Recordar

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La sala de reuniones estaba cargada de tensión, con planos esparcidos por la mesa como cartas de un juego que nadie quería jugar. Miradas intensas y gestos frustrados llenaban el espacio, mientras discutíamos exaltadamente sobre el proyecto de arquitectura que habíamos estado desarrollando durante meses.

Mi voz resonaba con un tono de urgencia, tratando de hacer entender mi perspectiva sobre el diseño. Habíamos invertido tiempo, esfuerzo y creatividad, y ver cómo algunos querían cambiar de raíz la dirección del proyecto me llenaba de frustración. Cada línea, cada detalle, era como una extensión de mi visión, y no estaba dispuesto a ceder fácilmente.

A mi lado, otro miembro del equipo defendía ardientemente sus ideas, argumentando que el enfoque actual escaseaba de innovación y que necesitábamos un giro intrépido para destacarnos. Las palabras se convertían en dardos lanzados con precisión, apuntando a las debilidades percibidas del diseño y a las supuestas fallas en la ejecución.

En este momento, la discusión era más una batalla de egos que una colaboración creativa. Cada uno de nosotros tenía una visión diferente sobre cómo debería ser el proyecto, y ninguna de las partes estaba dispuesta a dar paso. El ambiente se volvía más denso con cada intercambio de palabras, como si el oxígeno mismo se agotara en la sala.

Las discusiones sobre planos y maquetas se mezclaban con suspiros frustrados y gestos impacientes. Aquello no era solo un enfrentamiento de ideas, sino también un choque de personalidades y enfoques de trabajo. La pasión por nuestro trabajo se transformaba en una llama ardiente que amenazaba con consumir cualquier posibilidad de colaboración efectiva.

En un momento, mientras las voces alcanzaban su punto máximo, me di cuenta de que debíamos dar un paso atrás. Aquella pelea no estaba llevándonos a ninguna parte, solo generaba un ambiente tóxico que amenazaba con destruir todo lo que habíamos construido como equipo. Fue entonces cuando decidimos tomarnos un respiro, alejarnos de la sala de reuniones para dejar que las aguas se calmaran.

Doy un golpe sonoro en la mesa atrayendo la atención hacia mí, en cuestión de segundos el lugar quedo en silencio —Deberíamos darnos un respiro. El trabajo no será terminado y el ambiente no está ayudando. Tu eres el más sobresaltado, Jonathan.

Señalo al último nombrado, quien, ahora mismo, no podemos siquiera dejarlo al lado. Él es el más maldecido de la empresa, no hay día en el que los empleados se quejen de su narcicismo.

—¿Yo? —se señala así mismo con una sonrisa sarcástica —¿Hablas en serio? Soy el Coordinador Laboral de esta empresa, mi deber es supervisarlos, —eleva sus manos a sus costados mientras ve a la mesa repleta de planos —lo que tienen ahora, no servirá de nada.

Quisiera ignorar el hecho de que ha despreciado el gran trabajo de mi equipo. No puedo quedarme callado y dejar que diga cosas así. —Deberías cuidar la mierda que sale de tu boca. Es fácil para ti venir y maldecir el trabajo de los demás, lo único que haces es aprobar el proyecto, no tienes ni la más mínima idea de lo que es ser creativo.

—Es exactamente por eso que no lo voy a aprobar. Esto es un insulto para nuestra empresa. El proyecto queda anulado.

Esto es increíble.

—Les pido por favor, me dejen a solas con Jonathan. — la sala se vacía con una rapidez que grita claramente que tenemos un grave problema entre él y yo.

—¿Cómo puedes decirlo así sin más? Incluso rechazar cualquier proyecto no está permitido sin que el residente en construcción analice los planos. ¿Cómo puedes tomar esta decisión sin el conocimiento del director?

Jonathan cansado, solo deja salir un suspiro —No tengo porque seguir oyendo tus reproches, esto —revuelve los planos sobre la mesa —no sirve de nada.

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⏰ Última actualización: Aug 23 ⏰

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