Sí, todos nos sentimos solos por dentro; es por eso que no soportamos cuando otras personas tienen lo que nosotros no tenemos, compañía, popularidad, felicidad, libertad, dinero; amor...
Si supiéramos que es más fácil avanzar que quedarnos atrapados entre las paredes de nuestra mente, esas paredes tan altas y tan gruesas que no nos permiten ver ni sentir nada más que a nosotros mismo y, aun así, es tan complicado aceptar.
No le entregues tu cuerpo a alguien que no puede ver lo valioso que eres, aunque tú tampoco puedas o sepas verlo.
Aceptar representa una gran dificultad para muchos de nosotros, no tenemos la capacidad de aceptar nuestros errores y nuestros defectos, que somos malas personas, que nos gusta herir a los demás, aprovecharnos de ellos, hablar mal a espaldas de los otros, mentir, manipular, engañar, anhelar las posesiones de los demás, soñar con ser amantes en lo prohibido, desear tanto y no conseguir nada.
Queremos salir, ir a fiestas, relacionarnos, conocer gente, beber, drogarnos, experimentar; todo tan rápido que, al terminar, al acabar, al llegar al momento correcto, el momento en el que realmente teníamos que haber vivido todo aquello, ya no sentimos nada... vacío. En nuestros cuerpos y en nuestros corazones y llegamos exhaustos.
Exhaustos, deprimidos, cansados de tanto vivir, con ganas de descansar, demasiados cansados para descansar, y, aun así, no queremos descansar, seguimos queriendo continuar, más no avanzar; puede parecer confuso...
Sin embargo, no es lo mismo continuar y avanzar.
Avanzar es alcanzar objetivos, es vivir, usualmente en plenitud, con paz y estabilidad.
Continuar, en nuestro caso, implicar quedarnos estancados en el mismo sitio, aún sin abrir los ojos, bailando al ritmo de los demás cuerpos, haciendo lo mismo una y otra vez, es ser esclavos de nuestros demonios, implica continuar caminando mientras empujamos el mismo mecanismo que nos ata a lo que llamamos sufrimiento.