Amariel

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Durante tres noches seguidas soñó con su padre, con su locura y con la desesperación de su voz. Cuando estaba despierto, había momentos en los que olvidaba que Samiaxas había muerto. Seguía deseando ir a su despacho para hablar con él. Después de tanto tiempo no lo había podido superar, aún que su terapeuta hubiese dicho lo contrario hacia un par de años.
La familia Livanos era una familia extranjera asentada en Boston Massachusetts. El pater familias habia sido un magnate griego y la esposa una magnifica burguesa italiana. Su prosperidad no tenía igual, los había convertido en una familia inmensamente rica; acaparaba gran parte de la producción nacional del maiz y trigo, a la que se le habia alterado su información genética original mediante sofisticados metodos biotecnologicos, con la finalidad de hacerlo crecer mas rapido, mas abundante, mas nutritivo, opetitoso y resistente a plagas e inclemencias del tiempo.
Pero eso ya no importaba. Lo habían perdido todo, y su padre se había quitado la vida.
Miró de un lado a otro su habitación, tumbado en la cama, con la pereza aún adherida en todo su cuerpo. No tenía demasiadas cosas que hacer; en verdad no tenía absolutamente nada que hacer, a excepción de vivir tan productivamente como lo hace un gato doméstico. Klavdiya lo llamó seis veces esa mañana para lo que seguramente sería una tontería, pero simplemente se estaba importunando ella misma; no llamaría por séptima vez. Amariel buscó una  excusa para no congeniar con ella en el gimnasio esa misma tarde, pero iba a ser difícil encontrarla. A veces  había que esperar a que el destino hiciera lo suyo y lo librara de ella por lo menos ese día.
Suspiró profundamente, lleno de resignación. Después, llamó a su sirvienta por el intercomunicador digital. Ella era una simpática y regordeta colombiana de treinta ocho años de edad, a la que él había convertido en su entretenimiento sexual doméstico tan solo por el tedio que lo agobiaba dentro de esa casa. Además, en esa mañana en especial se sentía muy aburrido, y el semen bullía en sus testículos como en una olla de presión. No le hacía falta el frío e inexperto cuerpo de Klavdiya; él necesitaba las tórridas curvas de un cuerpo latino forjado por el fuego pasional de la experiencia.
Él mismo la había contratado en un centro comercial. Al momento lo tentó con sus ojos almendrados, su piel canela, su sonrisa infantil y sus cachetes. No le importó entonces que tuviera algo de sobrepeso, y no le importaba ahora; al contrario, eso le excitaba de sobremanera, por que era precisamente ese detalle el que la hacia especial ante sus ojos.
Resultó casi un alivio que la colombiana entrara tan rápido y tan dispuesta como le era costumbre hacerlo. Llevaba en las manos una charola con el desayuno y con el periódico. Él se alimentaria y leería las noticias más relevantes del diario, y ella lo observaría pacientemente.
Amariel ojeó el periódico buscando algún artículo que fuera de su especial interés, y pudo notar que en la sección de Sociales aparecía por enésima vez su primo Soriel encabezando la lista de los solteros más controvertidos de Boston. Así, su ánimo decayó, perdió su erección, y todo ese juego erótico que representaba junto a su sirvienta todas las mañanas terminó.
-Debería pensar en ir a visitar a mis parientes los Barbieri. Después de todo son los únicos familiares que tengo en este continente. –Dijo Amariel.
Ella quedó momentáneamente fascinada. Sólo era cuestión de tiempo el que Amariel se acercara a los Barbieri. Y el resultado podía ser una situación decisiva.
-¿No crees que sería bueno que ya olvidaras esos viejos rencores? -Preguntó con voz melosa su sirvienta, en tanto acariciaba su rostro eróticamente -Algo positivo puede resultar de estrechar lazos con ellos.
-No es tan sencillo hacerlo cuando la situación actual de mi familia se deriva de su traición y su codicia, ¿No? -Comentó Amariel -Aún así me gustaría conocerlos un poco más de lo que estos artículos dejan ver.
Recordó entonces que su padre había sido causante del síndrome Bt, o síndrome Bacillus thuringiensis. Un nuevo padecimiento medico derivado de los productos transgénicos que su compañía producía.  Lo cual ocasionó la muerte de miles de consumidores alrededor del globo terráqueo; y su compañía se vio hundida en un mar de demandas y recesiones de contratos multimillonarios. Ángelo Barbieri, cuñado de Samiaxas Livanos y tio de Amariel, lejos de socorrerlo buscó la manera de perjudicar el prestigio de las empresas griegas, y en connivencia con la corporación jurídica “Minos” cimbraron el imperio Livanos hasta los cimientos.

Mentiras PúrpurasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora