03

55 12 1
                                    

El celular de papá sonó poco antes de la medianoche, el mío había sido apagado hace ya bastante y cuando el teléfono de casa no paraba de sonar, lo desenchufamos de la pared. La policía había pasado dos veces para desalojar a la gente del jardín delantero, mamá finalmente se había tomado una pastilla para dormir y se había ido a la cama. El hecho de que su mundo limpio y ordenado se fuera al diablo no le había sentado muy bien.

Sorprendentemente, después de un arranque inicial, papá había estado lidiando bien con la situación. Yo me disculpé como correspondía y quería el divorcio, él estaba dispuesto a culpar a las hormonas o algo por el estilo. Pero todo eso cambió cuando miró la pantalla de su móvil.

—¿Leyton? —respondió, mirándome fijamente desde el otro lado de la habitación. Se me encogió el estómago. Solo un padre puede entrenarte tan bien, lo había decepcionado, ambos lo sabíamos. Solo había un Leyton y solo había una razón por la que llamaría a esta hora en este día.

—Sí —dijo mi padre—. Es una situación desafortunada. —Las líneas alrededor de su boca se hicieron más profundas y se convirtieron en grietas—. Es comprensible. Sí. Buenas noches entonces.

Sus dedos apretaron los costados de su celular y luego la arrojó sobre la mesa del comedor.

—Tu pasantía ha sido cancelada.

Todo el aire salió de mí mientras mis pulmones se contraían al tamaño de monedas de un centavo.

—Leyton tiene razón en pensar que, dada tu situación actual... —La voz de mi padre se fue apagando hasta desaparecer.

Había pedido favores de hace años para conseguirme una pasantía en una de las firmas de arquitectura más prestigiosas de Portland. Sin embargo, sólo había hecho falta una llamada telefónica de treinta segundos para que desapareciera.

Alguien golpeó la puerta. Ninguno de los dos reaccionó, la gente había estado tocando desde hace horas.

Papá empezó a caminar de un lado a otro por la sala de estar. Yo lo observaba aturdido.

A lo largo de mi infancia, momentos como este siempre habían seguido un patrón determinado: Yeonjun se peleaba en la escuela, la escuela llamaba a nuestra madre. Nuestra madre tenía una crisis nerviosa, Jun se retiraba a su habitación, o peor aún, desaparecía durante días. Papá llegaba a casa y caminaba de un lado a otro, y yo estaba allí, en medio de todo eso, tratando de hacer de mediador, el experto en no causar problemas.

Entonces, ¿qué demonios estaba haciendo yo parado en medio de un maldito tsunami?

En mi niñez, yo siempre había sido una persona que no requería demasiado mantenimiento. Había sacado buenas notas en el instituto y había ido a la misma universidad local que mi padre. Puede que no tuviera su talento natural para el diseño, pero le dediqué las horas y el esfuerzo necesarios para conseguir las notas que necesitaba para aprobar. Había estado trabajando a tiempo parcial en la misma cafetería desde que tenía quince años. Mudarme a vivir con Beomgyu había sido mi gran rebelión.

Yo era, en definitiva, increíblemente aburrido.

Mis padres querían que me quedara en casa y ahorrara dinero. Todo lo demás que había logrado fue a través de engaños, para que mis padres pudieran dormir tranquilos por la noche. No es que hubiera hecho mucho, alguna que otra fiesta, el episodio con Sunghoon, hace cuatro años.

Pero, no había nada que pudiera prepararme para esto.

Además de la prensa, había personas llorando en el jardín delantero, sosteniendo carteles que proclamaban su amor por Soobin. Un hombre sostenía un viejo radiocasete en alto, a todo volumen. Su canción favorita era una llamada "San Pedro". Los gritos alcanzaban un clímax cada vez que el cantante llegaba al estribillo: "Pero el sol estaba bajo y no teníamos a dónde ir..."

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Aug 25 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

STEAMY ROCK N' ROLL ; 𝗦𝗢𝗢𝗞𝗔𝗜Donde viven las historias. Descúbrelo ahora