Capítulo 2: Noche de chicas

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Capítulo 2: Noche de chicas

—¡Juliana! —dije abriendo mis brazos.

—¡Jana! —respondió ella imitándome cuando nos vimos a una moderada distancia y entonces corriendo un poco, nos terminamos abrazando como un buen reencuentro.

Teníamos tanto tiempo sin vernos, por fin nos volvíamos a ver, ella me había ofrecido quedarme en su casa pero vivía muy lejos; a las afueras de la ciudad, por lo que decidí quedarme en una posada cerca de la ciudad donde no se pagaba mucho por día, de igual forma no me quedaría mucho tiempo o al menos ese esperaba, solo hasta que me dieran una respuesta.

—Estás hermosísima — dijo Juliana cuando nos separamos mirándome de arriba a abajo como si no pudiera creer que yo era la misma Jana que conoció a la universidad—, ¡has bajado mucho de peso!

El estrés sin duda porque por más que había estado practicando deportes toda mi vida, nunca bajé de peso, puede que el hecho de vivir sola me haya hecho cambiar mis hábitos alimenticios porque me daba pereza cocinar, llegaba del trabajo y lo que hacía era dormir si no tenía nada que estudiar. Había bajado alrededor de treinta kilos, nunca había estado tan delgada, pero me sentía bien conmigo misma, más bonita, más segura, incluso sentía que las demás personas me tomaban más en serio. La apariencia desgraciadamente influía mucho en las personas y en cómo te iban a tratar.

Ella también estaba fabulosa siempre fue delgada sin muchas curvas, ojos claros, pero siempre glamurosa de usar tacones, ropa de marca y cabello rubio de peluquería, porque sus padres tenían grandes empresas en Estados Unidos, el dinero nunca le hizo falta.

—Sí, supongo que cambié mi alimentación. —murmuré sintiéndome por un momento muy incómoda cuando estrechó los ojos, conocía esa mirada, era una que daba cuando pensaba que alguien mentía.

—A mi no me engañas, te hiciste lipo, ¡se te ve un cuerpo perfecto! y está bien, no te juzgo...

—¿Con qué dinero? —me burlé, apenas tenía ahorros que eran los que estaba usando para este viaje.

—Tienes razón —hizo una mueca—, apenas tienes para vivir.

Este era el tipo de comentarios que me hacían sentir incómoda, porque no me iba mal pero por su puesto, no mejor que a ella. 
La situación en California para una arqueóloga no era tan demandante, nadie le interesaban las lenguas muertas y no habían tantos proyectos de investigación, y si los había entonces, elegían a personas con más experiencias.

—Te mereces más, Jana —dijo tomándome para el brazo y entramos al bistro donde la música sonaba suave—, siempre eres tan apasionada en lo que haces, recuerdo verte con esos lentes abollados leyendo de esa lengua rara que querias hablar mientras también hablabas que querias participar en proyectos de National Geographic.

Aun tenía esos lentes abollados dentro de un cajón, sabía que había cambiado mucho, pasé de ser la chica con sobrepeso de lentes abollados y traga libros a... esto, una chica con una alimentación más moderada y otro tipo de lentes que solo usaba para leer.

Tomamos asiento en una de las mesas vacias, el sitio estaba con muchas personas alrededor.

—Supongo que soñar a lo grande no cuesta nada —dije— pero la realidad solo está para personas que tengan los pies en la tierra.

—¿Y qué pasó con Donovan Fleisch? Recuerdo que ambos eran idénticos en esto de las lenguas muertas, ¿siguen juntos? Casi no hablas de él.

Después de la graduación nos fuimos a vivir juntos, fuimos pareja desde el primer año de la universidad, ambos compartíamos la misma pasión por la arqueología. Solo que a veces me sentía muy sola, por eso casi no hablaba de él.

Perdición (+21) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora