Capítulo Único

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En las profundidades del Inframundo, donde la oscuridad reinaba absoluta, solo el sonido de las cadenas de los espectros rompía el silencio.

Aiacos, Juez del Inframundo y protector de las almas, caminaba lentamente por los corredores vacíos, sumido en sus pensamientos.

La responsabilidad de su cargo lo mantenía en un estado constante de alerta, siempre preparado para ejecutar la voluntad de Hades.

Minos, el también Juez del Inframundo, observaba a Aiacos desde la distancia. Su presencia, siempre imponente y segura, parecía un faro de autoridad en medio de la penumbra eterna.

Pero para Minos, había algo más que respeto en su mirada. Había un deseo, una necesidad profunda de acercarse a ese doncel que parecía tan distante, tan inalcanzable.

Sin decir palabra, Minos se acercó a Aiacos. Sabía que su presencia no pasaría desapercibida para él, pero aun así, se movía con la gracia de un depredador en la noche. Cuando estuvo lo suficientemente cerca, se detuvo, dejando que el silencio entre ambos se llenara de una tensión palpable.

—Aiacos —dijo Minos finalmente, su voz profunda resonando en el vacío—, ¿qué te preocupa?Aiacos giró lentamente la cabeza, sus ojos oscuros encontrando los de Minos.

Durante un momento, solo se miraron, sin necesidad de palabras. Aiacos conocía bien a Minos, y sabía que detrás de esa fachada de autoridad se escondía una complejidad que pocos podían entender.

—No es preocupación lo que siento —respondió Aiacos finalmente, su voz tan baja que apenas era un susurro—. Es... soledad,extraño a mi hermano.

Minos sintió una punzada en el pecho al escuchar esas palabras. Conocía la soledad mejor que nadie; después de todo,tenía una vida anterior al supramundo.

—Entonces no eres el único —murmuró Minos, dando un paso más hacia él—. Compartimos esa carga, Aiacos.Total Radamanthys siempre esta ocupado con la señora Pandora.

—Deja que te acompañe en esta oscuridad —dijo Minos, sus ojos penetrantes fijos en los de Aiacos—. No tienes por qué estar solo.

Por un instante, Aiacos cerró los ojos, permitiéndose sentir el peso de aquellas palabras. Había estado solo durante tanto tiempo, guardando sus emociones bajo llave, que la idea de compartir ese peso con alguien más le parecía casi imposible,siempre guardando las almas y siempre sus subordinados acatan las órdenes.Siempre busco un igual.

Minos tomó una decisión que había estado evitando durante demasiado tiempo. Con un movimiento rápido, acortó la distancia entre ellos y lo besó.

El mundo pareció detenerse en ese instante. Los Elíseos, con su belleza etérea y calma inmutable, fueron testigos de aquel beso. Aiacos se quedó inmóvil al principio, sorprendido por la audacia de Minos, pero después de unos segundos, se dejó llevar por el calor del momento, devolviendo el beso con una pasión contenida durante meses.

La intensidad del momento los había dejado sin palabras, pero Minos, siempre el primero en tomar la iniciativa, habló primero.

—Aiacos... —comenzó, su voz ahora cargada de un sentimiento que antes había mantenido oculto—. No sé si fue lo correcto, pero no puedo negar lo que siento por ti.

Aiacos lo miró en silencio, sus pensamientos una mezcla de confusión y claridad. El beso de Minos había despertado algo en él, algo que ni siquiera sabía que existía.

—Minos, si realmente quieres tener una relación conmigo... —dijo finalmente, su voz firme pero suave—, acompáñame a ver a mi hermano.

Minos parpadeó, sorprendido por la petición. Pero, sin dudarlo, asintió.

INFRAMUNDO[Minos x Aiacos]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora