Prólogo: Entre Libros y Tropiezos

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Un joven estaba sumergido en su libro en la biblioteca de la universidad, disfrutando de una tranquila tarde de lectura. La paz reinaba en el ambiente, con el suave sonido de páginas pasando y el ocasional estornudo de algún estudiante con alergia al polvo. Todo era perfecto, hasta que algo rompió la serenidad.

Una presencia peculiar comenzó a revolotear en su entorno, como una sombra juguetona que no sabe quedarse quieta. El joven, concentrado en su lectura, sintió un escalofrío que le recorrió la espalda. Algo no estaba bien. Lentamente, levantó la vista por encima del libro, solo para encontrarse con una figura que parecía haber salido directamente de su peor (o mejor) pesadilla: una chica con piel rosada oscura, cuernos negros, y una sonrisa que decía "vamos a hacer algo travieso".

—Ah, pero mira quién está aquí, si no es el gran lector de novelas aburridas —dijo la figura con voz burlona. Era Calamity, su demonio personal, una alucinación que había estado a su lado desde... bueno, desde que él tenía uso de razón. Aunque "alucinación" era solo la explicación que él prefería creer.

Calamity flotó alrededor del joven, inspeccionando la pila de libros en su mesa con fingido interés antes de volver a posar su mirada en él.

—Toñito, cariño, no me malinterpretes, pero últimamente tu vida está tan aburrida que me dan ganas de saltar de un puente —dijo, estirándose como si estuviera cansada—. ¿Qué pasó con ese espíritu aventurero? ¿Dónde quedó el chico que solía meter la pata y luego se reía de ello?

El joven, al que aparentemente Calamity había decidido bautizar como "Toñito", suspiró y cerró su libro. Sabía que resistirse a una conversación con ella era inútil; Calamity siempre lograba salirse con la suya, especialmente cuando se trataba de distraerlo.

—¿Qué quieres que haga, Calamity? ¿Saltar de un avión sin paracaídas? —respondió con sarcasmo, levantando una ceja.

Calamity fingió pensarlo por un segundo, tocándose la barbilla con un dedo.

—Hm... Tentador, pero no. Te necesito vivo, al menos lo suficiente para que sigas siendo mi entretenimiento —dijo con una sonrisa traviesa—. Lo que digo es que deberíamos hacer algo, no sé, menos mortalmente aburrido. Ya sabes, como antes.

El joven puso los ojos en blanco, pero no pudo evitar sonreír ante la persistencia de su compañera demoníaca.

—¿Y qué propones, oh gran Calamity, reina de la diversión? —preguntó, mientras guardaba su libro en la mochila.

—¡Eso es más como el Toñito que conozco! —exclamó Calamity, dando una voltereta en el aire antes de materializarse justo a su lado—. No te preocupes, ya tengo algunas ideas. Y te prometo que no involucran puentes ni aviones... al menos no hoy.

El joven Antonio se levantó para marcharse, con la esperanza de que cambiar de escenario lo librara de los comentarios sarcásticos de Calamity.

Pero en su camino hacia la salida, Antonio tropezó con una chica que llevaba un montón de libros en las manos. El choque fue inevitable, y en un abrir y cerrar de ojos, ambos terminaron en el suelo, rodeados de libros esparcidos por todas partes.

—¡Lo siento mucho! —exclamó Antonio, mientras se apresuraba a recoger los libros y ayudar a la chica a levantarse.

Cuando sus miradas se cruzaron, Antonio sintió una extraña sensación de familiaridad, como si la conociera de algún lugar. La chica, con unos lentes grandes que le daban un aire intelectual, también lo miró con asombro, como si estuviera tratando de recordar algo importante.

Justo en ese momento, Calamity, flotando sobre el hombro de Antonio, murmuró con picardía:

—Vaya, Toñito, parece que el destino te acaba de dar una sorpresa. ¿Te suena de algo o es solo que tienes un gusto particular por las bibliotecas y los accidentes románticos?

Antonio se quedó allí, sin saber qué decir, mientras la chica sonreía tímidamente. ¿Era esto el comienzo de algo? ¿O simplemente un tropiezo más en su caótica vida?... 

Las nuevas desventuras de AntonioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora