—¡Gayle! ¡Gayle, despierta!— escuché a lo lejos.
De repente sentí que todo se movía. Desperté. Cuando abrí los ojos me encontré con Ethan. Lucía un poco desesperado y tenía otra ropa.
—¿Qué pasa, Ethan?— pregunto incorporandome.
—Hay que irnos, ya.
Me levanté de la cama y metí un poco de ropa en la mochila que había traído. Tomé uno de los relojes de muñeca para saber siempre la hora y me puse mis tenis.
Bajé las escaleras y ya Pilar y sus tres hijos estaban ahí, listos para irnos.
—¿Alguien me podría explicar qué está pasando?— pregunté.
—Un auto ha estado dando vueltas por aquí. Es negro y tiene los vidrios polarizados, no sabemos si representa un peligro o no, pero no podemos arriesgarnos a quedarnos aquí y que nos ocurra algo.— dijo Greg.
—Ethan, acompáñame al sótano, por favor.
Caminé hacia el pasillo y abrí la puerta. Encendí la luz, bajé y fuí directo al congelador. Saqué la caja metálica y la metí en mi mochila.
—¿Qué haces Gayle?— pregunta Ethan.
—Yo sentía que algo malo iba a pasarnos, saber de esto— apunté a la caja—, es peligroso, no sé por qué, pero es malo— inhalé y exhalé—. Porque si estaba encerrado bajo doble llave no es porque sea bueno.
Miré en el congelador y no quedaba más nada.
Subimos y los seis caminamos a la puerta de la cocina. Salimos al patio trasero y en eso escuchamos un disparo en la calle. Mierda.
Tratamos de cruzar todos la cerca que era un poco alta hasta que solo quedaba yo, ahí se escuchó otro disparo... que me dió en el muslo derecho, maldición.
Jadeé y caí al suelo adolorida.
—¡Gayle!— dijo Ethan arrondillandose a mi lado.
—Estoy bien, puedo seguir— dije tratando de levantarme, pero no pude. La herida me estaba punzando del dolor.
Ethan me ayudó a sentarme y mi espalda chocó contra la cerca.
—Maldición, me duele— me quejé.
El pantalón que llevaba era largo. La manga del pantalón estaba cubierta de sangre y sentí que iba a desmayarme.
Estudiaba medicina y no puedo ver sangre, genial.
Vi como Greg se acercó a mí y rompió la manga de mi camisa. Hizo una tira un poco gruesa y la ató arriba de la herida de mi pierna. Me dolía, pero al menos la sangre no seguía saliendo en una cantidad excesiva.
Ethan me tomó del brazo y me llevó mientras seguíamos caminando.
—Debemos curar esa herida— dijo Greg—, puede infectarse y ahí sí tendremos un verdadero problema.
—En el centro comercial..., hay una pequeña farmacia, vamos para allá— dije.
—Está muy lejos Gayle, y no podemos tomar la ruta principal— dijo Ethan.
—Vamos... Por otra ruta. Dios, siento que estoy a punto de perder mi pierna.
—Yo digo que vayamos— dijo Greg—. En serio puede perder la pierna.
—Bueno, vamos— dijo Ethan.
Caminamos y yo no podía más, Ethan tuvo que cargarme el resto del camino, hasta que llegamos al centro comercial.

ESTÁS LEYENDO
Ellos
TerrorGayle, quien se quedó en casa de su padre como era de costumbre, no sabía que su vida cambiaría en una noche y que las cosas que amaba habían sido destruidas por un virus extraño que hace que las personas estén sedientas de sangre y carne humana. Po...