Guillermo I de Normandía

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Guillermo I de Normandía (dc.910-942), llamado Guillermo Larga-Espada,​ era hijo natural de Hrolf Ganger y de Poppa de Bayeux. Se le consideraba el segundo duque de Normandía aunque dicho título no existiría como tal hasta el siglo XI. Él era, ante todo, el Jarl de los normandos del Sena.

 Él era, ante todo, el Jarl de los normandos del Sena

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El sucesor de Hrolf


Un poema escrito poco después de que muriera Guillermo I pone de manifiesto que éste nació en ultramar,​ de una madre cristiana y de un padre que era, todavía, pagano. Este último Hrolf no era en aquel momento el jarl de la futura Normandía. Era todavía un jefe vikingo que recorría los mares a la búsqueda de algunas tierras susceptibles de ser saqueadas.

Una vez instalado por Carlos el Simple en Normandía (911), Guillermo pasó a ser el de este territorio. Dudon de Saint-Quentin explica que, hacia el 927 Hrolf no estaba capacitado para gobernar.​ Una asamblea de normandos y bretones eligió a Guillermo como jefe. Apenas elegido, se encomendó a Carlos el Simple.

Es harto difícil bosquejar un retrato del nuevo jarl de los normandos del Sena. El poema de Dudon de Saint-Quentin tiende a ser, más bien, una hagiografía. Sin embargo no cabe la menor duda de que Guillermo fue, al contrario que su padre, un verdadero cristiano. En 935 se casó, cristianamente, con Luitgarda, hija de Herberto II, conde de Vermandois. El jarl hizo diferentes donaciones a los canónigos del monte Saint-Michel e hizo restaurar la abadía de Jumièges, a la que pensaba retirarse.

El principado de Guillermo corresponde a una consolidación de la joven Normandía. Dudon presenta al jarl como un restaurador de la paz y del orden. Lucien Musset, le describe, más recientemente, como: «el principal artesano de la resurrección normanda. A él se le debe atribuir el éxito definitivo del injerto escandinavo en el tronco romano-franco que permitió al Estado fundado en 911 atravesar victoriosamente la crisis general que vivió en los años 940 el mundo escandinavo de Occidente».

Guillermo y los bretones


Hacia 931, Bretaña ocupada por los normandos del Loira, pasaba por un período dificultoso. Los bretones se rebelaron contra los ocupantes. Guillermo I, apoyado por los normandos del Loira, invadió la Bretaña. Los líderes bretones Alano II de Bretaña y Juhel Berenguer de Rennes fueron abatidos. El primero huyó a la otra Mancha; el segundo se reconcilió con el normando.

Pero ¿son éstas las consecuencias de la victoria de Guillermo? Dudon de Saint-Quentin repite porfiadamente que Guillermo Larga-Espada era el duque de los Normandos y de los Bretones. Sin embargo se ha encontrado en el Monte Saint-Michel una pieza que le designa como duque de los Bretones. Estos últimos aparecen repetidas veces alrededor del jarl. Como si Bretaña formara parte de las tierras dominadas por Guillermo. Más bien que una conquista, Musset sugiere que era un protectorado de Normandía sobre Bretaña.

En 933 Guillermo rindió homenaje al rey Raúl por «la tierra de los Bretones situada a orillas del mar»'. No se trata, por supuesto, de Bretaña, ya que el soberano no tenía ningún derecho sobre este territorio. Los historiadores consideran, habitualmente, que esta concesión concernía a Cotentin y Avranchin, regiones cedidas a los bretones por un rey carolingio sesenta y seis años más tarde. En 933, Normandía casi había alcanzado su extensión definitiva.

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