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Cumplí 18 años hace unos días, y eso marcó el inicio de una nueva etapa en mi vida: la universidad. Aunque estoy emocionado, no puedo evitar sentir cierta incertidumbre. Afortunadamente, no estoy solo. Mi padre siempre ha estado a mi lado, aunque durante mi adolescencia no supe valorar su apoyo como debía. Ahora, con más madurez, reconozco que su torpeza es solo una parte de lo que lo hace el mejor padre del mundo. Comete errores, sí, pero es mi padre, y lo quiero así. También tengo a mis amigos PJ y Bobby. PJ es mi mejor amigo, un tipo tímido que a veces me recuerda a mi propio padre. Bobby, en cambio, es un excéntrico que siempre va a su aire; nunca olvidaré el día en que descubrimos su adicción al queso en aerosol. Fue una escena para recordar.

Hoy es mi primer día de clases. Me levanté temprano, antes de que el sol saliera, mientras mi padre aún roncaba en su habitación. Quería verme bien, ya sabes, nunca se sabe qué chicas interesantes podrías encontrar en el campus. Me puse una camiseta roja oversize, unos pantalones anchos con muchos bolsillos, y mis Converse favoritas. Agarré mi mochila y mi skate, listo para salir, cuando escuché la puerta de la habitación de mi padre abrirse.

—¿Maxi, ya te vas?—

Mi padre salió, medio dormido, con su pijama desordenada y sus pantuflas de conejito, viejas y desgastadas.

—Sí, pa, me voy ya—respondí, sabiendo que se iba a alargar la conversación.

—¿No te olvidas de nada? ¿Llevas cuadernos, lapiceros, tu botella de agua? ¿Y ropa de cambio por si acaso? ¿Tienes el teléfono y las llaves? ¿Qué tal si instalas una aplicación para la ubicación? Mejor aún, espera, yo te acompaño y...

—Papá, no soy un niño pequeño. Estaré bien, voy a encontrarme con PJ y Bobby en el supermercado.

—Ah, bueno... pero igual, ten cuidado, ¿sí, Maxi?

—Sí, papá...

Se acercó y me dio un abrazo fuerte, uno de esos que siempre me descolocan un poco porque nunca he sido muy bueno para mostrar afecto. Después, me dio un beso en la mejilla antes de volver a su cuarto. Cogí de nuevo mi skate y salí a la calle. El sol empezaba a salir, pintando el cielo de un dorado suave que siempre me ha relajado; soy un fanático de los amaneceres.Llegué al supermercado y allí estaba Bobby, como siempre, destacando con su estilo único. Llevaba unas gafas redondas azules, aretes dorados, una camisa blanca, bermudas de jean y sandalias. Lo más curioso era que, como de costumbre, estaba comiendo queso en aerosol. Nos saludamos con nuestro saludo especial, que repetimos cuando llegó PJ. Él estaba más sencillo, con una sudadera negra, una camiseta azul oversize y zapatillas rojas. Con nuestras skates en mano, nos dirigimos juntos hacia la universidad.

—Chicos... ¿cómo reaccionaron sus padres cuando salieron?—pregunté, más que nada por curiosidad y para romper el silencio.

—Mi padre ni se enteró de cuándo salí. Ni siquiera me preguntó cuándo era mi primer día—respondió PJ, que iba a mi derecha.

—Los míos me dieron una amatista, dicen que trae buenas oportunidades y aleja la mala suerte—dijo Bobby, que iba un poco más atrás.

Me quedé pensando en lo que dijeron y, en cierto modo, me sentí afortunado de tener un padre que se preocupa, aunque sea un poco sobreprotector. Llegamos a la universidad en nuestras skates, llamando la atención de todos los que estaban allí. Podía escuchar los murmullos: "¿Viste al de rojo? Se ve increíble en su skate"; "Son los nuevos"; "Apuesto a que entran en Gamma"; "El de rojo está muy lindo, ¿y si le pido su número?". No pude evitar sentirme halagado.

Al llegar a los casilleros, nos tocó separarnos. El casillero de PJ estaba casi al final del pasillo principal, el de Bobby en la entrada, y el mío en el segundo piso. Mientras subía las escaleras, noté un grupo de chicos formando un círculo alrededor de uno de ellos. Intenté ignorarlos, no quería problemas el primer día. Sin embargo, mi casillero estaba justo al lado de ellos. Cuando me acerqué, el grupo se quedó en silencio, y el chico en el centro que lucía una camiseta azul que por encima de esta traia un buzo magenta, con un pantalón crema y zapatos grises me miraba fijamente. Tenía esa pinta de niño rico, el tipo que te haría la vida imposible sin remordimientos.

Dentro de mi abismo (maxley)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora