derrumban y solo queda ese suave perfume de vulnerabilidad que los envuelve a ambos.

Cuando el líder frío, calculador y demandante se convertía en un espejismo, dejando tan solo a un hombre... A Sylus.

Cuando se reía de tus payasadas, y sus bonitos ojos se arrugaban en ternura. O cuando derramaba miel de sus labios, llamándote con apodos afectuosos, que hacían que las mariposas en tu estómago revolotearan. Los roces robados, donde sus dedos se quedaban más tiempo del que debían a lo largo de tu cabello, esas ocasiones en la que sus nudillos trazaban sutilmente tus hombros y los costados de tus brazos, o esos momentos donde dejaba que sus dedos rodearan protectoramente tu cintura.

Momentos como ahora... Dónde sin previo aviso llegó a tu departamento, y se adueñó de tu cama. Si tuvieras una moneda por cada ocasión en la que sus acciones estuvieron a punto de causarte un infarto, lo más probable es que tu riqueza empezaría a rivalizar con la suya.

-¿No puedes dormir? -Su voz ronca y somnolienta te sobresalta, arrancándote del limbo de tus pensamientos.

-¿Cómo podría? Es más de medio día. -Te quejas, a lo que él tararea, abriendo lentamente sus párpados.

Y ahí está otra vez.

Esos malditos ojos... Esos ojos que te miraban como si fueras la cosa más importante para él, con absoluta adoración. Llenos de ese afecto que hacía tu piel hormiguear y a tus rodillas flaquear. Dios, ¿Cómo es que este hombre qué inicialmente actuaba como un demonio... terminó así?

Abrumada, decidiste apartar la mirada.

Su gran mano atrapó tu mentón con una firme suavidad, animándote a regresar tu vista a él.

-¿Si? ¿Por eso no has apartado tus ojos de mí?

Maldita sea.

En este punto, ya no debería sorprenderte que él notará esas cosas... ¡Pero, diablos! Eso no lo hacía menos vergonzoso.

Debió notar tu vergüenza, porque su sonrisa astuta se ensanchó.

-Me mirabas con tanta intensidad que creí que me ibas a perforar la cara, gatita.

-¡Y-yo no...! -Las excusas se extinguen en tu lengua, no sirve de nada discutir. Apartas su mano y suspiras. -Sólo... Sólo estaba pensando.

Eso llama su atención. Recuesta su rostro sobre sus brazos doblados, y tú te esfuerzas por fingir como algo tan banal para el resto de mortales, como lo es acomodarse en la cama, lo hacen ver tan perfecto, tan etéreo, como una musa salida de una pintura.

Te estaba volviendo loca.

-¿Si? ¿Y en qué pensabas, bonita?

Una vez más, tienes que esforzarte por poner tu mejor cara de póker, para así disimular el efecto que sus apodos tan asquerosamente (maravillosos, perfectos, asombrosos) empalagosos tienen en ti.

-En nada en particular... -Tu mentira es evidente, sobre todo por cómo evitas su mirada y juegas nerviosamente con la sábana.

Él tararea, por supuesto que no te cree, es más, estás segura de que ya se hace a la idea... Pero, como siempre, te da tu espacio, sigue con silenciosa reverencia el camino que tú sigues, y se apega a cada una de tus decisiones.

En su lugar, tira de tu brazo y te envuelve perezosamente, acomodando tu rostro sobre su pecho, apenas oculto bajo una delgada camiseta de tirantes. Puedes sentir su nariz sobre tu cabello, aspirando suavemente. La vergüenza late a través de tu torrente sanguíneo. 

-¡¿Sy-Sylus...?!

-Solo finge que soy uno de tus peluches e intenta dormir un poco. -Sylus pronuncia, y percibes como rápidamente la somnolencia se apodera de él. No hay nada que puedas hacer, no cuándo esos fuertes brazos te tienen (felizmente) cautiva en su abrazo. Solo puedes resoplar, resignada. Oyes con atención el pulso de su corazón, tan errático como siempre, aún cuando está en este estado de calma.

La bruma de tus memorias regresa a ti por un instante. El olor a azufre y sangre, tus dedos sobre una espada y su voz animándote a no dejar de presionar el puñal... O de lo contrario, no habría vuelta atrás.

Distraídamente, tus dedos delinean donde la cicatriz debería estar, sin ser consciente del efecto que tiene tu toque en él. Se estremece, uno de sus ojos se abre y sientes como su mirada brilla con intensidad, mientras sostiene con sus dedos firmemente tu muñeca.

-Gatita... -Advierte, y tu bajas tus manos rápidamente. Él ríe, con ese tono rico, volviendo a acurrucarse contra ti.

Una vez más, un suspiro abandona tus labios. Lo imitas, enterrando tu rostro en su pecho, deleitándote en el persistente retumbar de su corazón y en el varonil aroma de su colonia.

Si, había mucho que él no había dicho... Pero sus acciones eran muy claras. Y eso era suficiente, al menos por ahora.

Not Said | Love&DeepspaceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora