0. Sucedió

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No recuerdo cómo comenzó,
Pero si como terminó.


Observó su reflejo gracias al espejo frente a él. No vestía alguna prenda que tapara algún centímetro de su cuerpo dejando a la vista todas las cicatrices en el.

Sus brazos llenos de cicatrices provocadas por el, provocadas por la navaja guardada bajo su almohada. Desde la muñeca hasta el hombro daba la extraña apariencia de tener varias ligas en su brazo, apretándolo y haciendo que sobresalgan varios trozos de piel, claro de diferentes tonos, unos más claros, otros más oscuros.

Sus piernas no eran el mismo caso, estás estaban repletas de hematomas y varias cicatrices. Su abdomen plano solo contaba con una cicatriz casi desvanecida.

Lloró. Lloró mucho.

Siempre, cada noche al irse a dormir se pregunta ¿Porqué yo? Por la cabeza de todos alguna vez rondó esa pregunta.

Sentido asco, decepción, odio. No solo hacia las personas que lo hirieron sino también hacia él mismo. Sentía dolor por no poder defenderse.

Su madre, su amada madre también sufrió tanto como él, por ser la decepción de su familia, por vivir con un marido violento, haber sido abusada, por haber contraído una enfermedad curable y aún así morir por no poder pagar el tratamiento.

Lloró amargamente es la oscuridad de su habitación. Nisiquiera tenía el apoyo de su padre quien hace unos meses había desaparecido de su vida sin dejar rastro alguno.

Su mente se bloqueó en algún punto, hasta que sangrar se volvió indoloro. De verdad trato de salir adelanté, hizo todo lo que pudo, pero el hospital y los medicamentos de su madre se llevaban hasta el último centavo de su bolsillo.

No es que la culpará por eso, la amaba, tanto ella como él fueron víctimas del mismo demonio. Ahora ella se fue, el demonio desapareció y él quedó solo, sin una casa, sin un trabajo, sin amigos, sin pareja, sin estabilidad emocional. Sin nada.

Así que no le peso agarrar la navaja debajo de su almohada, que ahora guardaba tantas memorias junto a él, dónde tenía gravada su sangre.

Sin temor alguno dirigió esa misma navaja que derramó la sangre de su padre alguna vez hacia su cuello. En su rostro se asomo una sonrisa sincera y segundo después su piel se abrió y el liquido rojo escarlata comenzó a manchar su piel.

Soltó la navaja en un movimiento torpe y retrocedió con cortor pasos. Llegó hasta una pared dónde se dejó caer, observó el rastro de sangre que había dejado. Con una mano tocó su sangre. Sonrió.

Por primera vez en mucho años se sintió feliz, libre. Creyó que al fin terminaría ese infierno.

Una lastima que no escucho el ruido de su puerta siendo golpeada, ni su nombre siendo gritado con tanto fervor.

Prestitud | Severus Snape Donde viven las historias. Descúbrelo ahora