Capítulo 5 - Naroa

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Me ha sorprendido que Imanol me haya saludado al entrar a clase. En realidad no he sido la única sorprendida. Maialen ha girado el cuello tan rápido que parece un milagro que no se le haya roto. Le ha saludado a ella también y se ha sentado en su sitio. Gaizka se ha puesto a mi izquierda, me ha dado los buenos días con una sonrisa y ha empezado a charlar conmigo amistosamente. Él sí que suele ser majo conmigo, sobre todo cuando no están sus amigos delante, pero no tanto. Algo raro está pasando. Que sea viernes no es motivo suficiente. Para ellos solo somos unas frikis de las que se burlan sin disimulo. Maialen me mira buscando explicaciones y yo me limito a encoger los hombros.

Noto los ojos de Jessica clavados en mi nuca y un murmullo del que puedo distinguir varios insultos, entre ellos «maldita gafotas», por lo que sé que van dirigidos a mí. Sin embargo, no entiendo el motivo; quitando que es imbécil y que nos odiamos, claro. ¿Tanto le molesta que Imanol me salude?

*****

Después de la pasar por el baño, bajamos las escaleras y vemos a Imanol, Gaizka y Moha cerca de la puerta. El rubio levanta la mano y yo miro hacia atrás. No hay nadie más. ¿Nos están saludando a nosotras? No entiendo nada.

—Hola, chicas —dice Imanol cuando llegamos a su lado—. ¿Qué tal?

—¿Qué quieres?

—Tranquila, Naroa. Ni que os fuéramos a robar el bocadillo. —Amaga con quitarme el almuerzo y sonríe—. Es broma, chica. No pongas esa cara.

—¿Sabéis que mañana tenemos el último partido de la liga? —dice Gaizka.

—Ah, ¿sí? —Rebeca finge tener interés. Es la más simpática de las cuatro.

—No os vamos a invitar a verlo, porque sabemos que no os gusta el fútbol, pero es muy probable que ganemos la liga.

—Solo con empatar ya es nuestra, aunque iremos a ganar —añade Moha.

—Pues felicidades —digo yo.

—No seas tan borde —me recrimina Imanol—. Tenemos una comida de celebración en la Sidrería Deierri. ¿Sabéis cuál es?

—Claro —responde Rebeca. Sé que es mentira por la cara que ha puesto.

—Pues el míster lo ha reservado para nosotros y estaremos ahí de fiesta toda la tarde. Pondrán música y luces especiales. Ya sabéis, como en una discoteca. Habéis estado en alguna, ¿no?

—Claro —Rebeca miente una vez más.

—Seguramente nos dejen beber sidra y también habrá kalimotxo. ¿Os gusta?

—Claro.

¡Que deje de mentir ya, por Dios! Me está poniendo de los nervios. Busco con la mirada a Ainhoa y parece aún más confusa que yo.

—Resumiendo: que si queréis venir, estáis invitadas. Las cuatro. ¿O tenéis alguna amiga más? Perdón, ha sonado mal. Me refiero a...

—Te hemos entendido —le interrumpo, ahorrándome el insulto.

—¿Entonces vendréis? —insiste Gaizka—. Si es a partir de las cinco, mejor, que no sabemos cuándo terminaremos de comer. O a la seis, vaya. Cuando queráis. ¿Qué decís? ¿Os animáis?

—Claro. —Rebeca responde por todas. Al final tendré que taparle la boca con cinta aislante—. Teníamos otros planes, pero podemos cambiarlos.

—¿Irá alguien más que no sea del equipo? —pregunta Maialen, que no había hablado hasta entonces—. Alguno más de clase...

Una clase de amigos [2.ª ed.] (COMPLETO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora