Dibujaste estrellas alrededor de mis cicatrices

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No nació coqueteando. Ren jura que, cuando era más joven, no le interesaban en absoluto las chicas.

Pero lo heredó de su padre, un hombre amargado y solitario que no consigue que una mujer se quede con él más de un mes.

"Tienes que aprender a socializar, Floren".

—Papá —se queja Ren—. Soy solo Ren. No me llames así.

—Tonterías, muchacho. Floren es un nombre francés. Puedes usar cualquier tontería de Ren que quieras en la escuela, pero en esta casa eres Floren —repite su padre por décima vez.

Ren pone los ojos en blanco.

—Ahora bien, ¿dónde estábamos? Ah, sí. Socializando. Si no quieres convertirte en un paria sin amigos como tu padre, entonces tienes que superar esta timidez y empezar a hablar, ¿ca va?

"Ça va." Ren murmura en respuesta.

No puede evitar ser diferente a los demás niños. Le gusta la poesía y coleccionar flores, pero los demás niños se burlan de él por eso.

Pero pronto se da cuenta de lo solo y miserable que se siente.

Se está volviendo como su padre.

Lo que frena a su padre es su terquedad. Se niega a renunciar a sus principios para adaptarse.

Ren aprende rápidamente que no hay lugar para la terquedad si quiere tener amigos.

Para él es más aceptable socialmente escribir poemas para las chicas en lugar de para sí mismo. Les regala flores que colecciona, aunque le duela renunciar a ellas.

De repente, la gente empieza a verlo como un gran coqueto, y pasa de ser el paria femenino al chico popular que consigue a todas las chicas.

Ren lo admitirá, se le subió un poco a la cabeza. Tiene amigos, gente que lo quiere, ya no se siente solo.

Pero en el fondo, se siente más falso que nunca.

Ren tiene 8 años cuando conoce a Gakushuu Asano

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Ren tiene 8 años cuando conoce a Gakushuu Asano. Los ponen en la misma clase y Ren se siente atraído de inmediato por el chico inteligente de ojos bonitos.

Esta es la primera vez que Ren le regala una flor a un niño. Es una violeta recién cortada, envuelta con una cinta dorada alrededor del tallo.

Le sonríe a Asano cuando se lo entrega, y el otro chico le devuelve la sonrisa.

—Gracias, Sakakibara. —Los dedos de Asano acarician suavemente los pétalos—. ¿Quieres ser mi secuaz?

Ren se sorprende por eso. ¿secuaz?

—No quiero ser tu secuaz. —Ren se cruza de brazos—. Puedes ser mi secuaz.

—No. Eres mi secuaz.

—No. Eres el mio.

"Mío."

"Mío."

Los dos están cerca, lo suficientemente cerca como para que sus narices se toquen, y Ren puede oler el aroma a vainilla del cabello de Asano.

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