Único Capitulo

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Podría vivir mil siglos y aún así no sentirse preparado para esto. Sesshomaru reflexiona sobre el momento en el que se condenó ¿Cuándo habría sido?

Quizá todo empezó cuando dejo que su madre la reviviera con la piedra Meido. Quizá desde mucho antes cuando la rescató de las garras del imbécil de Naraku. O tal vez empezó desde que tan solo era una pequeña muda, que trato de cuidar de el con ese noble corazón y esa dulce alma. A pesar de todo, el sabe que no puede posponer esto mucho más.

Llega a aquel prado suave del bosque y atraviesa la barrera de ese monje fallecido hace poco más de 10 inviernos.

Rin lo observa.

El avanza hacia ella con tanta gracia, esa elegancia tan característica que solo un inuyokai puede poseer. Analiza sus rasgos.Todavía tiene un cabello hermoso, largo y plateado, su rostro aún es increíblemente suave. Sus marcas se expanden un poco más grandes, muestra de que el ha gobernado sobre otros en batalla. El tiempo no lo ha cambiado ni un poco. Luce tan magnífico como el primer día en el que se encontró con él.

Sin embargo, el tiempo no ha sido tan amable con Rin como lo fue con Sesshomaru.

Ella es vieja y arrugada y apenas puede mantenerse en pie. Cada respiración toma tanta energía mientras ella se sienta en su mecedora, observándolo acercarse; sus movimientos tan fluidos, tan controlados. Sesshomaru no lo demuestra pero ambos lo saben. Necesita toda la fuerza de voluntad que posee para seguir avanzando.

Ella piensa que es un poco divertido en cierto modo. Que el se fuerce a caminar tanto que parece un pato.

Él no.

Ella es tan vieja y él es tan joven. Sin embargo, él es mucho mayor de lo que ella puede imaginar y ella es muy joven.

Tan joven.

-Rin.- Su nombre es tan simple, nada más que un nombre; pero de alguna manera, el señor Sesshomaru podía hacer que sonara tan hermoso, tan sofisticado.

-Señor Sesshomaru.-Su voz, su tono; ya no es infantil sino más adulto, más maduro y en este momento, ronco.

Ella es una adulta ahora, lo ha sido por mucho tiempo. Ya no tiene nueve años. Mantienen la mirada del otro por un momento-marrón sobre dorado, dorado sobre marrón-antes de que ella mire sus pies calzados con pantuflas. Segundos después, ella lo mira y sonríe. Sesshoumaru recuerda a la niña que una vez había sido, setenta años antes. Sólo setenta años. Cuando mira a Rin, se da cuenta de cuánto tiempo la ha cambiado.

¿Realmente ha pasado tanto tiempo?

Sus ojos son el único rasgo juvenil que le queda, tan suaves y tan marrones. Él puede sentir su tristeza; huele su agotamiento. Ella es débil y la muerte se acerca rápidamente.

Demasiado rapido.

Él permanece en su lugar, simplemente haciéndole compañía y esperando, esperándola como siempre lo ha hecho.

-Soy vieja, mi Señor.- afirma y baja la mirada hacia sus manos secas y correosas. Ella mira hacia atrás para verlo reconocer su declaración con un pequeño y educado asentimiento

-Soy mayor.- Dice rápidamente y ella sonríe. Sesshomaru se siente incómodo al recordar una vez más a la niña que siempre estuvo a su lado, no a esta anciana sentada frente a él.

-Pero no lo pareces, mi Señor.- Ella ve las comisuras de su boca contraerse, intentando una pequeña sonrisa y está feliz de poder seguir divirtiendo a su Señor.

Todo un logro, solo para un humano.

Solo para ella.

Ella baja la mirada a sus rodillas y mira a su alrededor. -¿Dónde está el señor Jaken?.- ella pregunta con un pequeño jadeo de aire que ninguno de los dos ignora pero tampoco mencionan.

Sin FinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora