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9:00 Am.

El sol por su ventana deslumbraba pequeños espacios en aquella habitación oscura, sus ojos se abrían lentamente oyendo los pasos por el pasillo y los murmullos por las paredes delgadas.

Una casa hogar para un medico retirado.

Han Jisung, rubio con cabello esponjado, su mata de pelo negro y espeso era tan largo por el mal cuidado y malos cortes a si mismo de tantos años ahí desde que llegó a Corea.

—¿A qué hora planeas levantarte de esa cama?— Voz irritante, esa voz que hacía fruncir su ceño todos los días.

Católica caucásica.

—Ya me voy a levantar.

Sus ojos viajaron de los zapatos viejos de la mujer a sus ojos, su cara lucía molesta.

—Han, te vas hoy.

Esas palabras todos los días las oía al punto que le daban gracia, sonrió como pudo antes de hacerle una seña a la mujer para que se fuera de habitación.

Se levantó atento mirando a su alrededor como si de una pesadilla se tratara.

Ropa en el piso, libros en el piso, comida, mugre.

Mugre.

Alargó un suspiro, tomo sus cigarros y salió de aquel hueco humano que dejaba como cama, la silueta perfecta.

Sus pies descalzos hacían tronar la vieja madera de la casa, mientras más avanzaba a las escaleras podía oír la conversación de aquella viejas caucásicas riéndose de el y de ser el único con 23 años ahí. Al llegar al último peldaño de la escalera lo miraron de pies a cabeza con una gran sonrisa.

—Han tu desayuno está en el comedor,—aquella sonrisa forzada no le gustaba a Han.—Cuando acabes sube al despacho de la directora, tiene buenas noticias para ti.

Asintió y caminó al comedor para comer su pobre pan untado en avena y un mísero vaso de agua con un vaso de pastillas que ellas llamaban “Felicidad y Fé ”

Siempre las escupía, era obvio que eran drogas o algún tipo de cosas similar.

La mañana tranquila hasta que después de comer y acabar su cajetilla, estaba frente a la puerta que le causaba miedo.

La última vez que fue ahí fue cuando llegó.

Tocó varias veces hasta escuchar un pasa. Ese lugar olía a vejez, velas aromáticas y cortinas tan viejas.

—Me llamó.

Fue lo único que dijo al ver a la mayor en la silla con unos papeles en la mesa.

—Han, te hemos conseguido un lugar espectacular.— sonrió sutil dandole la vuelta a los papeles para que se acercase y los leyera.—No solo será tu hogar sino que te pagarán por tu profesión.

Las cejas del pelinegro se arrugaron lo más que pudieron acercándose lento y un extraño sentimiento de pesadez lo invadió.

La mayor lo notó.

—Han,—llamarlo de manera suave con esa voz lo espantó—Solo Lee la cantidad que te van a pagar.

El simplemente movió las hojas observando la gran cantidad de ceros al final de ese extraño documento.

—No puedo aceptarlo.

Sus ojos miraron a la mujer quien mantenía una sonrisa fina, eso no le gustaba para nada.

—Es tarde, lo firmé por ti.

—¿Que?

Sus ojos se abrieron lo más que pudieron, parecía que se saldrían de sus órbitas.

—Te viene a buscar el mensajero en menos de,—Hizo una pausa para mirar su reloj— 30 minutos, tienes tiempo para recoger tus cosas.

—Usted no puede hacer eso. — se negó dejando los papeles en la mesa.

—La bara, Jisung.

No...

—En 30 minutos me voy.

La mujer sonrió felíz.

Ella estaría bien, al final vender a Jisung por una exorbitante cantidad de dinero.

Si el moria, a ella no le iba a importar.

Jisung es médico, el podrá con esos monstruos.

Solo son Monstruos.

Doors ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora