10/10/23

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Hoy me desperté llena de motivación, decidida a seguir adelante con mi vida. Todo parecía ir bien, me sumergí en mi trabajo en la empresa, hasta que pregunté al jefe por el nuevo empleado. Para mi sorpresa, resultó ser el chico que me había abandonado para ser feliz con su familia. Mi mente se llenó de preguntas, de una confusión abrumadora. Si ya eligió su camino, ¿por qué está cruzando el mío de nuevo? Justo cuando la vida empezaba a mejorar sin él, vuelve a invadir mi corazón.

Nos cruzamos en el pasillo, y se acercó a mí. Lo primero que hizo fue intentar darme explicaciones, diciendo que no encontró otro trabajo y que quiere instalarse en el pueblo con su familia. Mientras lo escuchaba, mi mente se llenaba de preguntas. ¿Acaso no ve que sufro cada vez que recuerdo su presencia? ¿Por qué ahora tiene que reaparecer en mi vida y amenazar con destruirla nuevamente?

Lo miré fijamente y le dije que no necesitaba explicaciones. Le dejé claro que mientras esté trabajando aquí, mantendremos la distancia. Le dije que para mí, ahora, él es un desconocido. Mientras pronunciaba esas palabras, sentía cómo mi corazón latía con un dolor intenso, como si cada latido me recordara la herida que aún no ha sanado del todo.

No podía soportar hablar más con él, así que me sumergí en mi trabajo, tratando de distraer mi mente. Pero cuando regresé a casa, el nudo en mi garganta seguía ahí, apretando con fuerza. Sin embargo, me repetí que al menos tuve el valor de dejarlo ir. Este es un paso más en mi camino hacia la sanación, aunque duela.

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