Prólogo

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Los ojos le pesaban, a su costado, acostado en la cama que era de su pertenencia, estaba su compañero.

Aquel chico se había enfermado luego de estar bajo la lluvia y allí estaba, con fiebre alta y sin querer buscar a ningún médico.

Chuuya hablo con su amigo; Doc, en busca de algunos consejos.

El siempre se las aguanto y siguió adelante aún con fiebre alta, después de todo, se encargaba de cuidar a la niños, después, en la noche, luego de terminar con todo, se daba el lujo de tirarse en el desgastado colchón y esperar a que la fiebre baje para al día siguiente seguir su rutina.

Incluso luego de entrar a la Port mafia siguió con ese comportamiento, aún estando al borde del desmayo, se forzó a estudiar cada cosa que no pudo siendo más joven, todos los días, mañanas, tardes y noches hasta conseguir un buen nivel académico.

Por lo tanto, necesitaba algunos consejos de alguien con más especialidad en el tema de la medicina.

—Chuuya, ¿Estás seguro de que no quieres que esté allí para ayudarlos?—pregunto Doc, su voz sonaba cansada, debido a lo tarde que era, pero como era Chuuya quien le llamaba, ofreció su ayuda.

—No hace falta Doc, estaremos bien, gracias, adiós—dijo Chuuya con rapidez y algunos tropezones en su habla para al final colgar. 

Rápidamente se puso manos a la obra, allí estaba un Dazai con una toalla tibia en la cabeza y durmiendo, con ropa ligera, tenía una manta liviana tapandolo y al costado de la cama una botella de agua.

Chuuya se quedó a su costado tomando la mano de su compañero—amigo—, esperando a su recuperación y cuidándolo.

Estaba tratando de no dormirse, el chico estaba arrodillado a un costado de la cama, dónde había una manta fina con una almohada, dónde dormía en verdad Chuuya, no podía acostumbrarse a dormir en la cama—la culpa no lo dejaba—.

La habitación estaba en su mayoría acomodada y bellamente ordenada, excepto un lado de la cama, el lado donde estaba Chuuya y dónde dormía, ya que allí había un pequeño velador con libros desparramados y unos cuadernos con ecuaciones matemáticas, pequeñas notas y otras cosas relacionadas, se podía ver que había estado despierto repasando una vez más.

“No te duermas, no te duermas, no te duer...”

Pensó Chuuya mientras su cuerpo lo traicionaba y sus ojos amenazaban con cerrarse con pesadez y cansancio acumulado de ya meses.

El agarre algo tembloroso y algo fuerte de la mano del pelirrojo con la del castaño se aligero—tenia miedo de que ocurra lo mismo que con decenas de los niños de las ovejas—, mostrando el momento exacto de la traición de su propio cuerpo. 

Chuuya se sentía algo incómodo, entonces se movió para encontrar una posición mucho más cómoda, pero entonces se dio cuenta de que no sostenía la mano vendada de su compañero, apretó su agarre una, dos y tres veces, no había nada.

Abrió los ojos de a poco.

“¿Ya se despertó?, ¿Ya mejoro?”

Se pregunta el chico mientras se levantaba, se sentía extraño.

Tallo sus ojos con cansancio y un bostezo, pequeñas lágrimas salieron de sus ojos.

Entonces noto algo, toco sus prendas.

Sus ojos se abrieron con conmoción en ellos.

Ojos que se comparan con las profundidades del océano más profundo miraron las ropas que poseia y la habitación en la que se encontraba.

Vivamus, Moriendum EstDonde viven las historias. Descúbrelo ahora